Entrevistas, Textos — 14 enero, 2015 at 10:29 pm

Nicanor Parra: el lobo disfrazado de corderillo

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Leonardo Sanhueza (1974) es humilde al reconocer la influencia decisiva de Nicanor Parra en su devenir como escritor. Sanhueza, por allá a principios de los noventa, era un joven de 19 años, “timidísimo” ­-según sus palabras- que cursaba simultáneamente Geología y Lenguas Clásicas en la Universidad de Chile y, aunque ya era un lector avispado, nunca había pensado en dedicarse a escribir. Ahí, la figura de Parra fue fundamental.

Sanhueza (autor de los libros de poemas Tres bóvedas (2003), La ley de Snell (2010) y Colonos (2011); la novela La edad del perro (2014) y la crónica El hijo del presidente (2014), entre otros) encontró en la figura del autor de los Poemas y Antipoemas la certeza de que su formación, escindida entre ciencia y literatura, podría tener validez intelectual y algún futuro en el mundo de las letras. De esta mixtura, recibió de la geología un marco conceptual, un entendimiento racional que lo ayudó a definir cómo y por dónde iniciar una búsqueda, que luego afrontó desde la literatura.

Luego de su debut en (un) curso dictado por Nicanor Parra, en el segundo año de su carrera, continuó asistiendo todos los años (“ya sea como ayudante, como oyente o como sapo”). Eso sí, nunca llegó a tener un trato de amistad con el poeta: “estás loco. Yo era demasiado tímido. Además no tenía ni veinte años y Parra cerca de ochenta. Y ya era una figura”, afirma.

Las coincidencias entre ambos no terminan ahí: un profesor de geología invitó a Sanhueza a estudiar las piedras metamórficas de la zona de Las Cruces. El investigador no se había dado ni cuenta de dónde andaba buscando rocas; al llegar a la playa, miró hacia arriba y reconoció el lugar: andaba hurgueteando justamente debajo de la casa del vate. Esa vez, tampoco se le acercó.

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PARRA: LONDRES, LA FÍSICA Y LOS DOBLES

A los treinta y cinco años, en 1949, y con apenas un libro publicado Nicanor Parra salió desde el puerto de Buenos Aires con destino a Inglaterra para cursar un doctorado en la prestigiosa universidad de Oxford; este grado se sumaría a los títulos de Física en la Universidad de Chile y una maestría en Mecánica Avanzada en Brown, Estados Unidos.

Nicanor, en Inglaterra, no sólo se encontraría con la larga tradición poética de la isla – Shakespeare, Pound y Eliot, se convertirían en referentes en la obra del vate- sino que sus estudios matemáticos, especialmente los relacionados con la física cuántica, serían fundamentales en el viraje definitivo que sufrió su poesía durante esta época.

Durante los dos años que dura su estadía en Europa, escribe gran parte de los textos que conformarán uno de los libros más revolucionarios de la poesía en nuestra lengua del último siglo: Poemas y Antipoemas. Para Leonardo Sanhueza, la experiencia londinense es fundamental en la germinación de este poemario, “ese paso por Oxford tuvo un impacto importante en el desarrollo de este sistema de dualidad (la poesía y la antipoesía) justamente porque la física cuántica deja atrás el mundo de certezas y pasa a preocuparse del mundo de las probabilidades. El otro aporte de la física cuántica para Parra fue la comprensión de la asociación de materia y antimateria; poesía y anti poesía. Estos encuentros de opuestos no deben ser vistos solo como la mera exposición de los opuestos, sino que al encontrarse producen algo nuevo, en el caso de electrón y positrón, la luz. En el caso de los opuestos parrianos, poesía y antipoesía, producen el artefacto literario”.

Para Sanhueza la génesis de esta veta tan rica que son los dobles/opuestos, está definida en el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Según Claudio Falcón, Doctor en Fisica de la Universidad Paris VI Pierre et Marie Curie y profesor de la Universidad de Chile, este postulado “es una relación entre pares de variables conjugadas que implica la imposibilidad de conocer con precisión arbitraria sus valores al mismo tiempo. Si conoces una con mucha precisión la otra se te hace casi desconocida en sus valores”. Explicado para niños y gatos, si en el mundo cuántico, se supiera con alta precisión la velocidad con la que se baja un cerro en bicicleta, es poco probable conocer con exactitud la ubicación en el cerro; o, viceversa, si se sabe dónde estás en el cerro, no puedes saber la velocidad. Falcón continúa: “por eso se llama de incertidumbre: te dice que los valores no pueden ser conocidos con precisión, porque están conjugados. Si sabes muy bien cuánto vale uno, sabes muy pero muy poco del otro y, lo importante, es que necesitas de las dos variables conjugadas para saber el estado de tu sistema”.

Sanhueza sostiene que “el universo parriano no está constituido por unidades cabales, si no que por pares: derecho y revés; humano y divino; poesía y antipoesía. Por ahí hay un famoso verso en que el autor se define como «un embutido de ángel y bestia ». No es un cruce, no es una cohabitación, es un embutido brutal, manual, doméstico: una longaniza. Parra no quiere situar al ángel y al demonio, como lo haría el arte clásico, situando a uno de espalda al otro, él lo pone como algo bestial, donde la carne del ángel, evidentemente, es indistinguible de la de la bestia”.

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Parra llegó a Europa el mismo año en que terminó la segunda guerra mundial, por lo que este concepto de incertidumbre, no sólo proviene de Heisenberg, sino que del ambiente general que se vivía en el viejo mundo durante el período posterior a la guerra. El mundo del arte encontró varias alternativas para enfrentarse a esta realidad: nihilismo, modernismo y surrealismo, son algunos ejemplos de poéticas que conceptualmente descreían de un mundo real que estaba hecho trizas.

Con Poemas y Antipoemas, Nicanor Parra propone una opción distinta a la serie de manifiestos emergidos de las vanguardias, esta es, que no hay realidades absolutas, sino que sólo incertidumbre. Sanhueza explica que “Parra, al proponer que la poesía y la literatura en general, deben estar asentados en un sistema de incertidumbre está, a su vez, dudando de su propia teoría”.

Sanhueza recurre al poema Mariposa, de Versos de Salón (1962), para intentar explicar su tesis de que el universo parriano es un juego constante de proponer y derribar certezas:

En el jardín que parece un abismo
la mariposa llama la atención:
interesa su vuelo recortado
sus colores brillantes
y los círculos negros que decoran las puntas de las alas.

Interesa la forma del abdomen.

Cuando gira en el aire
iluminada por un rayo verde
como cuando descansa del efecto
que le producen el rocío y el polen
adherida al anverso de la flor
no la pierdo de vista
y si desaparece
más allá de la reja del jardín
porque el jardín es chico
o por exceso de velocidad
la sigo mentalmente
por algunos segundos
hasta que recupero la razón.

 

Hay que poner atención, discursea Sanhueza, desde que la lepidóptera deja el jardín. El insecto desaparece de la visión objetiva del hablante y entra en un mundo imaginario, pero este acto es simplemente un error, un desliz, un momento de despreocupación, hasta que la racionalidad vuelve a hacerse cargo de situación. Aquí Parra propone un juego en donde el hablante lírico se deja llevar por esa sensibilidad que le permite interesarse en el abdomen de un bicho alado, en sus círculos negros y en las filigranas de su vuelo, pero sólo “por algunos segundos, hasta que recupero la razón”.

LOS 100 AÑOS DE PARRA

 

Cuesta definir con precisión qué función cumple Leonardo Sanhueza dentro del mundo de la literatura: desde hace varios años que tiene una columna semanal en Las Últimas Noticias; formó la editorial Quid mucho antes de la moda de las editoriales (según su amigo Alejando Zambra, Quid, no era independiente sino que unipersonal, ya que Sanhueza las oficiaba de editor, redactor, diagramador, repartidor y contador, y el enojo de este último fue el que desembocó en el cierre prematuro a este proyecto); novelista de éxito (autor de La Edad del Perro y de la maravillosa El hijo del presidente, sobre la historia de Pedro Balmaceda). Lo que sí se puede decir con cierta seguridad es que Sanhueza es, antes que todo, poeta. Y lo parece. Tiene el pelo negro y enmarañado, al estilo Rimbaud; unos bigotes largos que se amasa con una mano, mientras habla con un ritmo pausado y, con la mano libre, fuma Lucky´s rojos con unos dedos largos y delgados, de tipo sensible. Él es tan delgado como sus dedos, tan flaco, que la lluvia que parte el cielo talquino, parece que no lo va a mojar.

Sanhueza, adentrándose en Parra, se queja de la escasa imaginación de los periodistas y el uso indiscriminado del “anti” para referirse a todo lo que tiene algo que ver con el poeta centenario: ANTI homenaje, ANTI centenario, ANTI cumpleaños y un agotador etc.

Al preguntarle, por la pertinencia de todo el circo mediático que se hizo del ANTI cumpleaños y ANTI centenario, responde que esta pregunta solo tendrá respuesta cuando haya otro poeta, tan grande, que a los cien años siga lúcido y, además, ex profeso se siga comportando como un “lobo , disfrazado de corderillo”.

 

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