Portada, Sin categoría, Textos — 1 enero, 2017 at 12:02 am

Museo de Talca

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Por Germán Marín
Fotografía por Héctor Labarca Rocco

Dan ganas de ser católico al observar la escultura El obispo de Las Casas alimentado por una india mexicana, de José Miguel Blanco, hecha según parece en 1870, pues bajo la venerable escena que desea simbolizar se esconde en cada movimiento del mármol, en cada detalle, un erotismo que convierte en otro asunto dicho acto lactante. Basta mirar al anciano para advertir, agazapados en el conjunto, los pómulos salientes de éste, las mejillas hundidas por el esfuerzo de la succión, el cuello tenso ante el seno; mientras la mano derecha sujeta con fuerza, pero de manera contenida, un libro presumiblemente sagrado.

Sólo se advierten calmos los pliegues de la sotana. El antebrazo descansa en el muslo semidescubierto de la aborigen que, familiarizada en la postura, ha avanzado la pierna ayudando así a delinear sus formas, tal vez prontas a quedar al descubierto gracias al débil y escurridizo lazo de la túnica. La joven luce además un laborioso peinado, símbolo acaso de la naturaleza ya evangelizada, según la cruz que pende de su cuello, quien atrae hacia sí con una mano al religioso mientras con la otra, generosa ante la cabeza ladeada, le ofrece el manantial de la vida según realza el cincel del artista-.

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