Portada, Textos — 20 abril, 2016 at 10:43 pm

La nueva inmigración en el Maule

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Por Stefano Micheletti

Durante los últimos cinco años la Región del Maule ha visto cambiar en términos cualitativos y cuantitativos el flujo inmigratorio internacional; el ritmo cansino que caracterizaba la llegada de extranjeros, ha dejado espacio a un dinamismo que no se había visto antes por aquí, haciendo eco de la tendencia de marcada aceleración del proceso que se está dando a nivel nacional. Eso sí, con características locales, propias: será interesante ver que sucederá con esto en nuestras “ciudades fritanga” y en los campos del “exilio interior” que hoy se codean con la agroindustria de exportación.

col1DE LAS PEQUEÑAS Y GRANDES HISTORIAS

Víctor es un niño chileno y francés de tres años; dentro de unos pocos meses estará hablando, lo suficiente para darse a entender por toda su familia en dos idiomas. Vive en Talca con sus padres, luego de haber nacido en Dijón, en la Borgoña. Llegaron al Maule después de un año en Valparaíso y mientras buscaban una casa dormían en su kombi a orillas del Río Claro, aunque los sábados por la noche tenían que irse, porque las carreras de auto se tomaban el balneario.

Mónica tiene once y es colombiana; su mamá conoció a un chileno por chat y apostó por venirse. Se tuvo que quedar con su abuela un año en Bogotá, antes de poder alcanzar a su nueva familia en Curicó. Cuando fueron a buscarla con su hermana mayor, en la frontera las mandaron a todas de vuelta: no tenían el dinero suficiente para demostrar su autosuficiencia, al menos durante los primeros meses. Por suerte, en unos días pudieron juntar unas lucas y luego de una semana en Tacna, pasaron.

Creo que a Ottavio, que venía de Italia en avión para hacerse cargo de una plantación de avellanas en San Rafael por cuenta de una gran empresa, no le preguntaron cuánto dinero traía. Pero bueno, éste es otro cuento…

Clara venía de Nicaragua y aunque en Talca no encontró muchos compatriotas, se salvó con el Parque Industrial, al lado de la Faustino González; durante los primeros seis meses de la nueva vida chilena iba día por medio a recoger la verdura que botaban. Ahora las cosas andan mejor, y para ella es obra de Dios.

Damaris es ecuatoriana y vivía en Parral; ahora está en un centro del Sename en Linares. Tenía la autorización de sus padres para venir a trabajar a Chile en casas particulares, pero no la acompañaba su familia. De noche dormía en un cité con dieciséis ecuatorianos más. En diciembre, sus tías fueron formalizadas por los delitos de trata de personas y manejo ilegal de inmigrantes.

col2Historias, como muchas otras, con sus pequeños dramas y alegrías. Historias que hoy día contribuyen a cambiar comunidades que desde hace varias décadas no se enfrentaban a un proceso de inmigración. Y en realidad, lo que entendemos por inmigración históricamente, poco tienen que ver con lo que está pasando hoy en el Maule.

DE CUÁNTOS Y QUIÉNES

Hay que ser claros: el número de inmigrantes sigue siendo muy bajo en términos absolutos y relativos, pero la tendencia al aumento es evidente. Entre el año 2010 y el 2014 el número de visas entregadas a nivel regional ha alcanzado una tasa de crecimiento anual del 22%. Según la encuesta CASEN, en el 2013 éramos 2.743 los inmigrantes en el Maule y ahora estamos bordeando los 6.000. Con algunas novedades interesantes.

Luego del período de colonización europea, que en la Región duró hasta los años ‘60[1], han llegado algunos inmigrantes, esencialmente de origen peruano, argentino y boliviano. Sin embargo en los últimos años esta dinámica ha sufrido modificaciones: si revisamos por ejemplo las casi 4.200 visas (temporarias, por contrato laboral y para estudiantes) que han sido tramitadas en la región entre el 2010 y el 2014, podemos ver que Colombia (744) y Ecuador (486) son los países que más representación tienen. Esto significa además que hoy existe mucha más posibilidad de que lleguen al Maule personas afro descendientes, de piel negra, y será interesante ver cómo reacciona la sociedad maulina ante esta nueva realidad.

DE LAS CATEGORÍAS CLÁSICAS Y LAS NUEVAS REALIDADES

El Maule se siente más blanco que mestizo, es más patrón que inquilino. No, en realidad es como un inquilino apatrona’o. Es conservador y todo el mundo aquí tiene bastante claro cuál es su lugar. Ahora, tener que enfrentarse a esto de la inmigración puede presentar sus complicaciones.

El estereotipo, que es el primer salvavidas al cual aferrarse en tiempos de incertidumbre, va a quedar corto rápidamente, ya que el panorama se complejiza: seguirá existiendo el inmigrante vulnerable, dispuesto a vivir en condiciones muy precarias, pero están llegando también personas con niveles educacionales más altos, con otras competencias y con proyectos nuevos.

El inmigrante de hoy no es solamente el pobre en busca de trabajo, impulsado por factores económicos y laborales. El inmigrante no es solamente hombre. Origen y destino no se perfilan como dos lugares distanciados en el tiempo y el espacio. El inmigrante es mujer, y es una mujer conectada con su memoria, su familia, su casa. El inmigrante es persona antes que trabajador: se mueve porque se enamora, para reencontrase con un hijo, para tener nuevas experiencias de vida.

col3Por lo demás, no se trata solamente de transición, movimiento, ida y vuelta; la inmigración también puede construye proyectos de vida interculturales. Según datos del Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo, el número de nacimientos anuales de hijos/as de padres chilenos ha disminuido del 1,8% entre el 2010 y el 2014. En el mismo periodo, los/as hijos/as de parejas mixtas (chileno/a con inmigrante) ha aumentado del 40,3% y los/as hijos/as de padres extranjeros de un 75,3%.Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva generación de chilenos y chilenas con origen bi-cultural, que representa por un lado una oportunidad extraordinaria a nivel cultural e identitario, pero por otro una complejidad mayor; esto requiere, de hecho, un giro importante a nivel social.

Se requiere un trabajo serio con las “categorías” populares clásicas (en el sentido que son bien conocidas por todos) asociadas al inmigrante: si se ve “negro”, no es puta o narco. Tampoco es prieta, como suelen decirles en Antofagasta a las mujeres colombianas. Si se ve “negrito” no es esclavo (sí, aún se usa). Si se escucha “tano”, no es mafioso. Ah, y los franceses también se bañan.

DE LAS PRIMERAS Y GENERALES CONCLUSIONES

Todo esto es relativamente nuevo para el Maule; el roce con la diversidad se vuelve una realidad cada vez más cotidiana, y hay que comenzar a re-pensar el ABC de la convivencia. Primer tema, fundamental, y corriendo el riesgo de decir obviedades (que sin embargo hay que aprender): comprender que inmigrar es un derecho. Nadie es “culpable de inmigración”.

En segundo lugar, el Estado y la Academia en general tienen algunas tareas en esto; conocer más y mejor el fenómeno social de la inmigración en el Maule, e interpretarlo desde una perspectiva local: lo que sucede en Talca o Curicó es diferente a la situación de Santiago o Antofagasta.

Por último, si los procesos ligados a la inmigración hasta el momento han sido trabajados débilmente a nivel local porque se trata de una temática emergente, es importante actuar para fortalecer la integración entre la comunidad extranjera y local. Las condiciones de convivencia aún no están dadas, hay que conversarlas y construirlas, y se requiere el esfuerzo de todos: para ello, es necesario ejercer una actoría social colectiva, informada y solidaria, que sea fruto de la movilización consciente de los inmigrantes y que tenga acogida en la sociedad local.

[1] Podemos señalar la colonia italiana en San Manuel de Parral (1950), y la alemana Colonia Dignidad (1960)
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