El Mito — 13 mayo, 2015 at 4:35 pm

El lamento fantasma del paco rabioso de Lora

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Por Claudio Maldonado

Asombro, fervor, inocencia, espiritualidad, pueden ser estos los adjetivos que reflejen el actual sentir de la comunidad de Lora, un caserío perteneciente a la comuna de Licantén, en la costa norte de la región del Maule. Porque según varios de sus pobladores, hace ya siete años, que un extraño fenómeno está ocurriendo en la noche previa a su fiesta máxima: El baile de los negros dedicado a la Virgen del Rosario.

Es la misteriosa aparición del lamento fantasma del Paco Rabioso, un enigma que para muchos es una renovada muestra del poder celestial de la virgen y para otros un mero dispositivo publicitario para hacer más popular esta celebración, que data de los tiempos de la Colonia. ¿Cuál es el origen histórico – literario de este paco fantasma que se ahoga en sus lamentos? ¿Qué nos dicen los testimonios de la gente que lo ha escuchado y que incluso lo ha   visto? ¿Cómo un sencillo jubilado de Carabineros curicano en vida, ha pasado después de su muerte a disputar un sitio en el bestiario de la mitología maulina?

 

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UN MARCO HISTÓRICO

El profesor Marcelo Cartes Ulloa, Director del instituto Pro indígena del Maule y Dr en antropología prehispánica chilena, señala que estos años ha ido recabando, con interés, los escasos antecedentes que existen sobre el Lamento fantasma del Paco Rabioso. Sin embargo, es enfático en señalar que esta nueva “invención” no se diferencia de anteriores, ya que desde el siglo XVI no ha existido una evolución en la conformación de los mitos populares religiosos en Chile:

“Lo primero que debo decir es que durante la colonia los sacerdotes españoles tenían el deber de cristianizar a los “salvajes”, y que mejor manera de hacerlo, incorporaron sus santos, sus vírgenes, sus cristos, a los elementos propios de la cosmovisión de estos promaucaes del sector de Lora, que se dice, más encima, habían tenido también un cruce cultural con las negradas que tenían los españoles en el fuerte Vichuquén. Esta apropiación de lo católico, sobre los pueblos originarios, fue una estrategia muy calculada para imponer el credo. De ahí nace la leyenda: unos indígenas del sector de Lora encuentran en una quebrada a una virgen viva, que viene siendo la imagen de una virgen quiteña, la llevan a la iglesia de Vichuquén, pero esta desaparece y la vuelven a encontrar en la misma quebrada,la vuelven a llevar y vuelve a esfumarse y a figurar en el sitio primigenio. Entonces, se crea la necesidad de una virgen para Lora y de esta forma se le da una identidad católica a toda su población. Es así como todos los años se recrea, a través de una procesión, el camino que trajo a la virgen de vuelta. La escoltan los empellejados, que cubiertos con pieles de corderos, máscaras y látigos son los protectores oficiales. Los pifaneros con sus flautas sacan un ritmo muy básico de dos notas, que lo podemos traducir en que la virgen se va “de Vichuqénpa’ Licantén” los abanderados y las negritas son mujeres vestidas con atuendos mapuches y tienen sus caras pintadas de negro, emulando esa fusión que señalaba anteriormente. Y después de la procesión el baile dentro de la iglesia, elementos paganos, que de todas formas, giran siempre en torno al núcleo de la cristiandad. Lo mismopasa con el San Sebastián en Yumbel, o con el Cristo del Espino encontrado en Limache. Estrategias de apropiación muy eficaces para el poder, no sólo el eclesiástico, pensemos lo que hicieron los militares con el Miguel Ángel vidente de Villa Alemana.

Pero bueno, volvamos a Lora y al Paco Rabioso, que se está poniendo de moda. A mí la historia, me parece interesante, es un tema poco investigado, dentro de lamisma fiesta. En todo caso, para mí representa el recuerdo de la única prohibición en sus casi cuatrocientos años. Una interrupción que no alcanza la década, pero que afectó significativamente el sentir de sus habitantes. Los elementos del ito los veo en este orden: desde 1963 hasta 1972 llegan a Licantén unos sacerdotes estadounidenses y prohíben la fiesta, pues la consideran impropia, pues se canta, se grita, se tocan flautas afinadas con chicha de uva y en el fondo se obstruye el supuesto orden silencioso que debe tener la fe.

Sigamos con la trama: es muy probable que los Carabineros de la Comisaría de Licantén tuvieran que hacer efectiva la decisión del sacerdote, no creo que con violencia, pero sí en una actitud de vigilante fiscalización. Es de suponer, que en los mayores y los jóvenes de Lora, germinó un sordo rencor contra estos funcionarios. Ahí entramos en el terreno de las hipótesis palpables: después de esta prohibición viene la dictadura y luego una administración que recién el 2011, apoyada por la UNESCO, reconoce esta fiesta como Tesoro Humano Vivo. Con esto, me basta decir, que el Baile de los Negros ya es muy reconocido en Chile y que las nuevas generaciones de lorinos, apoyadas por las más antiguas, sienten que su fiesta ha superado las barreras de la autoridad terrenal, pues lo celestial no tiene detractores, no hay enemigos reales que la puedan derribar. Entonces el imaginario colectivo le da vida al fantasma de un carabinero retro que se lamenta todas las noches previas a la celebración, por haber cometido el error de haberle negado a la virgen la veneración de su pueblo. La culpa, acompaña al uniformado, aún después de la muerte y quizás el castigo será penar por siempre.

La fábula ha ido en desarrollo, estos últimos años varios habitantes de Lora dicen haber escuchado el llanto de un hombre viejo en la calle principal, otros afirman haber visto una mancha con forma humana de color verde que hace sonar algo así como una porra contra las rejas de la iglesia. No me parecería raro que en un par de años, en la misma fiesta, los lorinos incorporen como símbolo a este paco arrepentido, personificado en un actor que es azotado por los empellejados durante toda la procesión y que al llegar al altar pida perdón por el pecado cometido en los sesenta. También se podría dar que los mismos fieles elaboren un mono de aserrín pintado de verde y lo quemen, a manera de purga, una vez terminado el baile en la iglesia. Las posibilidades son variadas, la Virgen del Rosario permite muchas cosas, menos que le opaquen su luz.

 

TESTIMONIO

 

Nombre: Adriano Jara Caro.

Edad: 86 años.

Domicilio: Lora.

Ocupación: campesino.

 

Esto fue hace más de cincuenta años ya, con mi compadre, el finao Arsenio Labra, tuvimo una reunión con el cura gringo. Se llamaba Tomás. Dijo que no podíamos bailar en la iglesia, porque no tenía ná de religioso, y que la gente se curaba hasta quedar botá. Ahí nosotros le alegamos, si la iglesia era de la gente de Lora ¿por qué la iba a prohibir si el cura era de Licantén?, lo único que se hacía es que a los pitos se le echa chicha o vino. Había un comerciante reintruso, el pelao Rufino, ese le iba con cuento al cura, que poco menos la gente llegaba en carreta a vender vino y chicha a la iglesia, ya era mucha la lesera. Tuvimos otra reunión con el cura y ahí llegó con un Sargento de allá de Licantén, me acuerdo que era un colorín cogote corto, bien pecoso, peinado a la gomina el roto, no era tan joven, tenía comola edad mía, poquito más que el finao Arsenio, unos cuarenta años. El cura presentó al carabinero, Rolando Araya Molina se llamaba. Como éramos del comité de bienestar de Lora había que aclarar el problema, mi compadre, que en paz descanse, le preguntó muy respetuoso cuál era el motivo de su visita y el paco le hizo una musaraña al cura pa’ que contestara.

Ahí el padre nos dijo que lo único que podía hacer es que nuestro baile lo hiciéramoajuera de la iglesia y era algo que tenía que respetarse porque era una cosa de autoridad. Mal nos pareció pue´, cómo bailar en la calle si la casa de la Virgen era la iglesia, le volvimo a decir que eso de la borrachera era pura mentira, pero no hubo caso, ahí el gringo se puso de pie, se despidió muy sonriente, salió de la sacristía, nos dejó con el paco colorín. Mi compadre Arsenio tenía más desplante, le preguntó cuál era su opinión. Dijo que no tenía ninguna opinión, que Carabineros de Chile tenía que hacer cumplir la ley. “Yo no le estoy na’ preguntando como carabinero yo le estoy preguntando como cristiano”, le dijo mi compadre. Me acuerdo que el paco se puso colorao y perdió la compostura “yo no estoy na aquí como cristiano, eñor, si la gente quiere andar aquí con bailoteo y tomatera que lo haga en otro lao, no en la iglesia”.

Por muchos años no se pudo celebrar a la virgen, como siempre se había hecho. Por harto tiempo el colorín se pegó sus vueltas por acá, andaba vigilando, se metía a la iglesia, hacía una ronda, poca bola le dimos, ni el Pelao Rufino le hacía fiesta, lo teníamo bien multado por sapo. La virgen sufrió por harto tiempo y se cuenta que tampoco se le podía hacer mandas. La señora de Rubilar, le pidió hasta el último que le salvara a un hijo medio tísico que tenía, esto otros, los Penecos que eran peones en el fundo, se les murió una guagüita recién nacida, también le pidieron a la virgen, pero no pasó ná.

A la hija de Morales se le ocurrió poner cerca de la iglesia una animita de un primo atropellao que tampoco lo pudo salvar la virgencita. El caso es que después había la montonera de animitas con velas y fotos de todos los que se habían idopor la lesera de prohibir el baile.

Cuentan que pa’ un 18 la hija de Morales pilló al cura conversando con el colorín y medía cañoneá les dijo que pararan de ofender a la virgencita, que ya no iba a quedar solera pa’ tanto muerto que poner ahí. Duró harto tiempo la burrá, un profesor de la universidá habló con el Obispo de Talca pa’ que volviera la tradición, se habían perdío los pitos, la bandera creo que anduvo hasta por Cuba paseando, pero ahí nos arreglamos hasta la fecha. Al paco colorín no lo vimos más, parece que era de Curicó y lo trasladaron a Teno, no sé cómo era el asunto, nadie hubiera sabido más de él, si no es por esa vez que vino, hace como diez años ya, el año dos mil cuatro o dos mil cinco. Mi compadre Arsenio, que en paz descanse, estaba vivo todavía y era el abanderado del baile, ese fue el que lo reconoció.

Me acuerdo que ya había terminado la procesión y estaba toda la gente aentro la iglesia, empezamos a bailar con las negritas, los empellejaos también, unos de los pifaneros, ese año, era uno de mis nietos, estaba lleno de gente sacando fotos, de Curepto, Licantén, Curicó hasta de Linares había gente, cuando de repente el compadre Arsenio me dice: “Mire Chuminato, ¿qué no es el paco colorín ese que está ahí?” Sabe que no me costó ná reconocerlo y eso que estaba viejo igual que uno y medio pelao, bien terneao de celeste, el hombre andaba acompañao de un cabro flaco, un chascón crespo con lentes.

Entre todo el barullo que había mi compradre, que tenía harto desplante, se le acercó pa´ saludarlo. “¿No se acuerda na’ de mí? ¿viene a rezarle a la virgen?” El paco le estiró la mano muy serio, muy caballero, se notó que poco se acordaba de mi compadre. “Sí, vengo a arreglar una cuentas por estos lados”

“Hay que arrepentirse antes de morirse”, le dijo mi compadre. Y ahí el paco uso la mismita cara de ese día en la sacristía, se puso como jaiba y traspiró como diablo y con un ojo nos miraba y con el otro miraba a la virgencita. Ahí entre dientes habló: “Aquí recién vengo arreglar cuenta no más, oiga, no sé quién irá a salir pagando, si la virgencita o yo”.

Eso contestó ese paco diablo y dio vuelta la espalda. El cabro joven poco nos miró y al ratito se lo llevó del brazo y no lo vimos más. Esa fue la segunda vez que lo vi, la tercera fue el año pasao, pero ya estaba bien muerto el hombre.  Resulta que mi compadre cuando se fue me dejó a mí con el honor de ser el abanderado. Esa tarde noche fui a la iglesia a buscar unas correas de cuero que me habían lustrado las nietas de los Velázquez, entré a la sacristía a saludar al padre y no estaba, en eso que voy saliendo por la puerta y me da una cosa como un frío en la nuca, me doy vuelta y veo al paco sentado en el mismo lugar en que lo vi hace como sesenta años, estaba con el mismo uniforme de carabinero, pero viejo, más arrugao que cuando lo vimos en la iglesia. ¡Ándate de aquí paco rabioso!, le grité al cristiano y me quedó mirando lloroso.

 

“Ya pagué la culpa, ya pagué la culpa entera”.

Eso le alcancé a escuchar porque pa’ que dármelas de tan valiente, si esa cosa no era de este mundo.A la semana le conté al padre, me dijo que rezara, que la Virgen del Rosario todo lo cuidaba, incluso a los fantasmas.

 

MITO QUEBRADO

No fue fácil dar con Miguel Gutiérrez Araya, el nieto de don Rolando Araya, l ya famoso Paco de Lora. Tampoco fue fácil que accediera a darme una entrevista, su mayor temor era, que la presente investigación, pudiera afectar a su abuela.

El argumento, que en cierta medida convenció a nuestro entrevistado, fue que con su visión de los hechos podría aclarar ciertos aspectos de la personalidad de su abuelo, que en los testimonios lo perfilan como un ser con mucha culpa, con una rebeldía tenaz y sobre todo como una presencia fantasmal, que si bien no provoca un daño, no deja de producir un imaginario de terror clásico que puede seguir repercutiendo, por muchos años, en la memoria familiar.

 

 

¿Cómo te enteraste del viaje que quería hacer tu abuelo a Lora?

Fue bien extraño, yo hace mucho tiempo vivo en Mulchén, tengo un negocio de comida rápida ahí. Pasó que un día me llamó una de mis tías y me cuenta que el tata está muy enfermo. No me pareció tan raro, sufría de esa cuestión al corazón, le habían sacado líquido del pulmón incluso y ese achaque lumbar que le tenía gastado los discos de la espalda. Pero esa vez mi tía me dijo queestaba mal de la cabeza. Ahí me asusté y me dio pena, se nos estaba muriendo el viejo. Así que tomé un bus y llegué a Curicó.

 

¿Cuál era el ambiente que había en la casacuando llegaste?

Estaba la escoba, mi abuela estaba con ataque de nervios, apenas llegué mi mamá se puso a llorar y me contó que mi tata ya no estaba durmiendo, que lo único que quería era ir a Lora, que lo llevaran a Lora y que tenía que ser luego, porque tenía que resolver un asunto en Lora. El día anterior le había tirado la carbonada lejos a mi tía Laura. Nadie entendía nada, mi tío Alfonso me contó que todo había empezado ese día cuando se subió al techo a limpiar las canaletas, porfiado el hombre. Mi abuela no lo pudo atajar. El tema es que después no se pudo bajar y ahí le dio la rabia, le subió la presión y no había nadie más en la casa. Tanto sería que el hijo del Chocolo, uno de los vecinos, lo rescató. Ahí, según mi tío, empezó todo. Cuando yo llegué a Curicó no quería que nadie entrara a su pieza.

 

¿En qué estado se encontraba tu abuelo cuando lo viste?

Cuando llegué lo estaba viendo un médico. Dijo que mi abuelo pasaba por un cuadro de delirio senil, que ra totalmente reversible, pero que había que estar atento porque podría ser el inicio del deterioro de las funciones cerebrales. Le recetó un calmante suave, porque algo más era peligroso por su corazón. Al final había que cuidarlo hasta que se le pasara la fiebre por Lora, sobre todo por mi abuela que era la que más sufría. Fue raro, pero cuandole avisaron ue yo había llegado se alegró, aproveché de meterme a la pieza y lo saludé con harto cariño. Antes que me preguntara por mi pega y otras cosas le dije altiro: “¿Tata, por qué quiere ir a Lora?

 

¿Cuéntame cómo fue ese primer acercamiento en la pieza?

Nunca fui el nieto más regalón, de hecho siempre fui el que más le falló en todo, me pagó una carrera que nunca terminé, salí piticiego desde chico y no pude ser carabinero o gendarme como él quería. Pero era el mayor de los nietos y eso hacía que lo conociera más, que supiera cosas de él, cuestiones que ni él se imaginó hasta ese día que lo fui a ver. Cuando le pregunté por qué quería ir a Lora al principio se cerró, me dijo que eran cosas de él. Ahí le pregunté si tenía alguna cosa pendiente en ese pueblo. Me quedó mirando, puso los ojos brillosos y me dijo que sí, que tenía que arreglar unas cuentas con la virgen. Le pregunté cuándo quería ir y me dijo que para el día de la procesión de la Virgen del Rosario. El viejo estaba más lúcido que todos en la casa, tenía todo muy pensado.

 

¿Cómo terminó esa conversación?

El miedo más grande que tenía mi abuelo es que no le diera el cuerpo para ir, y que mi abuela, mi mamá y mis tíos sufrieran y no lo dejaran ir por loco. Ahí fue cuando le dije que no se complicara, que les hablara con la verdad, que no se cerrara, que les dijera que tenía que ir a hacer una manda a la virgen y listo. Mi tío Alfonso tenía la media camioneta, demás que lo podía llevar sin problemas.¿Y porque en Lora, Tata? ¿Usted conoció el pueblo en su juventud?Le hice hartas preguntas hasta que se me anduvo enojando y me tiró un pachotazo, que si yo tuviera un auto lo podría llevar, que no sabía ni manejar, o sea que al final yo era un pobre hueón que no tenía plata. Cuando salí de la pieza le dije a mi abuela que al final lo único que quería el viejo era ir a Lora a pedirle un favor a la virgen, que lo llevaran la última semana de octubre, que no era tan grave la cosa, quelo llevara el tío Alfonso, que el único que no estaba loco en la casa era él. Algo de caso me hicieron. Yo al otro día me volvía a Mulchén y la cosa en la casa estaba más tranquila, convencí a mi tío Alfonso que le ofreciera llevarlo, que le hablara bien amable y le dijera que no había problema. Mi tío Alfonso, que es de los mismos cortos de genio, dijo que lo iba a pensar, que dependía como se sintiera el viejo de salud y que esto y que lo otro y lo demás allá. Alojé ahí y al otro día entré a la pieza a despedirme.

 

¿Cuál fue el momento o el acto que hizo que tu abuelo se diera cuenta que sabías algo sobre su deseo de ir a Lora?

Yo nunca había tenido la confianza con él, cuando chico le tenía respeto y miedo, después un poco de rabia porque siempre decía que yo poco menos era un gañán. Pero ese día le dije no más, le volví a preguntar qué había pasado en Lora y me volvió a mirar feo, pero yo seguí, le dije que yo me acordaba cuando íbamos a Iloca en los veranos, ese Chevrolet gigante que tenía, con toda la familia y con la parrilla llena de colchones, cajas de tomate, balón de gas.Enero y febrero mi tata le arrendaba la casa al loco Latorre. Le dije que me acordaba cuando pasábamos por Lora, que le daba rabia parar ahí y tener que comprar mantequilla, que le subía la presión y que yo siempre me ponía a vomitar, justo en Lora, poquito antes de llegar al veraneo, algo le pasaba al radiador, o alguien tenía que bajarse a hacer pichí y siempre justo en Lora, se ponía furioso, y al ratito se le pasaba y volvía a poner esos tangos: “ Yo que viví mil amores que me van hablar de amor”. Le dije que me acordaba cuando una vez a mi tía Fresia se le ocurrió comprar un queso ahí en el fundo y cuando llegamos a la casa del loco Latorre nos dimos cuenta que la cuestión tenía un pájaro muerto adentro, yo me acuerdo la cara que puso, le dije, que algo siempre le pasaba con Lora y que yo siempre me había dado cuenta. Ahí me hizo callar y me pidió que por favor me fuera, no estaba llorando, pero le temblaba la pera al pobre viejo, me dijo que me cuida.

¿Cómo llegas a ser tú el que lo acompaña y no alguien más cercano como tu tío Alfonso?

Era viernes, yo estaba atendiendo el local, cuando me llama mi mamá, me dice: “tu tata quiere que vayas con él a la procesión en Lora”. Yo ahí le pregunté cómo estaba de salud y mi mamá me dijo que andaba como avión, que hace días que se levantaba. Igual, medio picado le dije a mi mamá que yo no tenía auto, que nos llevara mi tío Alfonso, pero ahí mi mamá me tiró por el desvío. Me dijo que llegara no más y ahí veíamos. Claro pues, al otro día llegué y estaba mi abuelo viendo tele en el living, me saludó muy amable y me dijo que íbamos a tomar un minibús, que se sentía bien del cuerpo.

Mi abuela no estaba muy convencida, pero al final igual nos preparó unos sánguches. Mi tío Alfonso nos dejó en el Terminal. Cuando ya estábamos sentados le pregunté qué había hecho en Lora en esos años, antes que me dijera cualquier cosa me aclaró que él no iba a pedirle perdón a nadie, que iba a aclarar unas cuentas pendientes, que él iba a cumplir con su deber, que por harto tiempo había sufrido por Lora y no se iría de este mundo sin que la virgen lo entendiera.

ALCANCES FINALES

Presentados los antecedentes históricos, los testimonios y la versión desmitificadora de uno de los cercanos, sólo queda esperar que la gran posibilidad de lecturas, en torno a esta figura del Paco Rabioso de Lora, siga enriqueciendo esta fiesta en honor a la Virgen del Rosario y al importante imaginario de todas las fiestas religiosas del país.

Parafraseando a Violeta Parra: ¿qué podríamos hacer con tanta plegaria sobre nosotros, con tantos infiernos, con tantos limbos y purgatorios, milagros y apariciones? ¿Qué hacer con tanta maravilla creada entre los sueños? Quizás hacer lo de nuestro querido paco llorón, volcarse a ellos, a sabiendas que algún día llegará la hora en que dejaremos de latir junto al rebaño.

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