Entrevistas, Portada — 28 diciembre, 2015 at 2:52 pm

DIÁLOGOS SOBRE LA CIUDAD FRITANGA

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Conversación con Ricardo Green, editor del libro Ciudad Fritanga, y Stefano Micheletti, Presidente de la ONG Surmaule, sobre este concepto que nos habla de los carros de sopaipillas, de los productos chantas y de una realidad precaria, pero que nos ayuda a pensar todo lo que pasa en las “nuevas” ciudades chilenas. Un remezón para comprender que también existen problemas urbanos fuera de las grandes metrópolis.

Por Cristián Rau

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Foto: Héctor Labarca R.

Ricardo, explícanos un poco qué consiste el libro Ciudad Fritanga (Editorial Bifurcaciones, 2014) y cómo nace el título.

Ricardo Green (RG): Este fue un concepto que salió para aunar los textos cuya intención inicial era pensar cómo se vive en la pequeña ciudad chilena, aquella que no entra en la definición de metrópolis, pero tampoco en el campo o el villorrio; quedaron fuera sólo Santiago, Valparaíso y Concepción. Del conjunto de cuentos que nos llegó emergió una idea de ciudad precaria, o precarizada; una visión popular pero no clasista, en el sentido de que la clase popular es una de las más ricas en producción cultural. Hoy en día, claro, esta clase popular se ve más indefensa y colonizada por tipos de prácticas y de vidas cotidianas que son de muy mala factura. A eso se refiere la ciudad fritanga, a la omnipresencia de carritos de sopaipillas y de papas fritas, que no tiene nada de malo por sí mismo, pero es malo cuando es lo único que hay. Es una ciudad donde todo se hace a medias, sobre frito, sin ninguna experticia, preocupación ni cariño y con bajo recurso.

 ¿La Ciudad Fritanga es, entonces, de mala factura?

RG: Hay, sin duda, una mirada negativa de este tipo de ciudades. Ahora, no es solamente una mirada mía sino que de treinta y cuatro autores que en sumayoría nació o vivió en estos lugares. Lo que nos llegó es una visión con mucha rabia: frustración contra las empresas, contra los políticos. Frustración con la contaminación; con el descuido generalizado. Vemos en estos cuentos una mirada un tanto romántica del pasado. Pero la visión del presente no es terrible, pero es aburrido, algo soso, la gente se quiere escapar.

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Ricardo Green

Ustedes vienen de afuera. Stefano, eres italiano, y Ricardo, naciste en Nairobi y has dado varias vueltas. ¿Cuál es la visión antes de llegar a la Ciudad Fritanga?

Stefano Micheletti (SM): Yo no pasé por Santiago, entonces mi llegada a una ciudad de esta escala fue directa. En Italia, antes de llegar a Talca, vivía en Padua, una ciudad con un número similar de habitantes, y cuando llegué acá aluciné completamente al ver ciertas cosas, que eran absolutamente distintas a mi imaginario de ciudad. De hecho, al llegar, al toparme con los caballos y esos aspectos rurales, fue todo un descubrimiento. Hay un elemento que es súper positivo, que es esa mezcla urbano –rural, que es una de sus principales características, junto con los diversos tipos de migración que se dan en estos tipos de ciudades. Entonces en este movimiento de personas dentro de esta mediación entre urbano y rural, se da una especie de Modernidad Fritanga, que tiene una gran potencialidad.

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Stefano Michelleti

RG: Yo no conocía Talca, pero sí este tipo de ciudades. Ya estando aquí, hay cosas que echo de menos de la gran metrópolis, como la vida pública y política que se da en la ciudad. Aquí la vida colectiva se da en las casas, de manera privada y entre iguales o conocidos, entonces no hay demasiado intercambio: es una ciudad cerrada sobre sí misma. Priman las relaciones de cercanía, o de sangre, más que la idea de sociabilidad. Es raro que en ciudades con tanta migración no exista esa cultura, acá se presenta alguien e intentan triangularlo entre sus redes de conocidos, lo que dificulta mucho crear una vida más colectiva. Ahora, eso no es solamente distinguible en esta región, en Chile es difícil acceder a otros círculos; ahí está la tesis clásica de Cousiño Valenzuela, que dice que uno acoge tan bien al extranjero para disolver su extrañeza, “hacerlo conocido”.

Existe un prejuicio sobre las Ciudades Fritangas, se las considera feas, atrasadas y hediondas. Incluso Rodrigo Salcedo, dice en el prólogo del libro Ciudad Fritanga que “se mudaban a Talca, a la barbarie”. ¿Cómo se mejora la vida misma en éstas ciudades si la percepción general es tan dura?

RG: Hay una imagen muy desfasada desde la capital. Nosotroshicimos una encuesta, en que un 56% de los talquinos no se sentía ni urbano, ni rural. Pero al ser consultados por cómo creen que los ven desde afuera, hay una enorme proporción se sentía rural; y, a la vez, al comparar la percepción de los atributos rurales versus urbanos, éstos últimos eran mejor evaluados. Es decir, la gente siente que desde afuera los ven como huasos, y eso no es bueno. Obviamente, hay una idea, de que el Maule es visto como un lugar atrasado, poco educado y donde no hay mucho que hacer. Puede ser contradictorio, esta percepción negativa de que los vean como huasos, en un sentido peyorativo, pero lo que le da orgullo a la ciudad, son estas cosas como huasas: Talca como el resguardo de la nación y de lo chileno.

SM: Fritanga tiene, al menos, dos posibles interpretaciones: uno, lo mal hecho, y eso existe y es evidente. Pero, lo mal hecho, también es esa producción ficticia de identidad. Pero hay una Ciudad Fritanga donde emergen estos espacios que son casi de contra nacionalidad, lo rural y lo popular que siguen viviendo sobre el asfalto. E insisto, ahí hay una potencialidad y algo muy interesante, es un lugar donde también podemos crear modernidad, entendiendo esta como el acceso a las tecnologías y de los edificios de treinta pisos en la Alameda. Se puede postular a una modernidad que sea una buena síntesis, bien hecha, dónde se encuentre lo urbano y lo rural.

Se habla, entonces, de asumir el desafío de dejar de concebir a las ciudades dentro de esta dicotomía urbano/rural y comprenderlas como “ciudades intermedias, rururbanidad o agrópolis”. Explíquennos esto.

SM: Lo primero es ponernos de acuerdo con los conceptos y significados, pero el debate ya está lanzado. En Chile sigue existiendo esta brecha: el debate académico versus la política pública, pero la realidad habla claro: Talca que es una ciudad según el INE y por dónde tú preguntes; porque 250.000 personas todas juntas hacen una ciudad. Ahora, casi la mitad se siente completamente rural o medio rural, entonces, a partir de esta percepción se está construyendo una nueva identidad, que está también tensionada y reforzada por los procesos de migración campo/ciudad que no paran. Sumado a los efectos post terremoto, donde entre 13 y 15 mil familias en Chile fueron trasladadas, pero también por resistencia de estas prácticas rurales dentro de la ciudad que existen y van a seguir existiendo.

RG: El concepto de Ciudad Fritanga es un tipo de ciudad intermedia en Chile y no esperamos que siga así. Espero lugares mejor pensados, mejor soñados, mejor vividos y mejor cuidados por los políticos y por la población en general. Son ciudades que no se piensan y se cuidan poco. En general el nivel de quienesestán a cargo es bajísimo. Pero creo que puede ser distinto, y por eso estamos acá. Es importante producir instancias de debate y discusión, y no es fácil en un terreno donde la gente no está muy dispuesta a conversar.

¿Qué efectos tuvo el libro Ciudad Fritanga?

RG: Es pronto para decirlo, pero creo que lo más importante es que se habló de que existían estas otras ciudades, porque cuando en Chile se habla de los problemas urbanos, se habla de Santiago básicamente y esto expuso que hay otras ciudades con otros problemas. Gracias a la prensa que tuvo el libro y a la lectura, ha contribuido a pensar en lo urbano pero no necesariamente metropolitano.

SM: Además, hay otra cosa, el nombre de Ciudad Fritanga molesta mucho.

RG: Claro, además el fin de todos estos esfuerzos es generar mayor discusión. Por ejemplo, en las elecciones pasadas para Alcalde, no hubo debates. O sea, hubo, pero no fue Juan Castro, que terminaría siendo electo. Un Alcalde debe tener una propuesta de ciudad y en la elección pasada no la hubo, entonces nosotros trabajamos para que en las próximas sí la haya.

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Foto: Héctor Labarca R.

En el libro Identidad e identidades en el Maule se plantea que el sistema económico imperante ha llevado aolvidarse al valor de la “territorialidad” y sus particularidades. ¿Cómo se soluciona eso?

RG: Tienes la vía capitalista, que tiene un valor, que consiste en homologar: todo territorio debe ser incorporado al sistema de producción y de consumo. Pero lo que ha pasado en el último tiempo, es que los territorios se levantan resistiendo esa homologación, buscando cosas que sean propias. Lo que pasa un poco con eventos locales, o con el vino, en que se busca lograr ciertas “marcas”, que te da valor, pero tiene el riesgo de la autenticidad real. La gente suele pensar, como monotemáticamente, yo no digo que no se haga la Fiesta de la Independencia, pero por qué no hacemos otras cosas también. Por ejemplo, como somos una gran región agrícola, porque no nos convertimos en los primeros en el Comercio Justo; por qué no somos la región punta en el buen vivir o en comidas orgánicas. Tenemos un 15% de la población ligada a la vida universitaria y no hay oferta ni vida universitaria para estas personas. Las autoridades tienen, en general, esta mirada demasiado monotemática, y trabajan en la lógica del pan y circo.

SM: En Talca, para dar ejemplos más concretos, están pasando cosas. Lo que sucede es que aún no hay una conexión clara entre esta aspiración al cambio – las incomodidades ya se dejan ver- y las comunidades. Tienes por un lado grupos que son fundamentalmente instituciones que no tienen acceso al poder,entonces muchas veces son inocuas. En la medida en que esta aspiración al cambio, estas actividades, logren enganchar con el territorio y entren en una lógica menos aisladas se pueden generar cosas. Hay otros cambios que vienen de afuera, que son menos controlables, como por ejemplo el tema de la migración.

 

En este mismo libro, cómo conclusión se postula que en general los maulinos quieren “ser urbanos pero desde un punto de vista local”. ¿Es eso posible?

RG: Cuando estábamos tratando de definir qué es Talca, nos dimos cuenta de que en definitiva no es una ciudad, sino que territorio interconectado, donde hay un tributo y una interrelación fructífera entre lo que podemos llamar Talca y sus alrededores. Es complejo definir hasta dónde llega Talca y empieza lo otro. Hay mucha comunicación y servicios que circulan, y en esta circulación hay prácticas rurales que se empiezan a asentar en la ciudad y viceversa. A esto sumémosle la llegada transversal de la información con la televisión satelital, y esto va acentuando otro tipo de consumo y otro tipo de expectativas. Más el ingreso de muchos jóvenes en la Educación Superior, sin duda que generan varios cambios, en la UCM tenemos un 60% de alumnos que no viven en Talca, claro vienen de Curicó y de Linares, pero también de Putú y de otros lugares ruralesA veces, esto genera quiebres con los padres ya que nacen otros tipos de prácticas y de valoraciones que van transformando las familias.

Ricardo dices en un artículo que “tenemos una gran oportunidad que no podemos seguir desperdiciando. Es hora de pensar la ciudad como algo más que huasos, banderas y animales muertos”

RG: No es en contra de eso, sólo creo que debemos ser más que eso. A Susan Sontag le preguntan si prefería a Dositoievski o a los Doors y ella dice algo así como que “no tengo por qué elegir. Váyase al carajo”. Hay que dar espacios a una sociedad democrática, a todo tipo de expresiones, a minorías, a migrantes, a universitarios. Hay que tener la inteligencia para no copiar modelos de desarrollo extranjeros, y ver qué tenemos nosotros para potenciar. Yo propuse, por ejemplo, hacer un Museo del Terremoto, que representa a identidad misma de la Región, y me hicieron pedazos en el Diario El Centro.

SM: Yo creo que el tema es la síntesis: no hay que ser más o menos huasos. Hay que ser capaces de mirar alrededor y ver cómo es la realidad. El punto es cómo lo hacemos bien, ahí está el tema. La región ya se siente al mismo tiempo urbana y rural, eso es así, y ese es justamente el patrimonio. Claro, lo importante, es resignificar estos conceptos- porque claramente hay una serie de estigmas frente a la ruralidad -en una clave moderna.

* Ricardo Greene es Sociólogo, Magíster en Desarrollo Urbano, Documentalista y PhD (c) en Visual Anthropology por Goldsmiths; Director de la revista Bifurcaciones y editor del libro Ciudad Fritanga (Editorial Bifurcaciones, 2014)

** Stefano Micheletti es Licenciado en Ciencias Forestales y Medioambientales y Magíster Internacional en Cooperación para el Desarrollo y Responsabilidad Social y Ambiental. Presidente de ONG Surmaule, integrante del CEUT – Centro de Estudios Urbano-Territoriales, coordinador del Observatorio de Ruralidad del Maule y docente asociado en la Universidad Católica del Maule.

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