Destacados, Entrevistas — 8 octubre, 2015 at 9:33 pm

Alberto Fuguet: “Si uno no vive en Tokio, en Nueva York o Berlín uno vive en la periferia”

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Por José Tomás Labarthe
 

Muy chileno para ser gringo, muy gringo para ser chileno. Alberto Fuguet es la frontera. En el apogeo del boom latinoamericano y de la literatura comprometida tiró la idea de Mcondo y le dieron duro. Esa idea, sin embargo, envejeció bien. Hoy se sigue actualizando en crónicas que parecen cuentos, novelas con poemas largos, poemas largos que no son poemas, ensayos poéticos llevados al cine, películas de escritores que escriben novelas. Sus últimas publicaciones dan cuenta de esta realidad, ambigua: los no lugares (Tránsitos);las investigaciones periodísticas con algo de ficción (Todo no es suficiente); las ficciones periodísticas en busca de verdad (Missing). A tono con Fuguet lo que viene a continuación es una entrevista, pero sin preguntas. Una conversación que parece monólogo sobre escritores y escrituras, donde se fugan sus respuestasen voz alta, como un hombre que habla solo mientras cruza la frontera.

fuguet

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“Ediciones UDP compiló un libro de escritores malditos, como la Bombal o Rodrigo Lira en Chile, Pizarnik en Argentina o César Moro en Perú. Habían varias acepciones para definir esta maldición. Muchos de los protagonistas de este libro las cumplían todas.No ser conocido en su casa, esa era la primera. Si un peruano era conocido en Lima no podía estar en el libro porque significaba que algo había triunfado. Ser odiado. Haberse muerto literalmente de hambre. Y la últimaera que su muerteocurriera por razones patéticas: murió antes de tiempo, se suicidó, lo mataron. A mí me encargaron una crónica sobre la vida de Gustavo Escanlar. Leila Guerrero era la editora de este libro, una gran editora a lo americana, que cree que la crónica es el gran género, el género noble de este tiempo. Yo nunca me había enfrentado a una editora como ella. De hecho la pelea comenzó con la primera frase del libro. Yo comenzaba narrando la obsesión que Gustavo Escanlar tenía con un asesino en serie uruguayo. Entonces ella me pregunta: ¿tú dices que este tipo es un asesino en serie. Sí digo yo.¿A cuánta gente mató?. Yo en ese momento no sabía. A 3 o 4, supuse.¿Y eso te parece serie? A mí me parece que eso es poco serio de tu parte. Dios mío, con esas nos vamos a ir. Ella quería ser como en el New Yorker, datos súper precisos. Corroboración de datos. Entonces tuve que averiguar cada detalle del asesino que obsesionaba a Escanlar. La cosa terminó en conversaciones del tipo: Leila, el asesino mató y violó a 3, a una la violó no más y a los otros les pegó. Al final me dejó poner esa frase pero no cambió de opinión. Yo igual que matar a tres personas no te hace un asesino en serie. Fue muy entretenido trabajar con Leila”.

marditos

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 “Todo periodismo tiene algo de ficción. No se puede siempre decir la verdad. Pero en el caso de Gustavo Escanlar tuvo bastante poco de ficción. Lo que pasa es que el personaje parece de mentira. Yo era muy joven y trabajaba en la Zona de Contacto del Mercurio. Me llegó al diario un sobre con estampillas uruguayas. Adentro venía un libro autoeditado de una editorial muy pequeña. El libro se llamaba Oda al niño prostituto, por Gustavo Escanlar. Yo nunca había visto un libro así, una portada así, lleno de viñetas porno, de cómics como de los ochenta, con imágenes robadas me parecía a mí. El libro se transformó rápidamente en un libro de culto, entre la gente de la zona, y luego afuera. Yo quedé fascinado con su propuesta. Después lo incluí en Mcondo, que era una antología para molestar, para decirle a los gringos que en América Latina no todos escribían como García Márquez ni vivían con tucanes de mascota. La última vez que estuve con Escanlar fue en Madrid, en un congreso de escritores. Él estaba totalmente drogado y sobregirado. Mario Benedetti estaba de maestro de ceremonias, muy viejito y toda la gente lo amaba. Buenas tardes, estoy muy impresionado de ver a tantos jóvenes, comenzó a hablar Benedetti, yo fui joven, sigo siendo joven, no importa tener 80 años uno siempre es joven…Y en eso irrumpe Gustavo Escanlar, vociferando desde el fondo del auditorio:¡Mentira! Todos nos damos vuelta y ahí estaba Escanlar, sin camisa, guatón, peludo, peludo mal, la espalda llena de pelos, transpirado. Esta bola humana gritándole a Benedetti: ¡mentira, no mientas, tu nunca has sido joven hijo de puta! Gustavo era una especie de cronista de su propia vida. Un tipo medio punk, loco, drogo, border”.

escanlar

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“Mucha gente se queja: yo estoy lejos, yo vivo en la periferia. Si uno no vive en Tokio, en Nueva York o en Berlín, uno vive en la periferia. Ya París incluso es periferia. Alguien que vive en Sicilia está en la periferia. Santiago ya en Buenos Aires es una periferia. A mí me parece que es un agrado estar en la periferia, es una oportunidad. Por eso me encantó el concepto de Ciudad Fritanga, el libro editado por Ricardo Greene (Editorial Bifuraciones). Ciudades fritangas son todas las ciudades donde venden sopaipillas en los terminales de buses. Ciudades que tienen un lazo extraño entre el pasado y el futuro. Uno podría no estar de acuerdo con esta idea, arbitraria, pero me compro su tesis. Me gusta la idea de que ciudades que no son tan grandes tienen tanto caos o más que una ciudad inmensa. La gracia de una ciudad pequeña es que está todo más cerca. Y lo atroz es que está todo más cerca. Me gustaría que este libro se pudiera hacer en Santiago, a través de sus comunas o barrios. Ahí yo me identificaría. Yo siento que no soy de Santiago y nunca he intentado representar a todo Santiago. Mis libros y películas son acotadas y yo también. Escribo de unos pocos lugares y me atrevo a decir cuáles son. Mientras que hay gente que vive en ciertas comunas y no quiere contar. Hay comunas, ciudades, regiones más rentables que otras. Rentable en un sentido no económico. Temuco es rentable, por ejemplo. “Yo vengo de Temuco”. Perrito, pasa. Tú eres mejor que yo porque has sufrido más, tienes más problemas que yo, eso altiro te da un peso literario. Yo pienso que eso no es así”.

Nueva imagen

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“Quizá es bastante conservador de mi parte. Reconozco que aquí se me sale todo mi lado de vieja que toma once. Pero para mí la televisión es lo peor. La farándula. Don Francisco es el verdadero mal. Ahí tiro mi línea. Tal como para una época el crack fue el compromiso ultrapolítico, y para otra época fueron efectivamente las drogas o el sida, para mí generación y para la que viene la droga son los medios de comunicación, las redes sociales, el deseo de fama. Un ejemplo de alguien que se adelantó fue Enrique Lafourcade. Yo siento que él perdió mucho prestigio por estar en Cuánto vale el show. No hacía falta. Yo estoy en Internet y todos los días estoy conectado. Muchas mentes brillantes están gastando sus neuronas en Internet. Sólo digo hay que tener cuidado con lo que uno escribe porque uno no tiene tanta creatividad. Clint Eastwood lo dice. Es como un aceite. Uno tiene determinados litros de capacidad. Conozco gente que ha gastado la mitad de su aceite en twitter. Yo lo prefiero gastar en libros”.

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