Ensayos — 5 enero, 2015 at 10:06 pm

VIOLETA DESHOJADA

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Por Samuel Maldonado de la Fuente

La fama es un móvil muy poderoso, cuya ambición es una morbosidad descomunal. Entre los escritores la búsqueda de la notoriedad social ha sido históricamente un motor que mueve pasiones. Pero a veces, el escudriñar en la historia personal de artistas que han trascendido por su creatividad, asertividad y su mensaje, nos puede llevar en forma débil, a hablar en voz baja ante el único interlocutor válido, una página en blanco.

Sin pecar de impertinente, descubrí en mi biblioteca un pequeño libro de Luis de Góngora y Argote (1561-1627), autor del siguiente poema:

«Por una negra señora

un negro galán doliente

negras lágrimas derrama

de un negro pecho que tiene.

Hablóla una negra noche,

y tan negra, que parece

que de su negra pasión

el negro luto le viene.

Lleva una negra guitarra,

negras las cuerdas que tiene,

negras también las clavijas,

pues negro es el que las tuerce.

«Negras pascuas me dé Dios,

si más negros no me tienen

los negros amores tuyos

que el negro color de allende.

»Un negro favor te pido,

si negros favores vendes,

y si con negros favores

un negro pagarse debe.»

La negra señora entonces,

entufada del negrete,

con estas negras razones

al galán negro entristece:

«Vaya muy en hora negra

el negro que tal pretende,

que para galanes negros

se hicieron negros desdenes.»

El negro señor entonces,

no queriendo ennegrecerse

más de lo negro, quitóse

el negro sombrero y fuese”.

 

Bueno, esta creación posee una extraordinaria similitud con Casamiento de Negros de Violeta Parra. Multifacética artista nacida en San Carlos, Chillán, hija de un profesor de música en una numerosa estirpe de geniales creadores, nueve en total. Pero es menester decir que su procedencia de la ruralidad de principios del siglo XX, le otorgó la intensidad poética de la naturaleza humana y social; de los personajes, el universalismo rural; el pueblo como una estampa de soledad, un arte que la incita a rescatar el sentimiento y el alma de lo evocativo. Violeta siente el impulso natural que mueve a todo artista, «vocación social» que comparten todos los poetas en sus obras como líneas de pan, de amor, líneas de fe, nostalgia de un pasado que cabalga en sus versos. Aquí deambulan los cerros, las nubes, la luna y personajes del pueblo, que emergen con magia a través de la evocación.

 

La poesía de Ruiz de Góngora, seguramente fue plagiada por Violeta, así como lo hizo Neruda y muchos otros grandes poetas, pero en ella tiene una justificación o incluso un mérito, ya que con las limitaciones de la época, avanza a pasos agigantados por el sendero creativo de la música. Así, encuentra una potente motivación que proviene de su hermano Nicanor Parra, el que le indica como cavar en la tierra de la ruralidad para extraer su esencia primitiva. No me cabe la menor duda, que haber plagiado a Ruiz de Góngora, demuestra la inquietud intelectual de cultivarse para desarrollar un mensaje social, acorde con su personalidad soñadora.

Su voz trae desenfreno como un río que nace en el techo del mundo y muere en la tarde esparciendo sangre en el cielo, un río que amanece en velo, vivencias de un pueblo construido en el agua, cerros con su elegía de brumas, los hombres estampando al atardecer, silencio de caseríos o la tierra de nunca jamás.

Cuando en 1952 invade esa ruralidad, extrayendo las tonalidades del pueblo, con sus acordes, la naturaleza del canto popular recorriendo esta extensa y diversa tierra, plagada de rincones ocultos por la aristocracia dominante, abre una puerta al Chile auténtico y natural, tal vez aborigen, mestizo, colonial, multifacético y pobre. Encuentra restricciones en el sendero, calles polvorientas, chozas misérrimas, limites que le llevan a asumir una lucha inclaudicable, que le hacen sucumbir.

Allí se forja la Violeta Parra real, generosa, creativa, combativa, universal. Pinta, borda, no hay arte que se le resista; compone música, se eleva, se relaciona y viaja por el mundo, ha conquistado el universo. Del 52 a la década del sesenta, viaja y crea maravillas, el mundo le abre las puertas, Europa se rinde a sus pies. Es observada por grandes de la música del siglo XX, le reconocen su mensaje. Su viaje a Suiza en 1952, le abre puertas a la universalidad, pero retorna a su Chile amado, donde desarrolla toda su creatividad musical, en especial en la Peña de Los Parras, en la calle Carmen 340 en Santiago, en una carpa; graba discos de música instrumental. -Viaja a Bolivia en 1966, ofrece conciertos en regiones del sur de Chile, continúa grabando acompañada de sus hijos. Regresa a Santiago para continuar su trabajo en La Carpa, escribiendo allí sus últimas canciones-…

Es Violeta del Carmen Parra Sandoval que sirve de inspiración a muchos artistas, es admirada, pero también envidiada y algunos de sus congéneres le toman distancia.

Existe controversia sobre su lugar de nacimiento, (San Fabián de Alico o en San Carlos, en octubre de 1917 ) debido a subdivisiones políticas y administrativas que sufrieron cambios. Se adjudica como «la cuna de Violeta Parra»la casa ubicada en la calle El Roble N°535-531 que fue declarada monumento histórico en 1992. En 1938 se casa con un empleado ferroviario de apellido Cereceda con el que tiene a sus hijos Ángel e Isabel. El 49 nace Carmen Luisa Arce Parra, hija que tuvo con Luis Arce y posteriormente nace Rosita Clara en 1952. Estos hechos anecdóticos son parte de una infinidad de información que ya todos conocen.

 

El desenlace

Violeta empieza a percibir la incomprensión de sus coetáneos, de sus congéneres músicos, del público de la época en que se desarrolla la inspiración. La carpa estaba instalada en la comuna de La Reina, con el plan de convertirla en centro de la cultura folclórica, referente que no tiene una respuesta motivadora. La soledad de las presentaciones, la ausencia de público, la lleva a cuestionarse, a irritarse con facilidad y desalentarse definitivamente.

Patricio Manns revela un hecho importante en el desenlace suicida de Violeta. Unos tres días antes del adiós definitivo, se reúnen un grupo de músicos que iniciarían una gira al sur del país, por lo que percibirían una importante suma de recursos, entre ellos Rolando Alarcón, Víctor Jara y Patricio Manns. A la reunión llega Violeta un poco alterada y pide a los presentes su apoyo para salvar la Carpa de la Reina. Se discute mucho, Manns accede a traspasar su parte a Violeta, el resto de los asistentes le increpan que no es problema de ellos y que el autor de Arriba en la Cordillera no debe ceder su parte porque a todos les cuesta lo mismo. Indignada la artista dispara epítetos de grueso calibre y les profiere maldiciones. Esta difícil situación, sumada al término de su relación con Gilbert Favre, quien se marcho a Bolivia en 1966 (historia de amor trunca, plasmada en la canción RunRun se fue pa´l norte), detonaron el final de Violeta, que se suicidó el 5 de febrero de 1967, a los 49 años de vida. Todos sabemos que existen muchos mitos en torno a su vida, pero no podemos negar que nos queda la sensación que vivió intensamente, cuyo sueño no cumplió en vida, pero que hoy es un referente de la música folklórica nacional. Sus amores fueron pasionales, los cuales no pudo retener, lo único que realmente fue suyo, es la música generosa que creó y legó al las generaciones posteriores.

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