Portada, Reportajes, Sin categoría — 17 diciembre, 2016 at 11:55 pm

Revisión al cuerpo femenino desde la escritura de género

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Entrevista a Carmen Berenguer

Por José Tomás Labarthe

 

sssssAdvierto una relación entre tu libro Naciste pintada y el poema Todas íbamos a ser reinas de Gabriela Mistral. Este cuestionamiento, en tu caso, al maquillaje, al ritual del embellecimiento, cuyo objetivo final es convertir a la mujer en reina.¿Qué alcances para ti tiene esta figura?

El filósofo y poeta chileno Patricio Marchant, en su libro Escritura y temblor, revisa lo que hizo la gran sabia, la gran vieja Gabriela Mistral, a través de un análisis de la Gabriela no como la gran madre, emblemática, sublimada, desexualizada, sin seno, sin teta, como nosotros la hemos venido conociendo. La Gabriela que escribe sobre los niños, la Gabriela maestra, subestimada tremendamente por la élite cultural literaria chilena, élite de clase, élite de raza. Este ejercicio es el opuesto al que hacen, por ejemplo, Vargas Saavedra, o Jaime Quezada, todos estos señores que quieren presentarnos a la Gabriela de una forma que existe solamente en sus cabecitas masculinas, y al mismo tiempo han tratado que todas nosotras las mujeres pensemos que la Gabriela es así.Y no lo es.

 

Marcas el punto feminista.La mujer que comienza a mirarse a sí misma ya no desde el punto de vista del hombre. La cuestión del régimen de la mirada.

Efectivamente, el punto feminista es deconstructivo a lo que a nosotros nos enseñan y nosotros tenemos que hacer una racionalización de lo que nos han enseñado. Según lo que cuenta Marchant, Gabriela Mistral habría escrito sobre textos fálicos, y sobre su propia homosexualidad, sin saberlo. Para nosotros el desafío es lograr descifrar los signos que nos han hecho mujer. También entender que no existe la mujer, ni tampoco existe el hombre, es un problema cultural. La mujer son puros significantes.¿Y qué dice el significante mujer? Que la mujer es tonta, floja, puta, bruja. Lo mismo que la homosexualidad. Son las construcciones del otro que somos capaces de elaborar.

 

Asoma el problema de la otredad. Del cuerpo textual femenino.

El feminismo de los años setenta decía que la mujer escribía y que tenía una letra, que había algo así como un texto escrito por una mujer. Sin embargo la Susan Sontag discutía con esa idea, pensando que no se puede saber si un texto está escrito por un hombre o una mujer. Pero cuando uno piensa en la otredad, por ejemplo, quién construye al otro, cómo se construye al otro, quién construyó al negro en Estados Unidos,uno empieza a pensar que hay una poética diferenciada, porque hay un modo de ver al mundo del otro lado que me hace distinto, y que por lo tanto yo estoy viendo otras cosas que no ve el que está al otro lado. En ese espacio sí podríamos decir de que hay un sujeto, una construcción de sujeto femenino en los textos, en la cual la mujer puede decir ciertas cosas. No se engancha con el universalismo que decía Jacques Derrida cuando hablaba sobre la metafísica de las cosas estables en la modernidad y la postmodernidad. En la modernidad no entraron las mujeres, los homosexuales, la diferencia, y no entró tampoco la gente de color. Ahí está la otredad.

 

ssssEugenia Brito destaca, entre los ejes de significación de tu poesía, “a la mujer como cuerpo especialmente oprimido”.

Eso me recuerda lo que comenta Julia Kristeva sobre la maternidad. Ella dice que el estado de maternidad que siente la mujer la hace salir de sí, es decir estaría en un estado “poético”, del sí mismo de la poesía.

 

¿Ese estado es semejante al verso Las lunas de la locura, en el caso de la Lucila del poema de la Mistral, o La loca del pasaje, en el caso de tu Raimunda?

Exacto. Es que la Kristeva señala que hay una pre-hipnosis de signos y de lecturas que nos constituyen. Eso tiene que ver con el lenguaje. Entonces muchas veces leemos los textos, tanto de poetas masculinos como de mujeres, y vemos que allí tendrían que haber ciertas claves que podrían determinar algunas sujeciones femeninas u otras masculinas a partir del lenguaje.

 

sHagamos un arqueo. ¿Podrías indicar cómo progresa esta mirada femenina de la cual venimos hablando a partir de algunas escritoras chilenas claves del siglo XX?

A partir de Gabriela Mistral se genera lo “matríztico”, utilizando un concepto de Humberto Maturana. La matriz, la génesis del lenguaje. Yo diría que con ella aparece otro género que no conocíamos, un género homosexual, que no está incorporado en las lecturas académicas. Ese es un aporte de la Gabriela. Luego, Winnet de Rokha fue una de las adelantadas. Nadie la leyó porque tenía un marido muy grande, un matrimonio que la sumía como “la señora de”; pero ella era moderna, avanzada, y nadie nunca habló de su vanguardismo. Allí hay una deuda. Después tú tienes a la Violeta Parra, una gran poeta, una contradicción constante, reflejada en sus textos y en su propia vida. Pero a la Violeta no la consideraron poeta, la consideraban solo cantante. ¿Por qué? Porque era popular. Ahí hay otro castigo clasista y elitista. La Bombal construye una nebulosa sobre sí misma. Esta mujer se encerraba en una nube, y esa es una categoría del machismo, una lectura clásica machista. Invisibilizar a la mujer. O autoinvizibilizarse, que es lo que hacemos también.

 

¿Y tu generación?

Aún no logro despegarme. No sé si nosotros hemos realizado finalmente un paso más allá. Diamela es una gran narradora. Una mujer que dilucidó el mundo patriarcal, el mundo del poder a través de la novela. El gran análisis de la familia latinoamericana, desde el punto de vista psicoanalista, del lenguaje, la represión del sujeto femenino. Y la Cecilia Vicuña fue una de las primeras poetas hippies de la época. Su maravilloso poemario Sabor a mí es muy desafiante. Ella ha trabajado su propia metáfora de la mujer, desde un aspecto más simbólico.

 

ssHay una diferencia que es bastante notoria cuando uno lee a todas estas autoras que señalas, en secuencia. Las referencias sexuales, por ejemplo, en el caso de la Mistral, son alegóricas. Luego en Bombal aparece poderosamente el deseo, pero sin autorealización. Y finalmente cuando llegamos a una poesía como la tuya, no hay ningún problema en llamar al cuerpo humano por su nombre. Incluso ese recurso se extrema. Es como si el cuerpo, la piel, el vientre, se convirtieran en un campo de significación.

Una de las características de la poesía de la mujer en los ochenta se constituye a partir de una especie de reconocimiento corporal, de manera simbólica, de lenguaje, de formas. Una de las poetas en las que esto se aprecia especialmente es en Soledad Fariña, en su libro Albricias, donde hace un reconocimiento específico de una bisexualidad. En Verónica Zondek también. En todas ellas se simbolizó el cuerpo personal, las llagas personales, los dolores personales.Yo lo hice también en A media asta, personalizar a través de la historia de la mujer, de los castigos que hemos recibido durante siglos: ¿cómo mirar? ¿cómo comportarte? ¿cómo peinarte? A mí me castigaban todo el tiempo por el pelo. Quiero verte la cara, me decían. Había un castigo constante en normalizarte, como dice Focault acerca de los cuerpos. Ese fue un gran momento de la poesía de la mujer, a partir de ese reconocimiento, de ese signo de saberse mujer en un punto de vista metafóricamente.Otra de las cosas esenciales fue pensar en el falogocentrismo. En la centralidad del falo en la literatura y en cómo las mujeres podíamos voltear ese falo a través del lenguaje.

 

¿Cómo se actualiza hoy esta relación con el cuerpo? ¿A quién destacas?

Nosotras ayer éramos más preciosistas, utilizábamos un lenguaje más simbólico, más cuidado, la represividad de la lengua la sabíamos voltear pero por medio de ciertos silogismos. Hoy día hay chicas desde el hip hop que hablan de la vagina y de su cuerpo de una manera muy desembozada. Hay una que se llama La Torta Golosa. Otra periodista, de apellido Tobías, escribió un libro llamado The wonder woman. Ella va tirando flechas para todos lados, incluidas las feministas. Con mucha soltura de lenguaje y mucho manejo de discurso, de discurso del poder. Y así hay varias más. Hoy estamos hablando desde otros lugares y desde el mismo lugar.

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