Destacados, Entrevistas — 25 septiembre, 2019 at 3:05 pm

Poesía del conocimiento y de lo sensible

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Conversación con Verónica Zondek

Por Jorge Polanco – Fotos Tamara Katz

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En el mapa de las escrituras valdivianas, pervive actualmente una diversidad de poéticas y trabajos que saltan el arco generacional. Entre los más grandes y los más jóvenes en edad, se percibe una pérdida de la generación intermedia que, en la primera década del 2000, contribuyó a crear actividades y publicaciones. Por la falta de trabajo fuera de la universidad, gran parte de estos escritores no han podido quedarse en Valdivia (salvo Yanko González, Pedro Araya, Antonia Torres y Yenny Paredes excepciones vinculadas al trabajo académico). Mientras que los más jóvenes —muchos de ellos ligados a la Universidad Austral— mantienen una relación de amistad, formando grupos de discusión, lecturas mutuas e intervención política. En la otra esquina de este arco, las y los poetas más grandes están plenamente vigentes, publicando y participando en actividades de diverso tipo. Además de Sergio Mansilla, Bruno Serrano, Pedro Guillermo Jara (recientemente fallecido) y Ricardo Mendoza, por ejemplo; destacan en este grupo heterogéneo, tres escritoras de la misma generación, diferentes en sus poéticas y prácticas: Maha Vial, poeta y actriz, su escritura da cuenta de una poesía que hace emerger en el poema los gestos que sobrepasan el lenguaje; Heddy Navarro, poeta y referente político, ha conjugado una escritura junto a una práctica desde el lugar de las mujeres fundamental en la región; Verónica Zondek, poeta y traductora, ha ubicado su espacio vital en Valdivia, conformando una escritura donde cuerpo, poesía y ciudad se entrelazan en el ritmo lírico. No sé si en la actualidad exista en otra zona de Chile la vigencia de tres poetas mujeres con tal densidad y amplitud de influencias como las mencionadas, que permeen en la poética de un territorio. A Verónica la conocí en Valparaíso a principios del año 2000. En ese entonces me invitó a presentar El libro de los valles, y luego continuamos una relación de amistad que dura hasta hoy, que coincidimos en Valdivia. Es una poeta lírica, de un verso filoso que sigue la ruta de Celan, Mistral y Vallejo; con un oficio ligado también a sus traducciones y una experimentación del verso, extraña a las corrientes narrativas actualmente en uso. Vinculada a la vertiente poética de Humberto Díaz-Casanueva, Verónica Zondek ahonda en la autorreflexión de la escritura y la extranjería de la situación inadmisible del poeta y de la poesía en el mundo contemporáneo. Autora de varios libros desde la década de los ochenta; creadora de talleres de lectura y gestora cultural —en este país del desamparo, de los formularios y del paper—, su labor poética se extiende a los diversos planos de las palabras que resisten a la estandarización del neoliberalismo.

Recientemente publicada por Editorial Lumen, establecimos una pequeña conversación con Verónica Zondek.

 

¿Qué te parece el término de » Pueblos Abandonados»

“Pueblos Abandonados” es un término que nombra a un colectivo de escritores que anota con claridad su posición respecto al centro literario que es Santiago. Eso no cabe duda. Sin embargo, más allá de nominar a este colectivo, estas dos palabras contienen para mí una ambigüedad de la cual no puedo sustraerme. El concepto, como yo lo leo, hace referencia no tan solo a los pueblos alejados del poder central, si no que también a pueblos que son abandonados por sus habitantes porque la fuente de ingresos se agotó, o ya no es rentable, o a aquellos donde la actividad extractiva y contaminante condena a sus habitantes a la muerte o la enfermedad y los conmina a dejarlos: los pueblos salitreros, Lota, Puchuncaví, Chiloé, por dar algunos ejemplos. En esos territorios, el abandono erige cáscaras u osarios arquitectónicos que se convierten en “instalaciones de la historia” (un ejemplo material de esto lo recorre mi libro Instalaciones de la memoria) y es posible leerlos como a un libro abierto y tri-dimensional.  Este segundo modo de entender el término “pueblo abandonado”, es el que a mí me hace más sentido.

k3¿Qué significa para ti esta forma de inscripción de la literatura creada fuera de Santiago?

Digamos que moramos en lugares abandonados del poder central, y que, leída desde Santiago, nuestra literatura es periférica.  Sin embargo, este modo de entender nuestra escritura tiene sus bemoles. Para sentirse parte de un territorio abandonado por el centro, hay que pensarse primero como dependiente de aquel. Yo pienso más bien que es perfectamente posible crear un corpus literario que se narre a sí mismo y se relacione desde la periferia con la de otros territorios. Es decir, hablarle a los coterráneos descentrados, vecinos del barrio del día a día, gracias a la creación de un lenguaje en sintonía con nosotros mismos. Los habitantes de estos territorios somos perfectamente capaces de tomar el toro por las astas. Creo que el lugar que habitamos, constituye el centro de nuestra experiencia. Y, cómo no, si somos honestos, escribimos y generamos desde ahí la huerta literaria que nos habla.  Porque ¿centro de qué o respecto a qué o a quiénes es Santiago? Esa mirada centrista de la región respecto a la metrópolis se asemeja mucho a la mirada que tiene de la metrópolis respecto de la literatura del norte y por lo mismo es una mirada que nace del ojo colonizado de sujetos que se enanan ante el rey, y que suele presentarse ante sus súbditos como centro único y plenipotenciario además de fiel representante de Dios sobre la Tierra. Pienso que este es un problema que trasciende en mucho a la literatura y me parece que es una de las tareas pendientes y a tomar en cuenta seriamente.  Cada uno de nosotros, habite donde habite, tiene acceso a lecturas y a realidades que construyen el ser que somos. Y si existe la urgencia de escribir, pues existe desde allí y gracias a esos frutos que nos alimentan. No es posible hablar con honestidad sino desde donde habitamos, aunque la imaginación nos pueda hacer volar a cualquier lugar. Ahora, es cierto que en la metrópolis abundan más los espacios críticos, editoriales y distributivos, pero eso solo se explica por el hecho de que no nos hemos hecho cargo de nuestras propias necesidades y nos auto-ubicamos en el lugar de aquel al que le deben y no en el de aquel individuo autónomo que puede y debe crear sus propias redes e imaginarios. De hecho, creo que, cada vez con más frecuencia esto sí se está asumiendo y, que los territorios alejados del centro producen y se preocupan hoy más de sus creadores y creaciones, resultando ser éstas también de interés para aquellos que habitan la metrópolis. Así es como siempre nace y se genera una poesía que por cierto es texturada y cambiante, porque el territorio se encuentra siempre en movimiento, ya sea por migración, conquista o avisos de la naturaleza que nos muestran que la identidad es precaria e inestable y que esta se gesta al son de la vida.

 

¿Hay algo rescatable, entonces, en el abanadono?

Tal como la poesía gana en libertad y peso al ser la abandonada del poder mercantil y político, es que nosotros, los habitantes de territorios alejados del centro, debemos empoderarnos y crear nuestros propios sentidos, poéticas y competencias.  La poesía es “una tierra” donde se camina sin fronteras, sin capital o centro que valga; y en esa tierra, se arriesgan los pasos y los cruces, los abismos y los silencios con el fin de acceder y tocar en libertad y de la mano del lenguaje, lo que tiembla porque no se doblega. Mal que mal, hacemos parte de un milagroso y frágil eco-sistema que no tiene centro alguno.  Sus partes, las grandes y las chicas, se afectan unas a las otras en un constante vaivén que construye realidades en movimiento.

 

A partir de tu experiencia en Santiago y Valdivia, ¿qué te parece la relación centro y periferia?

Este es un punto en el que he pensado mucho. He habitado en más ciudades que las que mencionas y soy, en Chile, la primogénita de una familia migrante. Creo que este es un tema en el que suelo aterrizar cuando escribo, por lo que en mis libros deberían encontrarse, al menos, algunos intentos por contestar lo que planteas. Siempre me he visto como afincada en algún tipo de margen o periferia, es decir descentrada respecto de los poderes fácticos. Esto ya sea por incapacidad personal de habitar esos espacios de poder o por hipersensibilidad al rechazo o por condición de ojo autónomo e inclaudicable. Por otro lado, pienso que siempre se escribe desde una orilla o una esquina porque si no, corres el peligro de enceguecer y perder el sentido crítico que es el que te permite ahondar y descubrir lo encubierto u oculto. Pienso que la poesía no transita ni se aloja en ningún circuito de poder y que, en ese sentido, habitar la periferia es ganancia y no pérdida. Es en lo descentrado donde se encuentra la posibilidad de hablar y crear un lenguaje que diga lo que importa, que hable lo que se experiencia sin enmarañarse en lo que el poder dictamina como correcto.

 

k4¿Cómo se te ocurrió el proyecto de entrevistas a escritores del C  en el que estás trabajando hace más de diez años?

Tuve una intuición un día cualquiera provocada por una chispa extraviada en mi cabeza. Me di cuenta de que nadie había recogido las vivencias y procesos de la comunidad poética pre, durante y post dictadura en los países del Cono Sur que de algún modo vivieron procesos similares y que este material podría arrojar luz sobre los cambios que ocurrieron no solo en la escritura, sino que también en las relaciones que se generan entre los poetas.  Y, que todo esto, porque aún es sólo una intuición, puede iluminar los cambios fundamentales que pienso han ocurrido en la vida de nuestros países. Pero este es un proyecto de largo aliento, que por ahora disfruto mucho y que además no pienso apurar. Aún me encuentro en la fase de recolección de testimonios.

Pienso que esta experiencia me ha entregado tres cosas:

La primera es que he encontrado que hay tantas experiencias como poetas y que muchas veces, aunque ocurrían en mi cercanía, no las conocí. En ese sentido, este trabajo me va lentamente urdiendo una completud distinta de la que conocía antes.  Con más matices y contradicciones que las que pensaba iba a encontrar.

Además, me ha permitido darme cuenta de que la experiencia personal es superada con creces por la experiencia del colectivo y dice mucho de lo que define culturalmente a los territorios hoy. Finalmente, los testimonios o respuestas a los puntos que toco construyen un mosaico vivo e importante de conocer para saber por dónde transitamos hoy y con quienes vivimos.

Por ahora estoy solo recabando las experiencias vividas y contadas y las relaciones entre los poetas y no estoy releyendo sus obras. Estoy intentando armar una red que nos hable desde lo vivido, lo luchado, lo pensado y lo escrito y mi intención es encontrar si algo nos ilumina este presente.

 

Cuando nos conocimos, te presenté el Libro de los valles, después Instalaciones de la memoria y asistí a tu presentación en Santiago de La ciudad que habito (entre otros); considerando estos trabajos que aluden a espacios geopoéticos, ¿cómo sientes y percibes tu relación con la geografía?

Pienso que la geografía es al ser humano como el cuerpo es a la persona. Es decir, territorio vivo. Yo siento que la geografía no es materia aparte o distinta a la carne que nos sostiene y acoge, sino que es parte integral de nuestra circunstancia y sufre de los mismos amores y desamores. Un cuerpo violado en una geografía violada suma dos notas a la pauta que se dirige impajaritablemente a la destrucción de la vida tal como la conocemos. Creo que todo está íntimamente relacionado y que, en esa violación y destrucción de los derechos de la tierra y de los cuerpos que la habitan y la componen, los seres humanos y otras especies y materias, tenemos todas las de perder.  La vida continuará flotando en el tiempo, sólo que será otra. Y me parece que como ser vivo y consciente, como “parte de”, como poeta, no puedo dejar de nombrar y problematizar, ni tampoco de encontrar las fisuras por donde colarme y asombrarme ante el encanto, dolor, belleza o violencia de los seres vivos y pensantes. Escribir es en cierto modo estar presente en ese obvio oscuro y visibilizar lo que una detención atenta puede develar a quien practica esa pausa. Desde ahí se puede anotar de un modo bello, significativo, empático y provocativo lo que el ajetreo, la impunidad y la prepotencia adormecen. En ese sentido, creo que la geografía visibiliza esos excesos, desbordes y durezas y también las armonías, maridajes, fraternidades y avenencias a la vez que nos devela la inter-dependencia que nos es vital para la sobrevivencia.

 

¿Cuánto influye el espacio en la poesía?

Si el espacio es el lugar que habitamos, la relación con la poesía es total. La poesía nace de ese espacio y se sitúa en un tiempo. Ahí transita la escritura poética que, es la vida anotada y latiente.

 

Considerando tu experiencia, ¿cuáles son las poéticas -no los autores- que te interesan a ti en la escritura actual de Chile?

Soy una persona ecléctica por naturaleza y por lo mismo me interesan muchas poéticas distintas.  Lo que aúna ese interés es la forma en que estas se expresan, la hondura que estas alcanzan y el diálogo poético que puedo entablar con ellas.  Creo, que no hay poéticas añejas o ajenas, sino que en la medida en que nos activamos con ellas, estas adquieren peso. En ese sentido, las poéticas que a mí me interesan son sobre todo aquellas en las cuales hay una búsqueda y un compromiso con lo que nos está sucediendo tanto en cuanto a individuos como a lo societario y situada en el micro y macro territorio que habitamos.  Si el lenguaje es lírico, político, experimental, neo barroco u otro, o una mezcla de parte o todos ellos, es algo que me tiene sin cuidado. Lo que me importa, es que tenga una coherencia interna y rítmica que me trasmita un mundo que resulte disruptivo respecto al cotidiano dormido y amenazante en el que vivimos. Creo que es la urgencia poética, hablada a través del lenguaje y sus diferentes herramientas, la que nombra al mundo y a la memoria, que articula la tragedia y la comedia actual de modo contundente y también bello y que además denuncia el abuso de poder y la usura instalada en el cotidiano al penetrar en la realidad y abrir los abanicos de sentido y develar las relaciones y problemáticas que nos envuelven.

 

¿Cuánto importa, entonces, el lugar desde el que se escribe?

Tal como te decía en una pregunta anterior, no creo que se pueda escribir desde otro lugar o centro que aquel que nos es significativo.  En ese sentido, a mí me interesan todas aquellas poéticas que logren fisurar aquello que nos venden como realidad inalienable. No me interesa la experimentación por la experimentación, aunque veo en ello un espacio investigativo que es capaz de encontrar y entregar nuevas herramientas para el uso poético del lenguaje.  Sin embargo, en general, no es lo que me interesa leer a mí. Si tuviera que resumirte, te diría que aquellas poéticas que logran una relación entre lo político y el lenguaje y sus distintas posibilidades es lo que de verdad me interesa para leer y también para escribir. Una poética que me enfrente al conocimiento y a lo sensible, es lo que me abre a lo desconocido y me entrega a la conciencia de ser parte de un viaje común, vivo y colectivo.

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