Destacados, Entrevistas — 11 agosto, 2021 at 8:28 pm

Letargo: “El circuito del arte chileno es centralizado y elitista”

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Texto y foto: Daniel Rozas

En los prolegómenos de la pandemia mundial, en febrero de 2020, el periodista y fotógrafo coquimbano Felipe Muñoz (1996) -que ha expuesto en el Festival de Fotografía Internacional de Valparaíso y la Bienal de Arte Contemporáneo Saco en Antofagasta- decidió crear la revista Letargo, una plataforma creativa sobre fotografía chilena, que ha sido motivo de reportajes en diarios y revistas como La Tercera, El día de Coquimbo y Joia Magazine, entre otros medios. 

Levantar una revista cultural desde una ciudad pobre, sin cultura fotográfica, es un gesto anacrónico y audaz. Vivimos en un presente digital en que las revistas sobre fotografías escasean en Chile, donde el ecosistema de medios de comunicación es cada día más cambiante y, sin embargo, Letargo tuvo la osadía de querer dar cuenta del panorama fotográfico chileno sin jerarquías y desde una perspectiva regional, descentralizadora.

Integrante del colectivo FIRC (Fotógrafos Independientes de la Región de Coquimbo), Felipe Muñoz cuenta que la publicación nació de un deseo personal pero que, rápidamente, se convirtió en un colectivo multimedia donde colaboran fotógrafos de Iquique, Coquimbo, Valparaíso y Santiago. “El proyecto comenzó oficialmente en el verano del año pasado, pero es un plan que tenía desde que era estudiante de periodismo. Yo hago fotos desde que tengo 15 años y, en un momento determinado quise estudiar fotografía, y no pude hacerlo por falta de plata y porque las escuelas y el arte están en Santiago. Por eso decidí estudiar periodismo en La Universidad de La Serena y me propuse enfocar mis esfuerzos hacia el arte porque consideraba que, en el ámbito nacional, la fotografía no tiene un espacio relevante y los medios de comunicación no le entregan atención. 

letargo. plaza buenos aires

(En la imagen, de izquierda a derecha: Felipe Muñoz, Katalina Cortes, Juan Alfaro)

Sin jerarquías de poder

El año pasado, cuando estaba a punto de terminar la carrera, decidió armar la revista antes de que lo pillara la máquina. Sabía que después entraría a trabajar a una pega demandante y no tendría tiempo para poner en marcha un proyecto de esta índole.

Empezó en febrero, abrió una página web, activó las redes sociales de Letargo, y la primera entrevista que hizo fue a Cristián Maturana, fotógrafo de Valparaíso y profesor de fotografía del Instituto Profesional Arcos. “Y, en ese camino, se comenzó a sumar gente al proyecto”. Llegó Juan Alfaro, Katalina Cortes, Joaquín Rodríguez, Valentina Peña y Nicolás Hormazábal desde Toronto, quien, además de fotógrafo, es director de Estudio Prado. 

¿Cuál fue el primer hito de Letargo?

Fue sacar la edición 001 que se lanzó en paralelo a las entrevistas que hicimos en la página web en julio del año pasado. Así nos consolidamos como revista a nivel nacional. En ese número congregamos a una serie de fotógrafos que tienen una propuesta original, relevante, para el ámbito fotográfico. Independiente de su trayectoria profesional. 

Por lo que leí en su revista, me doy cuenta que ustedes no creen en el culto a la personalidad. Valoran la obra por sí misma. 

Eso tiene que ver con mi carrera. Yo soy un fotógrafo independiente, autodidacta, y de región. Y el circuito del arte chileno es centralizado y elitista. Entonces para mí fue muy importante generar un espacio donde se le diera cabida a los trabajos de fotógrafos sin importar el renombre que tuvieran. Por ejemplo, si revisas el menú de nuestra página web verás el nombre de Zaida González al lado de Mauricio Soto. Son dos fotógrafos que tienen carreras distintas. Soto es autodidacta, no tiene foto libros, pero es un gran fotógrafo. Mientras que González tiene una carrera extensa pero, aún así, ambos están en el listado de la página con el mismo tamaño de letra, al mismo nivel, y no hay una diferencia en cantidad de fotografías ni en la extensión de las entrevistas. Los pusimos a la par como una forma de manifestar de que no queremos establecer jerarquías de poder en la fotografía chilena. Ese fue el diagnóstico que tengo como fotógrafo debido a lo mucho que a mí me costó exponer y que me publicaran en fanzines o en foto libros. Crear Letargo fue una forma de devolverle la mano a todos mis colegas fotógrafos que necesitan un espacio para dar a conocer su obra. 

¿Qué propuesta tenían en ese primer número?

Generar un espacio para la fotografía nacional. Nuestro segundo hito fue escribir un manifiesto, una postura política ante lo que estábamos viviendo en el contexto posterior al estallido social. Lanzamos la edición especial 18 de octubre, que salió en diciembre del 2020. El número es un compilado de fotografías hecho por fotógrafos nacionales a lo largo de Chile y redactamos una serie de columnas de opinión que nacieron del equipo. 

¿Por qué eligieron el nombre Letargo para la revista?

El nombre Letargo representa la sensación que tenía cuando pensaba en el poco espacio que se le da a los autores y a la fotografía como disciplina en los medios tradicionales. Parte de lo que nos unió como equipo en la revista, y de ahí el nombre, fue que sentíamos un letargo respecto a la discusión del arte en este país, a la poca importancia que se le da a las artes visuales, y al mínimo interés que tienen las instituciones en fomentarlas. En cierta forma ese sentimiento común fue el que nos unió y nos motiva hasta el día de hoy a entrevistar a diferentes fotógrafos y crear estas ediciones. También nos interesaba tocar temas de género y ampliar las voces dentro del mundo del arte porque así podemos tensionar la realidad a través de la fotografía. 

Ustedes hicieron un número sobre el estallido social. En Santiago primó una fotografía que glorificaba la heroicidad de los manifestantes de la primera línea, tratando de emular la fotografía de los reporteros gráficos en dictadura de los 80. ¿Cómo fue abordado visualmente el 18 de octubre en la región de Coquimbo? 

Es difícil dar un panorama general a nivel regional porque no tuvimos registro de todo lo que sucedió en la comuna, pero en Coquimbo, y en el ámbito fotográfico, lo que pasó fue bastante intuitivo. Partiendo de la base de que en esta región hay pocos fotógrafos. Entonces el registro que se hizo partió de una necesidad de poder documentar lo que estaba aconteciendo en la región. En un primer momento primó una mirada que registraba el morbo: el fuego, las barricadas. Pero luego los fotógrafos de la región plantearon un enfoque visual en torno a la colectivización de los movimientos. Por ejemplo, en Ovalle, Oskar Huerta, durante las marchas no sacó ninguna foto, sino que se dedicó a pegar frases y consignas en las paredes de la ciudad. Oskar me decía: “no puedo sacar fotos porque está quedando la cagada en el país y para lo último que tengo la cabeza es para poder sacar una foto». En la Serena, la fotógrafa Tatiana Alfaro, me dijo que sentía mucha incertidumbre, entonces su trabajo autoral fue sobre cómo ella vivió el proceso de incertidumbre debido a los cambios que se generaron durante las revueltas. Entonces muchos relatos fotográficos no hablaron necesariamente sobre las marchas, pero sí sobre el estallido como vivencia personal. 

Han establecido nexos con fotógrafos de Valparaíso o Iquique. ¿Cuáles son los pasos a seguir por Letargo?

Hemos estado conversando mucho y reflexionado sobre el futuro. Igual el proceso de crecimiento de la revista ha sido vertiginoso dadas las circunstancias en que se nos ocurrió partir con este proyecto (post estallido social, pre pandemia). Si bien cada paso que damos lo hacemos con seguridad, no sabemos cómo será el próximo. Tenemos muchos intereses pero al final queremos que la revista Letargo sea solo una arista de un proyecto mayor: crear una plataforma de contenidos multimedia.

¿Han pensado en crear una editorial de foto libros?

Es un tema que tenemos en carpeta. También queremos explorar otros formatos y pilotear, por ejemplo, un podcast. Queremos ir probando diferentes formatos para llegar a otros públicos porque es súper cómodo hacer una revista donde hablamos sobre fotografía para fotógrafos. Lo más fácil es quedarse en ese nicho. Lo difícil es abrirse a otros contenidos. 

Has expuesto tus fotografías en Coquimbo. ¿Existe un interés del público por la fotografía en la región?

De todas formas. Lo que pasa con el público en esta región, y esto lo conversé con Dagmara Wyskiel (polaca), que es la directora de la Bienal de arte contemporáneo de Antofagasta, es que nuestro diagnóstico respecto a la falta de interés por la fotografía y el arte en regiones, se debe a que las escuelas de arte que habían en regiones fueron cerradas en dictadura, y solo quedaron las que estaban centralizadas en Santiago, Valparaíso y Concepción. Pese a eso, el interés del público en Coquimbo existe, pero no hay espacios para hacer muestras de fotografía. 

En Coquimbo hay una precariedad en términos materiales que impide poner en circulación ciertos contenidos.  

Exactamente. Y es por eso mismo es que nosotros, en estos pasos por seguir hacia adelante, estamos buscando nuevas ideas de acercar al público a nuevos formatos y soportes. Queremos salir de la web, imprimir en papel la revista, incursionar en lo radial y armar una editorial que publique foto libros. Y nuestro primer número impreso de la revista, que ahora está en imprenta y saldrá en agosto de este año, llegará a colegios de la región porque nosotros nunca tuvimos acceso a una revista de fotografía en Coquimbo. 

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