fotografías: Paz Olivares Droguett
HUNDIRSE PARA ARRIBA
(PROYECCIONES CARTOGRÁFICAS SOBRE LA POESÍA EN VALPARAÍSO)
antologador: Jaime Pinos
Valparaíso, ciudad poética. El Puerto, los cerros coloridos, los viejos bares y boliches patibularios, la noche salvaje y la bohemia peligrosa. La imaginería postal, el cliché metropolitano. El decorado que se ofrece para el paseo anecdótico del turista y la estetización de la pobreza. Valparaíso. Ciudad poética. Pero la experiencia de ha- bitar, de escribir y hacer literatura aquí, siempre ha sido otra cosa. Mucho más áspera y más real. Por eso aquí, como escribió en una carta Ximena Rivera: «Escribir es defenderse, defender a la vida. La poesía es un acto de legítima defensa. Escribir: arrancar chispas a la piedra, provocar la lluvia, ahuyentar a los fantasmas del miedo, el poder y la mentira». En los últimos años, algunos de sus mejores poetas han muerto sin reconocimiento, en la precariedad. Valparaíso es y ha sido siempre una metáfora áspera. Como escribió Eduardo Correa en El incendio de Valparaíso: «Pero sabíamos también que Valparaíso era una metáfora y que toda metáforaera una suprema traición». Los y las mejores poetas de Valparaíso han habitado, imaginado y escrito aquí, sin traicionar.
Para hacer literatura en un lugar, antes que nada, hay que leer lo que se ha escrito ahí. Cómo se ha hecho literatura antes, tanto en los textos como en la invención de una vida y un imaginario literarios. Félix García Sarmiento, jovencísimo y pobre de solemnidad, trabajador de la aduana, novelista fracasado, publica aquí en 1888 Azul. Firma: Rubén Darío. Perseguido y clandestino, Neruda escribe en un sótano del Cerro Lecheros «El fugitivo», parte del Canto General. Gonzalo Rojas hace clases en el Colegio Alemán mientras da forma y publica en el puerto, en 1948, La miseria del hombre. Algunas escenas estelares. Ese arco de densidad poética se extiende desde entonces hasta las últimas décadas con una constelación de escrituras y trayectorias de gran potencia. Ennio Moltedo, Ruben Jacob, Eduardo Correa, Ximena Rivera, Juan Luis Martínez, por nombrar poetas contemporáneos ya desaparecidos. Nadie puede descubrir la pólvora si escribe en Valparaíso. Para escribir aquí hay que leer la rica tradición pasada y más reciente. Entrar en la constelación de escrituras y experiencias que aquí tuvieron lugar. Reconstruir las escenas, conocer el argumento de la larga película de la poesía hecha en el puerto. Como dice Eduardo Correa, citando a Cheever, en uno de los epígrafes de La desmesura de la calma: «Se diría que el escenario es la esencia del argumento».
Poetas en provincia, más que poetas de provincia. Poetas en Valparaíso, más que poetas de Valparaíso. Comprender la identidad no como la pertenencia a un espacio cerrado, una forma fija o un tópico. Sino más bien como una trama de escrituras, experiencias y quehaceres, de formas de decir y residir en el territorio, una vitalidad que está en permanente movimiento y evolución. Valparaíso, como todo puerto, es un lugar de tránsitos. De partidas y regresos. Lo mejor de su poesía ha estado animada siempre por este espíritu de apertura. A pesar de la muralla de containers que obstruye la mirada, la imaginación poética porteña siempre ha levantado la vista hacia el horizonte, ha- cia la línea azul de que hablaba Moltedo. Él mismo apuntó siempre a una de las condiciones de existencia de un territorio: la autonomía. Construir el propio lugar desbordando la cartografía del poder central que organiza el espacio poético y cultural a partir de relaciones de jerarquización y dependencia. Moltedo se jactaba de no haber ido a la capital en treinta años. Cuando se le nombró miembro de la Academia de la Lengua puso una sola condición: que la ceremonia se hiciera en Valparaíso. Así se hizo, por primera vez en la venerable historia de esa institución. Esta actitud de autonomía, sin embargo, no es practicada solo respecto al centro burocrático. Esa poética y esa política van a contracorriente de todo lugar de poder. De todo palacio: «No vayas a la capital del reino. Si debes ir a la capital del reino entonces no te presentes en palacio. Si debes ir a palacio cumple los siguientes requisitos: cruza el portón y el patio con paso rápido y, mirando siempre al frente, como si fueras dueño —en verdad lo eres—, sal otra vez a la calle por la puerta de servicio, rumbo al horizonte».
Rubén Jacob versionando a T. S. Elliot, imaginando y escribiendo su magnífico Boston Evening Transcript en Quilpué, durante la larga noche de la dictadura. Eso es autonomía.
Rubén Jacob, hincha wanderino de cepa, pidiendo que sus cenizas sean esparcidas en la cancha del estadio de Playa Ancha. Eso es territorio.
Las cartografías poéticas rara vez coinciden con el mapa trazado por el ordenamiento administrativo o municipal, ni menos responden a la lógica de los pequeños chovinismos y rivalidades que caracterizan cierto sectarismo provinciano. Creo que es ficticio hablar de la poesía en Valparaíso sin inscribirla en un espacio relacional más amplio. Uno que incluye, por lo menos, a Viña del Mar y toda el área de la bahía. En el mismo sentido que se hablaba de The Bay Area o simplemente The Bay durante el llamado Renacimiento de San Francisco, el influyente movimiento alentado por Kenneth Rexroth y otros artistas y poetas en esa costa en los años cincuenta. En el caso de Valparaíso, los flujos de ida y vuelta, tanto a lo largo de la bahía como hacia San Antonio, o hacia el interior, el Valle del Aconcagua y otros hábitats poéticos, son parte de una dinámica que vincula estos territorios en un circuito a la vez discontinuo y persistente en el tiempo. Dejo a los poetas que residen allí la enunciación, desde su propia experiencia y lugar, del contenido de ese vínculo y la descripción de sus tensiones.
Estas notas intentan contextualizar, en un ámbito más amplio que el de la actualidad, la muestra de veinte poetas vivos de la región que se me ha encargado hacer. He optado por un panorama personal, subjetivo, necesariamente incompleto y parcial. Un collage de textos y escrituras, una figura hecha de fragmentos que resuenan unos con otros. Imágenes, ritmos. Capturas del latido de Valparaíso de las que hablaba Neruda. Y de otros lugares. Hay algunas omisiones, sin embargo, que me parece necesario comentar. Una es la de los poetas más reconocidos y de mayor trayectoria, pienso en Juan Cameron y Virgilio Rodríguez. Me pareció mejor priorizar por escrituras menos visibles entendiendo, sin embargo, que ambos son autores fundamentales en la configuración de este espacio poético durante las últimas décadas. El libro Café Cinema de Cameron me parece un material de lectura imprescindible a este respecto. Dos autores de mi generación también pudieron estar en esta muestra, Felipe Moncada y Carlos Henrickson. Ambos con una escritura y una experiencia no solo literaria, sino editorial y crítica, fuertemente enraizadas en esta zona. Confío en que puedan ser incluidos en los capítulos referidos a Maule y Concepción, lugares con los que ambos tienen también fuertes lazos.
A riesgo de caer en el name-dropping, doy una lista desordenada y heterogénea de autores que me parece ineludible considerar también en este panorama: Gregorio Paredes, A. Bresky, Luis Andrés Figueroa, Sergio Madrid, Jordi Joret, Alejandro Pérez, Álvaro Báez, Karen Hevia, Luis Riffo, Alejandra Montoya, Enrique Morales, Sergio Pizarro, Elizabeth Neira, Ernesto Guajardo, Marco López, Nelson Paredes, Camilo Muró, Claudio Guerrero, Ismael Gavilán, Marcelo Pellegrini, Patricio Serey, Alejandra González, Claudio Gaete, Raimundo Nenén, América Merino, Alejandro Banda, Valentina Osses, Marco López, Carmen Avendaño. Una diversidad de miradas y poéticas que expresa la vitalidad de la poesía que se está haciendo en el puerto. A estos nombres y escrituras se han ido sumando nuevos autores y autoras más jóvenes que renuevan y expanden permanentemente esta escena hacia nuevas direcciones de exploración.
Escribo esto a inicios del invierno de 2021, en medio del vértigo que marca el tiempo transcurrido desde el comienzo de la pandemia y la crisis social en nuestro país. Ambas han golpeado con fuerza y dramatismo al puerto. Pero la poesía de estos lugares siempre ha sido resiliente. La poesía y el imaginario poético siempre han proliferado acá contra viento y marea. A pesar de incendios y terremotos. «Valparaíso/ hundido/para arriba» escribió Nicanor Parra alguna vez. Aún en estos tiempos difíciles la poesía prevalecerá por estos pagos. Eso es seguro. Acá la poesía puede hundirse. Pero sabe, siempre ha sabido, hacerlo hacia arriba.
JORGE POLANCO (1977)
PESCA DE ARRASTRE
Por debajo de los palafitos
las tuberías plásticas del desagüe, los maderos de un bosque extinto y otros productos de los pinos más delgados y blancos.
Arriba, la música boutique
repite el espectáculo medioambiental, lagos,
aves,
acordes de jazz
y palabras en inglés;
turistas con cañas de pescar y anzuelos como ofrendas al paisaje.
En las ventanas de la habitación asoman otras aves,
rapiñas con alitas semejantes a garras que desean matar al padre,
perros guardianes de la noche, del sentido y la violencia, réplicas al interior de la casa donde todo es escombro, represión
mordazas.
Al fondo del pasillo aparece una familia, heredera y dueña del hogar,
roban los muebles
las banderas, los libros,
y otras usurpaciones menores que rechinan en el piso.
Esto era tu libro:
el vaso de vino a medio tomar,
ceniceros repletos de colillas,
manchas oscuras en el paño de la cocina; una resaca enorme que amanecía contigo como ese silencio lleno de voces
y niños extraviados en la casa vecina.
Esto era:
bosque astillado,
fotografías desteñidas,
palafitos nimbados de telares, sin tierra, ni mar, objetos vendidos a los cuidadores
usureros
de la poesía chilena.
ESCOLARES
El suplemento de artes y letras, con un reportaje sobre T. S. Eliot, reposa en una esquina en las afueras de la cárcel. Sirve como mantel a dos escolares. La caja de vino tinto al medio, y una bolsa de papas fritas a un costado, permiten que el diario mantenga cierta utilidad. Con el cadencioso movimiento de sus cuerpos, la caricatura del poeta sobresale del resto del diario por una mancha sucia y delicadamente erótica que pinta los labios del conspicuo anglosajón.
RODRIGO ARROYO (1981)
Olvidamos las derrotas, un débil sonido de mi cuerpo/ ilumina las paredes,
las rayamos y seguimos perdidos dibujando/
una silueta,
en la pared.
Púas para perpetrar el simulacro
bajo una lluvia marcada por los signos
del castigo de la barricada.
El aguacero ha creado su doble. Que distorsiona la/
verdadera humedad del agua; tal vez sea eso, el asunto de la lluvia, lo que nos/
extravíe los falsos focos. Las nuevas imágenes, los márgenes.
La caída es una televisión a colores transmitiendo el / recorrido de una flecha
desde la ballesta, la pistola, el tanque
hacia un caballo de madera con un laberinto/ dibujado en su lomo.
El tránsito es una escritura que nos gusta por ser/ gratis, porque se escribe al ir
desapareciendo, al anochecer.
Se cae esta ciudad sin nombre, hundiéndose en la/ niebla. Los sonidos de las palabras
dibujan laberintos que permanecen estáticos
/en el aire,
antes de
caer
Llorarás,
romperás la esquina de mis ojos
cuando descubras el dibujo oculto tras la puerta. Llorarás cuando la casa que habitamos deje caer/
sus cimientos, las nubes entren por debajo de la puerta y la llovizna/ cubra las habitaciones;
te veré venir desde la cocina trayendo en tus ojos/ el olvido incierto del adiós,
el paladar húmedo será un pozo de palabras/ cubriéndose de cierto negro, de cierto olvido;
tu boca será un archivo cercado por la tristeza, palabras amordazadas que perderán de a poco/
sus recuerdos
y serán luego pura imagen
un tiempo al menos, para caer luego fuera de los/
dominios de tu voz. Llorarás y no podré esquivar los golpes al oír/
el recorrido de tus lágrimas caeré al espejo que toda lona,
todo cuadrilátero mantiene oculto en su interior. Al otro lado de la lona no hay viento ni llovizna, una brisa de tierra suelta nada más
un jardín lleno de hojas secas, de los libros que/
leímos tantas veces, de los muros que tantas veces cayeron encima/
de nosotros tardíamente; como las frutas maduras que nos/
pasábamos de voz en voz para ver si en ellas guardábamos algo de la humedad/ que originó este vuelo
para ver si en las semillas que arrojábamos al plato/ quedaba algo por recordar.
Dime una vez que llores si recordarás la mano que/ guardaba tu olor,
tu sonido; o las palabras que encerrabas/
para entregármelas
en un temblor interminable;
llorarás, y no habrá literatura para ello; esperarás que la voz sea eso que no puede ser,
y con lágrimas verás que no habrá mano para/ recoger tu voz
al momento del caer.
MARCELO NOVOA (1964)
LECCIÓN DE PRECIPICIO
vértigo de innúmeros pisos no atrae al suicida tampoco vacío de ascensor indecente bostezo del cielo embobado labios entreabiertos gigante caries en plena boca de dios
MERCADERÍA PARA NAUFRAGIOS
A Enrique Lihn
polillas, pierden el tiempo
la sangre circula sin acuerdo por mis venas los oscuros los locos las mantenidas siéntanse pasar, como orquesta de malentendidos que se hunde, estas líneas quieren
declararse en quiebra sentimental. no concibo otra celebración que este vaso frío de incomunicable amor por la especie.
dejemos al gusano respirar.
NUNCA BAILÉ LA HORROROSA ONDA DISCO
A Ronald Smith
juro que vi cuerpos hinchados de tedio, pies lastimados por ningún rito, insomnes parejas muertas en las cunetas.
tristes luminarias sobre pobres galpones alumbrando su torpe contento, apenas un delito de multitudes: juvenil tierra baldía, donde tirar bajo la mortecina luna coca-cola
ahí bebimos licor barato, temprano para retornar a casa poblada de objetos fantasmales que amaron nuestros padres. Sin soñar siquiera una fosa i dormir al ocupado día de los demás.
EL SILENCIO ES UN ARMA CARGADA DE VOCES
nada en televisión enfría tu mecánica cena — una pareja de hombres besándose en la boca mendigos arrastran irreparables carros vacíos
la multitud trastornada se pega a las vidrieras las tropas lanzan gases los carros lanzan agua fijas patinadoras en medio del lago congelado ¿comenzó otra temporada de liquidaciones? Prueba tragar el arroz seco de los condenados La cuchara choca repetidas veces con el plato Nada detiene esta última cena por televisión —
PABLO ARAYA (1963)
LA ERA DEL HIERRO
No fuimos el silencio
hurtamos esa llamarada para templarnos gozosos del acero
que nos cubría hicimos piruetas en el tiempo
nos dolió la caída
hubimos de quemarnos para nacer hijos del fuego hasta el exterminio otros nos señalaron
alzaron sus metales para confundirnos el temple nos detuvo el tiempo en las raíces.
VISIÓN DEL FUEGO Y EL AGUA
Aprendí a decir quemadura antes que mi hermano en casa de herrero eso no tuvo importancia reíamos del fuego a toda hora
mi padre era un dios oxidado
que hablaba con el humo en esa calle todos odiaron el rugido de la fragua
violentos pasaron los días por sobre las ciudades el tiempo
tarde supe de los muertos en mi patio las cosas fueron herrumbre y ceniza
EL VINO DE LOS HERREROS
Es importante que las cosas tengan importancia: el vino de los herreros
así se sabe a ciencia cierta
con quién se anduvo
en qué dirección
con qué silencio
LA CANCIÓN DEL HERRERO
Ciprión el herrero descansa
el agua entró en el agua
los inviernos se cubren los unos con los otros hay llamarada vida
hay llamarada muerte
setenta golpes que suben
siete lágrimas descienden
danza el herrero su vino
la sal en la sal entra
el espíritu en el viento se disipa
hay llamarada vida
hay llamarada muerte
EN CASA DE HERRERO
El que a hierro mata
a hierro muere
le dijeron
pero el viejo sonrió
avivó el fuego
y siguió afilando su gastado cuchillo de palo
ROBERTO BESCÓS (1950)
Esta ciudad que se deja arrebatar por el viento es como sueño quebrantado antes del alba fragmentos paliduchos detrás de puertas de casas frágiles asoman ojos de mujeres las mismas comadres que se vuelcan a las calles para vender en los días de feria pescado o zapatos entre esas mujeres no se divisa la mía a ella esta ciudad la envejeció en la hora que nacía i murió en el parto estoi bordeando la historia de la ciudad que murió el día que la parieron o que fue arrastrada por las garras de mareas perversas puras hipótesis en un descarte que choca con puntas de vidrios rotos filos de palabras amoratadas charqueadas cercos en el límite
por ello el viento escala a empujones por las calles sucias inventándose impulso retomando aire un aire emputecido asciende por esquinas que le orientan hacia barrios atorados por dunas encementadas o que no figuran en el plano regulador cerros esqueléticos derrumbándose como aves que se asfi- xian en su propio vuelo es el viento con paso flojo que raspa caras adheridas a las piedras hai por allí hilachas de ropas destrozadas tejidas como telarañas tendidas de lado a lado de bermas de vecindarios omitidos en medio de la trama que vela los ojos la mujer de sombrero de cinta ancha i que ofrece pañuelos i frascos de perfume me fija su respiración
siento que respira dentro de mi incertidumbre vocea ella la mercadería y la voz no le sale o es que
la voz se le oye pero ninguno la escucha el eco pierde la vida bajo las ruedas de camiones cargados con sombras que hará ella tan única e irrepetible cuando despierte i descubra que se cae el pelo i la ciudad se desmorona atroz descubrimiento página escandalizada esta noción en blanco el dar palos de ciego en el espacio traicionado caldo de cultivo de delitos de la memoria
perros salen al encuentro encuentros succionados por hoyos negros marcos frutos que producen ciertos árboles posesos perros que circulan cojos oliendo la lluvia allá en los cerros el viento que recorre los ángulos empieza a encanecer la mujer que atra- viesa portones de escuelas de niños con problemas nubes de moscas letreros sin señas se seca el sudor de la frente i canta canta una canción inaudible es como la loca que llora sin llorar mirando el sol la mitad del sol
la ciudad
GUILLERMO RIVERA (1958)
EL VIENTO QUE ARRASTRA TANTAS COSAS
Me hace añorar las baldosas del Sindicato de la/ Unión Lechera
Añorar los viejos goznes de la maestranza
Y los cuerpos de cada una de las mujeres que amé. Pero a esa hora en que el alero de la capilla Modifica la sombra de los abedules
Y la autoafirmación de los muertos trabaja/
subterráneamente Divisé cera de los tambores a Las Meninas/
de Velázquez. Ellas pidieron permiso para entrar y bebieron café/
y se burlaron Y quisieron instruirse acerca del sueño y la realidad
Y así fue que les hablé
Vayan hasta el local del Danubio Azul Sentirán el aire que se confunde al vapor/
de las hornillas Verán el brillo de las estanterías y las lentas /
ondulaciones de la contraluz.
Parados sobre el vacío
Los rostros velados por el humo se relajarán Y sabiendo que ustedes han caminado en la/
época dorada Y pisado las costas del Nuevo Mundo
Beberán coñac y pasarán sus manos sobre las/ mejillas de la querida del Suaso.
Ustedes no se perderán de nada
Pues ya habrán contado los cuerpos en las veredas Las luces sobre el asfalto
Y los charcos renovados por la llovizna.
SUEÑO NÚMERO CINCO
Los bomberos vinieron el otro día —dice el/
Juan Luis,
con fosforescentes distintivos en sus botas de agua,/ rompiendo puertas y ventanas.
Era un espectáculo frío por lo que a una mujer de/ mediana edad le dijeron
que no gastara saliva
y es que ya no sirve andar diciendo su mano/
cohibida se movió levemente} sobre las tibias hebras de su camisón.
Aunque yo puedo reconocer el zumbido de la niñez/ ahí —signos de un campo
blanco
coloreados por el golpe de un rostro que cae sobre/
una puerta. Desde dónde surge entonces la sensación de haber/
vivido otras vidas si los ojos de mi única novia se abren hasta/
consumirse y las palabras no pesan más que el galvanizante/
molde barajado por el grupo
que conversa a mitad de cuadra.
Así el mundo no se priva de sus victorias.
Y como si la novia y la niñez formaran parte del/
mismo coro Los hermanos Rodríguez levantan el telón y Don/
Segundo Ormazábal Se queda hablando de no encontrar dos recuerdos/
exactos Ni en la imagen también hay que cantarle a la luna
Ninguna fijación de los goznes.
BRUNO CUNEO (1973)
[I. M. GORDON MATTA-CLARK]
La casa la partió en dos
como quien parte una sandía
y de ese rojo intraducible
forja el recuerdo de su infancia
o la terrible visión de un desesperado
a punto de saltar de una ventana
su hermano mismo, por ejemplo,
o la tristeza de ser pocos en el velorio
y ver al padre llegar molesto y atrasado
como quien asiste por obligación
a una fiesta de disfraces.
La gente especula densamente ahora
sobre los conceptos de su arte.
Yo, en cambio, solo veo a un hombre afanado con una sierra, con un taladro
tratando de completar la demolición
de la casa primordial que le destruyeron. Cada uno tiene sus razones, y yo también/
tengo las mías tengo también mi grieta, mi propia Casa Usher
algo escondido bajo las tablas y reencontrado por casualidad y con un poco de vergüenza los deseos que pude consumar con esta/
moneda vieja una fotografía ridícula y una carta destemplada
que guardo con el temor creciente
de que puedan fundir el álbum.
Lo que me gusta en todo caso de esta obra
no es tan solo su aire de alegoría
de la disociación de la conciencia familiar
con todos sus traumas, secretos y pudores,
sino el modo en que por un acto violento y simple el interior oscuro fue puesto también al descubierto de manera que los fantasmas
no tienen ya dónde esconderse
y puedes fumar tranquilo, si te place,
o soñar con otras cosas
tanto si duermes en el sillón
como si miras distraído por la ventana
imaginando un lugar al fondo
donde quizás puedas llegar
y por fin levantar algo.
VUELVO A VALPARAÍSO POR UN RATO
Lo he hecho tantas veces que ya me canso:
sentarme solo en una barra tratando de ocultar los papeles
y hacer que la cabeza se me nuble para dar con una imagen clara.
Nacer o morir en una ciudad es poca cosa la única ciudad es aquella que te falta.
FLORENCIA SMITHS (1976)
Escribo contra mí
el ruido fulmina
lo que le costó a mi cuerpo permanecer quieto
convencerme del silencio alrededor como una primicia de hace tanto
mi imaginación borrosa atrae fantasmas tercos de hambre
visiones que apago
evadiendo entre bostezos
esqueletos de alambre
aun así escribo
aún y a pesar de mi cuerpo estancado me abro
y comienzo a dar
lo que no soporto detenido
Inmóvil en la perdición de un nombre imagino islas alrededor como pestes miro mis manos y no las conozco
tal vez las confundo con peces
que se han volado del mar
o de alguna otra fuente de agua que provenga de la tierra
yo no provengo de la tierra
no sé de dónde ni si he de llegar recostada en horas abúlicas me llamo como una muerta ora por su alma para que no se le salga más
he desarrollado lenguaje
de gatos incestuosos
me lamo el pecho
a la deriva de mi perdición
me incendio adentro
cuando más me adelanto al porvenir y aunque elija una casa
al centro de una piedra
prefiero vagar años
por el reconocimiento de tu rostro en el espejo
Quiero aprender a dejar de hacerlo así
como lo he venido haciendo
me pregunto si se puede aprender a no hacer como se pregunta al final del día el arbusto hasta cuándo morar
al borde siempre del precipicio
me pregunto como se pregunta la piedra
si puede no ser concreta y salvaje
en su determinación de piedra
y en algún momento comenzar a ser semilla roca o simplemente materia sólida
para sostener la humedad que cae
la humedad de todos los días
las preguntas de todos los días
que se arrojan sobre las montañas precisas de pasos que voy dando
de imágenes que desperdigo
mientras camino dentro del insomnio hablándome y escuchando a mi mano decir aprende
JOHN UBERUAGA (1984)
FORESTAL
Una muchedumbre de hombres que huyen
Es una muchedumbre de hombres solos
Tiqqun
1
para espantar las moscas
abuela ponía bolsas transparentes llenas de agua
en el marco de las puertas
las moscas que llenaban la casa se verían reflejadas
gigantes y deformes
ellas no temen a las personas se temen a sí mismas
vivíamos en una casa
llena de moscas asustadas estrellándose contra las ventanas
2
cuando perla se preñaba tenía crías
de 3 en 3 de 6 en 6
abuela los metía en un saco de género los sumergía en una tina metálica llena de agua con detergente
no hay espacio para todos ellos no tienen nombre no han abierto los ojos no sienten dolor
algunos meses después perla se preñaba
y ponía 3 o 6 crías negras con los ojos cerrados hirviendo en pulgas
3
abuela sentada al fondo del patio perla ronronea en sus rodillas
saca las pulgas gordas de la gata
las revienta con la uña del dedo gordo en una tabla cuadrada
parecen monedas aplastadas
en la línea del tren
la tabla está llena de pelos pegados y manchas de sangre seca
es el mapa
de un país silencioso
sin sacarse el derby rojo arrugado de los labios
cantaba:
no tengas miedo
a los locos y desconocidos a los animales salvajes al cerro que llama
ten miedo a la gente la gente es mala
tom mira las estrellas
tiene hambre
llora
aúlla como un perro
bajo la sombra de las antenas la policía ríe
lo burlan las ratas
este es un país silencioso
todos duermen
CRISTIAN CRUZ (1973)
DE CÓMO MIRO POR LA VENTANA
Me acerqué a la ventana a mirar el paisaje,
pero no era el paisaje, era yo que estaba
allá afuera como un corpus,
y cuando te digo corpus es que los árboles flotando podrían ser mis brazos
o mis piernas, no es seguro, tómalo como ejemplo; o esa pareja a orillas del río, con ganas
de lanzarse o amarse ahí mismo,
no puedo asegurar qué querían hacer.
Pero si fijo la mirada vuelvo a las nubes y trozos celestes,
eso podría ser mi cara, a ratos cubierta o despejada:
qué mejor que tu cara sea el cielo.
Me falta el río, no lo he olvidado,
pero saca a la pareja mejor:
el poema no requiere de calentura o derrota,
el río, el río es importante, y el corpus también; no olvides el corpus que traspasa el cristal/
convertido en ti. Ahora enciendes un cigarro porque te entusiasmaste, porque no quieres dejar la ventana, que es el núcleo. Tu tronco es el río, por él trafican los fluidos, tu voz,
y aunque no se ve el final de ese río
piensa que tus pies son el delta,
que los dedos son un brazo o un hilo de agua, que las aves y la flora de ese delta son tu cabellera.
Como es de tarde, la luz que abrazaba el paisaje/ abandona
y tú comienzas a desaparecer,
y lo que había allá afuera, toma el reflejo de la lámpara que estaba tras de ti,
la forma de la cama, la colcha de la cama, el humo del cigarro.
Porque ahora la ventana refleja el cuarto: fíjate, tú eres el cuarto, la puerta, la cama y la colcha.
Lo distinto es que no hay que traspasar el cristal.
Lo de adentro y lo de afuera se hace uno para que el poema sea
DE CÓMO UN POETA PROVINCIANO CHARLA CON UN POETA CITADINO
Deseas barnizar aquello que llaman el yo interno,
Pero cuidado, si dices la palabra paisaje
te convertirás en el hongo venenoso de la poesía fácil eso dicen,
si tranqueas por un puente o un camino
que más bien son un tronco volteado sobre las aguas mutarás en las esporas de aquel hongo venenoso.
Pero si cultivas otro idioma para traducirte a ti mismo pues así te escucharán en otro punto del plano
y rebuznas frente al hongo venenoso del que hablábamos entonces la poesía no será fácil,
ni escrita a bordo de un avión
ni sobre el tronco volteado
que sirven para lo mismo.
PRISCILLA CAJALES (1984)
MI PAPÁ ESTÁ LLORANDO DOS PIEZAS MÁS ALLÁ
mi papá está llorando dos piezas más allá
lo puedo escuchar
porque estas habitaciones nunca tuvieron puertas
a comienzos de los noventa en esta casa no/
había comida
solo tarros que tenían los nombres de los/ condimentos
se sientan a la mesa y comen pan con leche,/
agua y azúcar
fue fácil aprender cuál era la consistencia precisa/ para esta pasta dulce
recuerdo que la chaqueta de mi papá
siempre olía a pescado ahumado y a humedad
una tarde recordaron que en el ropero estaba/ intacto el vestido de novia
lo pusieron sobre la alfombra
y comenzaron a cortar jirones que luego pintaron con témpera para vender cintillos del NO
en el Parque O ́Higgins
nos acostumbramos a creer que la historia terminaba/ bien porque ese día
comimos pollo y papas fritas
ahora él sigue llorando su mujer lo abandonó
nunca fue militante
y los hijos vienen a casa cada vez menos
LA TRANQUILIDAD DE LAS PIEDRAS
el piso está cubierto de platos con restos de comida que aún podría reconocer
si con cuidado hurgara con la lengua
entre medio de las muelas
restos que atraen hormigas y cucarachas
el problema es que se reproducen al poco tiempo se toman la casa al encender la luz se paralizan
e imitan a las piedras
en su quietud
MÚSICA
nunca me gustaron las casas con música
apenas tengo un minicomponente que siempre/
olvido encender
en cambio
puedo pasar horas en silencio solo mis zapatos, el teclado de vez en cuando el bruxismo
y si se pone atención, incluso aquí es posible escuchar la sirena de los barcos que a esta hora de la noche/
arriban al puerto
estos ruidos que en nada se parecen a la radio haciendo temblar las ventanas
ocupan este espacio, al modo de una canción.
ANDRÉS URZÚA DE LA SOTTA (1982)
En un comienzo pensé que las piedras eran esclavas de su cuerpo, que estaban condenadas a una absoluta inmovilidad. Solía mirarlas con lástima, como si pudiera ver en ellas un profundo sufrimiento. Siempre apegadas al suelo, siempre inmóviles y tan grises. Fue así como empecé a rescatarlas, a ponerlas una a una en el acuario vacío de mi cuarto. Cada cierto tiempo las sacaba a tomar aire. Las limpiaba, peinaba el musgo que cubría sus mejillas y las llevaba a dar una vuelta. Hasta que un día, mientras miraba mi reflejo en el vidrio reluciente del acuario, comprendí que era al revés. ‹‹Somos nosotros los condenados por el movimiento››, pensé. Y me quedé absorto, contemplando la quietud de las piedras en el acuario.
HANS POZO
Día 1
Mi pie derecho en el hocico
de un perro.
Día 2
Mi cabeza baleada.
Día 3
Mis tatuajes y mis brazos arrancados.
Día 4
Mi pie izquierdo.
Día 7
Mis dos manos con las huellas extirpadas.
Día 8
Mi torso mis vísceras mis glúteos.
ROSA ALCAYAGA
ELECTROSHOCK
Acostada mirando a dios
Titulado de médico electricista
Control en ristre intenta sofocar las preguntas Ondas serrucho rodean ansioso nihilismo Comunicación imperfecta no cede
Álvaro Mutis invita a firmar por la desesperanza A sumarnos a esa gran procesión
Todos claman por la luz desde el doble B.C.
O de la triple doble uve
I-lux-iones al final del túnel
Acumulo piedras bajo la cama Electroshock
Masticadas con ira Electroshock
Vienen de blanco Electroshock
Etiqueta china a tu espalda De mujer estandarizada Prefabricada
Entre fragmentos de incisivos En camilla
Vomitando
Con altanería de vieja
Contrariada por tu estúpida mudez A contraluz del mundo Condenada
Electricista de turno
Con manual de segunda mano
Dícese experto en la Gestalt
Baila alrededor de la cama
Muestra su pene. Escribe el diagnóstico ¡No te muevas!
Electroshock ¡Abre tus piernas! Electroshock
¡De mujer loba! Electroshock ¡Bebe de mi leche! Electroshock
Tocan el timbre Chilquinta trae la cuenta Espera el alta
Promete y firma:
Sor Juana Inés de la Cruz
En la mañana, cuando murió, estaba solo: no creo
Que hubiese querido testigos. Ni el «conde
impensable de Lautreamont» ni Edgar Poe «sobre
su alcantarilla en Baltimore» ni Gérard de Nerval
«ahorcado en un farol» los tuvieron 1
Antonin Artaud
Cincuenta electroshock
Diariamente en el blanco abriendo zanjas en tus/
cienes rebeldes
Antonin Artaud
Cincuenta electroshock
Intentan silenciar tu voz y pretenden arrasar con tus/
proclamas acústicas
Antonin Artaud
Cincuenta electroshock
Preguntan por la sutura horizontal de tus pesadillas/
y desnudo bailas a cada
descarga
Antonin Artaud
Cincuenta electroshock
Son el pan nuestro destinado a envolverte en celofán/
como poeta eunuco
1 *Thévenin, P. (1974). Antonin Artaud. En Arenas, B. (ed.), Actas surrealistas (pp. 255-279). Editorial Nascimento.
CATALINA LAFERTT (1958)
LLUEVE SOBRE EL VERDE PAISAJE
Llueve sobre el verde paisaje
como lloraría la lluvia sobre Rahoon
mientras se esfuma entre el humo que consumo el solitario camino aquí otro más allá
Tras el desaparecido horizonte Esso
Una vaga información y la distancia aparente/
y verdadera
que baja y se pierde
Images un filtro total
Las aguas inmóviles
RUTA 68
Letreros naranjas
Moles de piedras blancas apiladas a lo largo
de la borrosa ruta
Saliendo del pobre pueblo
dos alas inmóviles volándose del cuadro de un afiche La luna ha desaparecido
también el pobre pueblo
Un pasar de sombras tras la ventanilla
la palabra ciudad impresa en un letrero
adelantado por una flecha negra
pintada sobre fondo amarillo
la cual se dobla como un codo en el recodo/
del camino
al lado de una parada para no sé quién solitaria y naranja
Good year A la vuelta de la rueda
Fila de luces rojas ilumina la carretera
Un hotel invisible
Anunciado en fosforescentes letras verdes Hotel Alcázar
brillando en la noche
Pasamos auto blanco
Tras la curva un centelleo azul en la neblina Ni Hotel ni Alcázar
Al fondo oscuro marfil túnel del cerro Bienvenida en blancas letras
A la tenue luz de un fósforo miro el reflejo/
de su rostro
Proyectado en la ventana
La niña del asiento delantero y yo
usamos parabrisas de manos
mientras se desliza el agua que mana
de su aliento y el mío
Solo sombras nada más tras el cristal
Placilla Un terreno tirado Otro pueblo pudo haber sido el paraíso pero
por esas cosas de la vida murió
Firestone
Llegamos pero no llegamos
GLADYS GONZÁLEZ (1981)
REBOZO
los ademanes
de la pobreza
la cabeza gacha
la mirada perdida el rebozo apolillado y roído de la dignidad caminando
bajo la sombra de una muleta que reemplaza a un muñón el rengeo
al andar
cerro abajo
la soledad del gesto al saludar
a desconocidos para entablar
un diálogo mudo camino al bar
de jubilados cuidadores de autos lisiados
domésticos monrreros
el bar
de antiguos ferroviarios de traje
sombreros
y corbatas
con manchas de grasa pantalones zurcidos
y bastas descosidas donde se respira
a lo lejos
como una brisa
de memoria
el perfume
de mi abuelo
folletos
de carreras de caballos absorben el agua
del inodoro
que cae
sobre una botella plástica recortada
un hombre anciano duerme
con el rostro enrojecido y rodeado de moscas sobre una mesa escolar sin cubierta
mientras
una mujer
con los ojos nublados por las cataratas
le espera sentada
en la berma
la parafina quemada que seca las paredes
de cartón y periódico forma un hilo de plata y aceite
en la calle
a las once de la mañana
MACARENA GARCÍA MOGGIA (1983)
abre la puerta ve a su padre voltea
la cierra duda
vuelve a intentarlo sin levantar la vista deja que el aire llene sus pulmones quiere abrazarlo
no está
abre la puerta
los ojos cerrados da un paso en falso cae
abre la puerta ve
que al frente
sentado en una banca un anciano muerde una marraqueta
va a sentarse a su lado
cuenta los pasos: son treinta
abre la puerta
se encandila
con la luz del sol hace visera
con la mano sobre los ojos pero las manchas las sombras
las moscas
abre la puerta apenas se agacha
toma la carta y entra
abre la puerta de par en par grita que la esperen
recoge sus maletas
sale
abre la puerta cierra por fuera deja las llaves junto al macetero sabe que al volver
no se abrirá
abre la puerta
pero el viento
la cierra en su cara
abre la puerta: una mano cortada
en el umbral
ENRIQUE WINTER (1982)
DOS LAS PERSONAS
la mano de una es una araña y en la cabeza de la otra teje bien despacito
la telaraña de su pelo
el vello de los brazos y los muslos
la polilla es la piel que atrapa con la lengua
un hombre bajo una mujer también son una araña cuando no cada uno y con ella cantando
o de comentarista de los momentos previos las/
aceitunas son ojos y en el velador echados a las hormigas
pueden ser esa hormiga ahora las dos personas/
del comienzo
las mismas de después que acunaron sus lenguas a contraluz esferas de las que salen patas piernas/
brazos
o incluso una larva de la cuarta generación de/ mariposas
arriba para el día de los muertos porque muertas están la mayoría
de las que en grupos emigraron norte con las medias caladas noche y carne
no saben teclas apretaron
Actualizaciones no se mueven juntas como vértebras
o dedos en los lóbulos
y párpados cerrados del saxofón
como cuerdas del piano el pelo húmedo por mientras nada más
sobre esta colcha
cuesco para los ojos de aceituna
vértebras y amanece
arañas suben los parlantes hormigas en el contrabajo ella sentada dos hoyitos en la espalda y las/
cuatro trenzas
entre jaleros que hablan sobre jale
la segunda persona piensa en
la buganvilia y el ciruelo
en la primera de paseo por el parque percuten amor sin plástico larva la oruga y alas
los pies pisándolas latidos perdices y bocinas en telarañas de autos cruzan
bronces cerca de ahí están las cuerdas
de la nuca y la espalda
abiertas las vocales
en las bocas cerradas no entran moscas cuando la certidumbre toma aire y emigra
la mayoría emigra por la noche
en que dos mariposas son de nuevo una sus cuerdas apretadas como pasta oriental instantánea la vibración de quienes
no pueden encontrarse como si no se conocieran todos se oyeron desde antes
en otras cuerdas flojas los funámbulos
ya falta de un lugar tampoco
habrá un lugar común
las aceitunas son los ojos
NATALI ARANDA (1987)
El desgarro
de mirarse en un espejo y encontrarse.
No hay nombres.
Todos fueron inventados para atrapar lo que de mí se va yendo.
He llorado por horas.
Qué me diría él en este instante Que mirara al árbol volverse viento a la hoja riendo para nadie
y a la tarde que se entrega
sin pedir nada a cambio.
Me diría que me apartara
abriendo unos ojos distintos a los míos unos iguales al árbol
a la hoja
y a la tarde.
No soy lo que dicen los espejos ni las fotografías
ni lo que otros dicen de mí tampoco lo que yo digo ser
solo soy este lápiz y este papel bajo la luz.
Qué soy
Este lápiz y este papel
bajo la luz este lápiz y este papel que se pregunta
bajo la luz
una pregunta
bajo la luz
una luz
que se pregunta.
Me reconozco
dueña y cómplice de un paisaje que transcurre detenido
fragmentado por la cicatriz
que el viento muestra
en el ir y venir
de la habitación
de la calle lenta
sobre la hora
que la cortina anuncia y esconde.
En su movimiento
vuelve la calle
donde alguien mira la piedra deshacerse en el aire.
Yo dentro
él fuera
ambos mirando la tarde
que va y viene
sin saber si continuar
en el hábito del viento
o mirarnos de frente
y sentirnos menos solos.
CRISTIÁN CHIRI MOYANO (1974)
LOS ALMACENES
i
Los almacenes de pueblo se deshojan
como un sueldo mínimo en un supermercado.
ii
Los almacenes de pueblo te saludan, te fían,
te preguntan por tu madre,
te dan una yapa.
Los supermercados te piden el vuelto.
PARA LOS CITADINOS
El queso de cabra,
la miel de abeja,
las paltas orgánicas,
el carbón de espino, la uva de mesa.
Estas son las manos y el sudor del campo labrado que se ofrendan para ustedes
los citadinos.
TODO COCIDO A LEÑA… TODO HECHO A MANO
A Bertina Castillo
Casa de barro,
mata de calabaza,
huevos de casa,
tortillas con chicharrones,
todo cocido a leña… todo hecho a mano.
Agua de manantial,
crianzas de gallinas, patos y gansos, chicha en cacho,
charqui con ajo chancado en el mortero de trigo.
Ají cachocabra,
huertos caseros,
yerbas medicinales,
queso de cabeza,
olla de greda con cuchara de palo, yerbamate con leche de vaca, horno de barro
y parrones por todo alrededor de la casa. Casa de barro.
SERGIO MUÑOZ (1968)
53/ JOHN SMITH – JOHN BERRYMAN
hijo si me voy canta
en la identidad velada de mi nombre
busca ahí el tenue borde del quejido susurro que intenta inútilmente en mi labio y en tu/
oído comprender la vigilia y el énfasis de mágicas voces que abren/
arropan
el vuelo resplandeciente en que fluyo
con mi oído y tu labio
en la pálida mirada que reprime lo sacro y agudiza el estupor que late en el vacío
qué importa quién habla?
arropan
el no lugar la vida y la muerte superpuestas en versos que son el hondo linaje del silencio
90/ FÉLIX RUBÉN GARCÍA SARMIENTO – RUBÉN DARÍO
y si tacho me salto el rumor del río
es porque sigue siendo un rumor y sigue siendo un río
es porque las manos llevan también su propio/
torrente encadenado a un umbral a una apuesta cifra
a una mínima rodilla que tensa la extensión de un dolor
juana inés de la cruz
una mañana de esas que ahora se olvidan que traen tu rostro entre sus sombras ramas
como una galería de imágenes estáticas cáscaras derramadas en el suelo
98/ HAJIME ISHIKAWA – TAKUBOKU
hija nunca muere del todo lo que muere su silencio se abre alza mientras el río delata/
en su forma en su cortejo de sombra retenida o vibrante
la luz la luz que se ahoga en el torrente de un labio
si te fijas nunca muere del todo lo que muere la mano no deja de ser aire mano en el recuerdo
la voz no deja de ser boca onda en la memoria
los latidos pasos siguen siendo huella en el tiempo