El Mito, Textos — 10 junio, 2015 at 1:41 pm

Enrique Gómez Correa y el secreto: «el que quiera, con linterna me va a encontrar»

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Sobreviviente al fin del mundo, la Mandrágora, el grupo surrealista más radical de América se apresta a celebrar 75 años en el más completo e incómodo de los silencios. La reedición del libro Reencuentro y pérdida de La Mandrágora es su más actual vestigio y sumergirse en su autor, Enrique Gómez Correa, es la clave para comenzar el despunte de un misterio sin final posible.

Por Eduardo Bravo P.

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Por una ventana mal cerrada del Chino Lyonta escapa luz, vértigo y música. Quizás aún se puede beber con el hielo justo y negro porque el bar de calle 5 Oriente, en Talca, abre cuando la vigila se transforma en sueño.

“Hay que ser absolutamente modernos”, decía Rimbaud. “Hay que ser absolutamente luminosos”, apunta Gómez Correa.

«En este instante político que enfrentamos, próximos a celebrar el tercer aniversario del terremoto, es imprescindible reencontrarnos y perdernos junto a la Mandrágora: porque todo designio se cumple, todo azar junta las paralelas y  toda luz se reintegra a la tiniebla».

Citando en parte a sus propias ganas, y por sobre todo a Enrique Gómez Correa; el poeta Guillermo García envía este correo electrónico desde algún hotel de Japón, dando cuenta de la importancia de los tiempos para el reencuentro con la Mandrágora.

El 12 de julio de 1938 el grupo entra en escena. Sabiendo que la misión es suicida, se lanzan contra los faroles incandescentes de la época: Neruda y Huidobro. «Tened presente siempre las palabras del autor de Los Cantos de Maldoror: La misión de la poesía es difícil. Ella no se mezcla con los acontecimientos de la política, con la manera en que se gobierna un pueblo, no hace alusión a los periodos históricos, a los golpes de Estado, a los regicidas, a las intrigas de cortes. Ella no habla de las luchas que el hombre emprende y sólo, por excepción, con él mismo, con sus pasiones. Manteneos puros, libre de todo compromiso, libre de toda contaminación. Buscad lo desconocido, penetrad en el misterio. Huid de los concursos, de los premios literarios, de la lepra y de Neruda” (1).

 

LOS SIETE NÚMEROS

El nacimiento del grupo coincide con la presentación de la primera revista Mandrágora, el 12 de julio de 1938, a las 18:30 horas.

En total, fueron siete números, el último en octubre de 1943 y entre sus colaboradores estaban los poetas Gonzalo Rojas, Fernando Onfray, Gustavo Osorio y el bailarín del Teatro Municipal, Jorge Cáceres.

En el patriarcado: Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y su hijo Carlos; en el arte visual, Ludwig Zeller, y los pintores Eugenio Vidaurrázaga, otro talquino, y Mario Urzúa. También los músicos Renato Jara, Alejandro Gaete y Mario Medina.

El discurso pronunciado por Enrique Gómez Correa en el salón de honor de la Universidad de Chile no calza: es incómodo como una piedra entre los dientes.

¿Merece festejo? El próximo 12 de julio de 2013 se cumplen 75 años del descubrimiento. ¿Nos volveremos a ver las caras ese día?

 

CATACLISMO EN LOS OJOS

Han pasado casi mil días del terrible y bello cataclismo de Maule y no hay cenizas sobre las calles y techos de Talca, como sucedió cuatro años después de la medianoche del 1 de diciembre de 1928.

El arte de la violencia telúrica mató a 106 personas en aquella época y marcó la personalidad de Gómez Correa, aportando antecedente y designio al grupo poético bautizado con la mítica planta de la antigüedad, que entrega poder, visión y vigor sexual, pero también muerte.

“El que no saber beber la Mandrágora, el fruto que da el tubérculo, se muere” (2), advierte el filósofo Eduardo Klein.

En 1932, y previo a la fundación del surrealismo más radical de América, o coincidente con ello, frente a los ojos de Gómez Correa hace erupción el volcán Quizapu.

“Para nosotros el surrealismo es lo que para Baudelaire fue el romanticismo: la expresión más reciente de la belleza”. (3).

La gigantesca columna de humo del Quizapu llegó a Sudáfrica y dio la vuelta al mundo. ¿Estallará algún volcán maulino en 2014?

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TALCA, JULIO DE 2012

No fue el azar. Gómez-Correa nos presintió a todos la fría tarde del 11 de julio de 2012 en el incómodo acto poético de reedición de su libro Reencuentro y pérdida de la Mandrágora. Estaba el intendente de la región maulina, Rodrigo Galilea. Había escritores y poetas, también empresarios como César Aldana, hijo del impresor del primer libro de Gómez-Correa, Julio César Aldana. Y gente que deambulaba por la calle y que entró, no por azar, a su propio cuarto oscuro y fosforescente.

El anfitrión era el hijo del poeta, Xavier Gómez Bravo.

Al final de la ceremonia, el intendente Galilea recibió del poeta Guillermo García el imperativo de bautizar una de las calles de Talca como Mandrágora, en honor al colectivo poético surrealista que nació acá, en la capital del trueno.

“Para conmemorar los 75 años se me ocurren tres cosas”. Marcelo Mendoza estaba en el homenaje. El editor de la más reciente reedición mandragórica sueña despierto: “Primero, en Talca, lugar de origen, una hermosa Plaza La Mandrágora, con esculturas y centro cultural al aire libre; Segundo, una plantación de mandrágoras en el Parque Forestal de Santiago; Tercero, una exposición itinerante y más reediciones de sus libros”.

 

REENCUENTRO Y PÉRDIDA

Fue Mendoza el responsable de la hermosa edición facsimilar de Reencuentro y pérdida de la Mandrágora, que se terminó de imprimir en junio de 2012 y es el primer libro de la Colección Surrealista de Mandrágora Ediciones del que se hicieron 500 ejemplares con aportes del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura.

Es la reaparición en Talca de un libro extraviado: de un texto misterioso con la ilustración en clave de una cabeza humana como mapa de sentidos, en portada, y con el famoso retrato que René Magritte realizó de Gómez-Correa en 1953, de contratapa.

Impresa en 1955, la obra en versión 2012 es generosa y amplia. Su formato es más grande que el original -ex profeso- para convertirse en un nuevo objeto, entre nuevas manos, y nuevos ojos.

“Es un poema escrito en 1953 que él publicó como libro, diría folleto, en 1955”, aclara el editor. Ocurrió “cuando dos de sus compañeros de ruta habían dejado su ortodoxia surrealista en el ropero y el otro ya había muerto”.

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-¿Lo de pérdida del título es por la destrucción del grupo?

-“Lo de pérdida del título no es por ello; no es por el grupo, y tampoco es por la pérdida de la magia de la planta alucinógena, sino que es por la alquimia de eros. Como se verá, es un poema de amor perdido, en donde los hablantes son indistintamente, hombre y mujer, pero mandrágora ambos.

En su edición original, este poema es acaso el libro más difícil de hallar del difícil de hallar poeta Enrique Gómez-Correa”.

 

LA VIOLENCIA COMO ACTO CREADOR

“Creía en la violencia como móvil del mundo y de la vida, aunque nunca pegó un tiro”, escribe Mendoza en el prefacio.

Como periodista primero y amigo después, tuvo el privilegio de conocer al poeta desde cuando los médicos le diagnosticaran un cáncer terminal a la espalda, que no lo mató en un par de meses, como auguraban, sino que lo mantuvo con vida hasta 1995. Para eso, relata, le construyeron una cama jardín, rodeado de plantas, en el garaje de su casa que le habilitaron como una suerte de gran dormitorio biblioteca y laboratorio de alquimias, lleno de sus libros más cercanos. Y de sus amigos.

 

LA VIOLENCIA COMO ESTÉTICA

Gómez Correa se mantuvo fiel a la estética de la violencia que proclama La Mandrágora. “Él era la Mandrágora” (5).

Su carrera diplomática en vida, sin embargo, fue lo más lejano posible a la idea de alteración del orden público o de sufrimiento, lo suyo era más bien la dislocación de los sentidos como fuerza creadora.

Y es por eso que aclaraba que su violencia no era represiva. “Estoy con la violencia del acto creador: la del volcán que lanza la lava; la de la tierra abriéndose (…) la del acto del nacimiento, cuando la madre puja y sale el niño y grita. Y se estremecía con la brutalidad geológica, porque esos movimientos feroces eran el origen de todo”. (4).

Nacido en Talca, en 1915, ideó el huevo mandragórico en los patios y en la biblioteca del Liceo de esta ciudad. Acá conoció a Braulio Arenas que aportó los metales del norte chico, y a Teófilo Cid que trajo del sur la fuerza vegetal. El resto cuajó en Santiago.

Aunque la explosión volcánica, ya sabemos, corrió por su cuenta, hasta el final de sus días.

«La Mandrágora nace junto a la Guerra Civil española. Eran los tiempos del Frente Popular, cuya fórmula había triunfado en Europa y Chile. Han pasado casi 75 años y la historia -cíclica, misteriosa y alquímica- parece repetirse”, dice Guillermo García. Porque la reedición de sus libros es una tarea necesaria y fundamental: “no se puede transitar por un mundo convulso y menos por una ciudad volcánica como Talca, sin llevar en nuestras mochilas las voces de estos cuatro jinetes».
EL HIJO

Hoy Xavier Gómez, el hijo de Enrique Gómez Correa, mira con frialdad la relación que establecemos quienes no habitamos el círculo familiar. Y como la sangre desde fuera congela los vasos comunicantes, dejémosle conmovido frente a la imagen de su padre y veámoslo entusiasta por preservar los libros y la estética surrealista, abierto sobre todo a nuevas utopías en un mundo -que a decir de Michel Houellebecq- «es un supermercado».

“A sus 75 años, más que recordar un movimiento creativo que no pocos poetas criticaron, la Mandrágora se nos presenta como una urgencia en turno a la necesidad de nuevas utopías, de esas que mueven el mundo. Las habrá siempre nefastas y otras aparentemente inofensivas, pero quizás más peligrosas porque nos hablan de una libertad inalienable, en torno a las máximas e inexploradas potencialidades del Hombre.

¿Egocentrismo antropocéntrico? Es muy probable que así lo sea….”, dice Xavier. “¿Y qué más da, si muchas veces son éstas las que nos recuerdan para qué estamos aquí? Gómez Correa -a quien, por cierto, conocí como hijo-, en el silencio de su enfermedad, de su hogar y de las tribulaciones cotidianas, jamás quiso renunciar a esos sueños, los que consideraba más reales que sus restos, hoy perdidos en el Cementerio General”.

Así fue Gómez-Correa, agrega el editor Marcelo Mendoza: “sin golpear puertas editoriales y con el sello de Ediciones Mandrágora hasta su muerte, con una distribución y difusión casi confidenciales, dirigida sólo a iniciados, pues ‘he querido ocultarme. El que quiera, con linterna me va a encontrar. Me gusta la luz del secreto”.

 

 

POEMA

El reencuentro

 

Yo amaba las ciudades, los puentes

¿Sabéis lo que son los puentes?

¿Acaso no sabéis que yo vivo en este puente que une la vigilia con el sueño?
Exactamente

La mirada lanzada a los espacios que separan tus ojos de los míos.

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LECTURA DE FOTO 1

Gómez Correa puede ver, tiene los ojos cerrados cuando conversa con Jorge Luis Borges. El autor de Fervor de Buenos Aires es ciego, pero mira. “La influencia de la Mandrágora es secreta, sus adeptos mantienen el secreto”.

 

LECTURA DE FOTO 2

La mandrágora es una planta de la familia de las solanáceas, cuya raíz tiene una curiosa conformación humana. Cuando esta raíz es negra tiene la forma de una mujer, y cuando es blanca representa a un hombre. No se le puede arrancar directamente de la tierra, bajo pena de morir inmediatamente. Pero quien logra la posesión de la mandrágora tendrá el poder, el amor, la riqueza y el conocimiento. (Revista Mandrágora N° 4, Santiago, julio de 1940).

 

LECTURA DE FOTO 3

Portada de Reencuentro y pérdida de la Mandrágora, 2012.

 

LECTURA DE FOTO 4

Enrique Gómez Correa ilustrado por René Magritte, 1953.

 

CITAS:

  • Enrique Gómez-Correa,
  • Documental La Mandrágora, el surrealismo chileno nació en Talca. Dirección: Eduardo Bravo Pezoa. Fondart 2005.
  • AGC de la Mandrágora, Santiago, 1957.
  • Marcelo Mendoza, entrevista Gómez Correa en Revista Apsi, N° 198, 27 de abril de 1987.
  • Braulio Arenas.
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