Selección a cargo de don Samuel Maldonado de la Fuente
OMAR CÁCERES (1906 – 1943)
Nace en Cauquenes. Poeta innovador, su vida terminó en una zanja rural de Renca, con la cabeza rota y los bolsillos vacíos, un 6 de septiembre de 1943. Muere víctima de un asalto callejero.
Anclas opuestas
Ahora que el camino ha muerto,
y que nuestro automóvil reflejo lame su fantasma,
con su lengua atónita,
arrancando bruscamente la venda de sueño
de las súbitas, esdrújulas moradas,
hollando el helado camino de las ánimas,
enderezando el tiempo y las colinas, igualándolo todo,
con su paso acostado;
como si girásemos vertiginosamente en la espiral de nosotros mismos,
cada uno de nosotros se siente solo, estrechamente solo,
Oh, amigos infinitos.
(100, 200, 300,
miles de kilómetros, tal vez).
El motor se aísla.
La vida pasa.
La eternidad se agacha, se prepara,
recoge el abanico que del nuevo aire le regala nuestra marcha;
en tanto que enterrando su osamenta de kilómetros y kilómetros,
los cilindros de nuestro auto depáranse a la zona de nuestros propios muertos;
he ahí a los antiguos héroes dirigiéndonos sus sonrisas de altivos y próximos espejos;
mas, junto a ellos, también resiéntense,
los rostros de nuestros amigos,
los de nuestros enemigos,
y los de todos los hombres desaparecidos;
nuestro automóvil les limpia el olvido con el roce delirante de sus hálitos.
Como esas manos de mármol que se saludan a la entrada de las tumbas,
nuestro automóvil seráfico ratifica el gran pacto,
que a ambos lados de la ruta, conjuradas,
atestiguan las súbitas, esdrújulas viviendas golpeándose entre sí…
Ahora que el camino ha muerto,
y que nuestro automóvil reflejo lame su fantasma,
con su lengua atónita,
como si girásemos vertiginosamente en la espiral de nosotros mismos,
cada uno de nosotros se siente solo, indescriptiblemente solo,
¡oh amigos infinitos!
Alejandro Gutiérrez Martínez (1908 – 1934) Rauco.
Poeta simbolista, muere en Selva Oscura trágicamente, unos dicen que se suicidó otros afirman que fue asesinado.
M E T E M P S I C O S I S
Hace ya tres mil años.
Era una lluvia triste,
tan triste, tan inmensa como ésta
que nos llena de pena y de silencio.
Bajo la pesadumbre de aquel cielo ceniza
comulgaron nuestras almas con hostias de amor
y desde entonces nos perdimos, nos hundimos sin vuelta
en la honda de tiempo que se va.
Y ahora,
después,
que estuvimos navegando en el Tiempo
y perdimos en la reseca de los siglos
nos hemos encontrado para no poder querernos como entonces
porque el Imposible nos grita
su canción de negación
Yo te amo;
tú me amas;
y, sin embargo, nunca,
como hace tres mil años, nos podremos amar,
La vida actual,
nos está negando su limosna,
su absurda limosna de libertad sensual.
Y ahora esperaremos hundirnos nuevamente
en las profundidades del Tiempo Inmemorial
y en otros tres mil años saldremos a la vida
y entonces, quien sabe si nos podremos amar.
Paciencia. Esa es la vida. La evolución eterna
a que nos sometió el KARMA implacable y brutal.
El beso que me diste bajo esa lluvia triste
que hace tres mil años, regó nuestra heredad,
lo recogerás en tres mil años más.
Armando Ulloa Muñoz (1899-1928)
Murió a la edad de 29 años en una casona de la localidad de Los Huinganes, Constitución, el 10 de enero de 1928, luego de una enfermedad tan común a principios del siglo XX, la TBC. Se cuenta que su funeral se realizó en un Falucho maulino de Huinganes has el cementerio de Constitución, bajo el silencio de una brumosa tarde.
EGLOGA
Lejos de la estulticia quiero tejer mis rimas,
donde no alcance el grito de los doctos graves,
y dar cantos serenos y emociones óptimas
y dejar que el espíritu vuele como las aves…
Donde pueda sentir el ritmo de las horas,
y aguzar los sentidos en un silencio sabio,
y ver el corazón desnudo cuando llora
y entreabrir las pupilas limpias de todo agravio.
Quiero vivir la vida anónimo y sereno,
humilde y encantado en mi heredad lejana;
saturarme de sol sobre los campos buenos
y beber el rocío fresco de las montañas.
Quiero en las noches blancas, bajo la luna errante,
copiar de las estrellas el temblor emotivo,
y lleno de dulzura y de emoción fragante,
tenderme sobre el césped y quedarme pensativo…
Y ver caer las tardes y llegar los crepúsculos
encendido el espíritu, el corazón abierto,
y pasar de la tierra – insensibles los músculos-
a la vida encantada en que viven los muertos…