Destacados, Portada, Textos — 16 agosto, 2019 at 4:17 pm

El Rey que no conocíamos

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Apuntes en torno a Black Waters City de Américo Reyes

Por Germán Carrasco – Fotos Héctor Labarca Rocco

c2El poeta que más me ha llamado la atención últimamente es de Curicó y trabaja plastificando documentos, lo que implica el conocimiento de todo tipo de datos biográficos claves con los que se puede reconstruir historias. Plastificar documentos es algo así como proteger y cuidar archivos. Reyes aparece -con todo- en momentos de cierta falta de complejo del país respecto a sus territorios, lo que se ve reflejado en la decisión de las editoriales grandes de publicar a autores como Geisse, Mellado y Oscar Barrientos, posterior al ingreso de Rosabetty Muñoz a la Academia Chilena de la lengua. Todos ellos propusieron otra mirada de la provincia, sin pintoresquismos, con crudeza, humanidad y sordidez. Sí, efectivamente se extrañan las mujeres en ese grupo, deuda que precisamente pagan los poemas de Reyes en donde aparecen retratadas en plenitud y por doquier, con su mundo interior, deseos y desilusiones.

La gente pareció darse cuenta que Magallanes no es sólo Coloane o Rolando Cárdenas; ni el Norte Chico es solo Mistral o el Norte Grande Andrés Sabella. Que existen más subjetividades y matices aunque el filisteísmo quiera siempre achicar el mundo (a nivel de censurar a Neruda por un texto que es autoconstrucción de imagen, o sea, ficción). Dentro de esta necesidad del país de mirar sin complejos y sin pintoresquismos a las regiones porque ya no hay de dónde sacar prosistas o poetas que no sean los mismos nombres de siempre impuestos por la prensa o alguna patota de poder, aparece este poeta tan vitalista como culterano. Y algo que se agradece, con experiencia y años de circo, con mirada.

Algún curita joven entrevistado por Ximena Torres Cautivo en The Clinic recomendaba a un colega poeta, a ese había que leer según la entrevistadora y el sacerdote. Según el curita de apellidos Walker Cruchaga -ni hablar- un amigo suyo “dominaba la forma clásica” (sic). Habían sido educados en el Verbo Divino. El poeta recomendado por el curita, que además era artista, era gerente o encargado económico del Hogar de Cristo. Ni hablar. Santiago es más Black Water Town que la misma Black Water . Lo que el curita buena onda entendía por forma clásica, como le llamaba él, no era otra cosa que la simple factura de sonetos, sáficos u otras formas cerradas. Este punto hay que aclararlo mil veces hasta que se entienda: las formas cerradas o la métrica son un set de reglas bastante sencillas. El mundo conservador se apega mucho a las formas cerradas y utiliza a quienes hacían uso de ellas para obliterar la diversidad de expresiones. Lope o Garcilaso se reirían como se ríen los demás hermanos latinoamericanos y los académicos europeos cuando ven estas prácticas. Recordemos los sonetos de París, situación irregular de Lihn, sobre temas zafios, revulsivos, cotidianos, plagados de chuchadas a veces, indigeribles por el conservadurismo literario (operante desde Santiago y mucho más provinciano que la provincia, hay que decirlo, porque entre otras cosas en la provincia hay matorrales, escondites, laberintos). Américo hace y deshace con sonetos – versos exquisitos a la persa o a la japonesa- , con métrica y a veces los incrusta en poemas de forma libre: la hace de taco, al revés, al derecho. Nos está diciendo: “Si quieren les escribo mil sonetos perfectos, de la medida que me pidan, dedicados a la divinidad que me pidan. Pero no me interesa”. No es lo suyo. Es muy fácil hacer eso, además. Lo vamos a repetir mil veces: es fácil hacer métrica y el mundo conservador la aprovecha para arrojar la pelota lo más lejos posible o simplemente esconderla. Siempre fueron de esconder libros, de censurar. Esto no debe ser entendido solo por los que leen poesía sino  por cada profesor de comunicaciones, por cada persona medianamente ilustrada. Así que el dominio de la “forma clásica”, como decía el curita sin tener pico de idea  de lo que hablaba, no tiene sentido. Lo de Américo es otra cosa, es el retrato de los tipos humanos en una aldea. Las historias de amor, canalladas, decepciones amorosas,   en una zona. ¿Re-escritura de Spoon River? Sí, pero matizada con el porno de matorral, con lo que marcó para siempre las vidas de los habitantes de Curi ( Black);   Co (Aguas). Y especialmente con la confesión, y en ese sentido es religiosa porque hace público un retrato anónimo inconfesable, no como traición al que confiesa si no  como una forma de poner en circulación lo que casi ningún papel aguanta, ya que las editoriales independientes andan en búsqueda de vender sandías caladas en vez de hacer visibilizar subjetivos ausentes o descubrir afectos, potencias inéditas o palabras que incendien la página (y estamos hablando de cabros jóvenes, que es lo más aterrador). Esta poesía es tan lírica como brutamente real, con el retrato de la bajeza y lo miserable incluidos, que gusta tanto a alguna gente, como las sordideces de Bruno Vidal, sin ser solo eso, porque es álbum de toda especie de poemas.

Un poeta como este, que trabaja y vive gozosamente, no es tan apreciado en lugares en donde se valora lo sacrificial y la autoflagelación. Y presentó, calladito, de un momento a otro una obra madura. No diremos sólida, lo sólido no es un valor. Hay muchos buenos, viejos y jóvenes: Elvira Hernández, Tomás Harris, Eugenia Brito, y otros más jóvenes como Gustavo Barrera, César Cabello, Francisco Ide, Felipe Moncada, Paula Ilabaca, Florencia Edwards, Natalia Figueroa, Juan Carreño y perdón por todos los que olvidé. Probablemente lo de Reyes es de lo mejor que se está escribiendo, a pesar de algunos tics: los títulos largos, la explicación de las situaciones en prosa, pero quizás se justifican porque obedecen a la necesidad de expresar con claridad y matices los retratos.

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Casi toda la literatura chilena consiste en develar, en correr el tupido velo como decía esa vieja melindrosa que es Donoso. Las letras chilenas obsesionadas con la violencia, donde el deseo y el placer se sienten enjaulados y retorcidos, como el caso de Matías Rivas, por ejemplo. Hay, en otros casos, un desprecio por el deseo y el placer: la literatura de un país tiene sus síntomas. La violencia política en Bruno Vidal, Pepe Cuevas y Jaime Pinos. O en los misteriosos laberintos al borde de lo siniestro de la ópera prima de Florencia Edwards, de la que esperamos muchos libros más como su debut, Ya no van a haber robots. En algo así como una especie de humor negro en Elvira Hernández. Esto se manifiesta en Américo reyes, especialmente en los PDI, Poemas del Imperio. Ahí se hace cargo de ese desafío para los poetas: abordar las bajezas. Sí, el mismo poeta lírico, el mismo flautista sensual de ríos y placeres que recuerda a los poetas persas se hace cargo también del lado oscuro del corazón, de los matorrales que encubren la intimidad y el sexo a destajo, que siguen espantando a los líricos y amantes de la alta poesía, que Américo maneja al dedillo insertando versos que podrían tener la elegancia de la poesía homoerótica persa (condenada por la sharia: las restricciones de la la estricta ley islámica, a pesar de eso, Rumi presenta la relación homoerótica como una metáfora de la relación con Dios). Siempre la reacción religiosa va a oponerse al poema. Quizás porque el poema ocupa muchas veces el lugar de la religión. Por qué este paréntesis tan largo con lo persa. Porque El Flautista me recuerda ese tipo de poesía y me parece una de las nota más altas de la poesía de Américo Reyes. Una poesía celebratoria, de gozo.

Veamos bien: en Decálogo del poeta, poema que comienza la antología guiñando el nombre real de Neruda, Américo sentencia: “escribe como si no tuvieras nombre”. Esto es porque el poeta se reparte en todos los nombres de Black Waters. El siente por la abandonada, por la que quería amor y es violada por un bruto, por el adolescente flaite que se culea  a una MILF abeceuno y termina robándole las joyas, él es todos esos. Astuta y ladina operación, lo mejor de la provincia y un poco también de la herencia campesina que le da vuelta el discurso del citadino ilustrado o del futre explotador jugando con el sentido de las palabras. Porque el mismo poeta altísimo que evoca a Rumi o Hafiz en El flautista (alter ego que más representaría a Américo, disperso su nombre entre todos los habitantes del pueblo) es el mismo de las bajezas: la sinceridad a la hora de hablar de sexo sin amor como su personaje Isabel, que defiende esa práctica.

Los poemas en prosa son verdaderos cuentos o crónicas de los modos de Vida en el Pueblo de Aguas Turbias. O Negras. La búsqueda del amor aparece con frecuencia en general y a veces violentamente quebrada. Pero detengámonos para hacer un poco de lectura de género : aparecen mujeres que solo esperan el amor y tienen una primera relación sexual brusca con un bruto, o la mujer toda ilusionada y vestida para la ocasión, llena de esperanzas. O mujeres que son rechazadas por la superstición de la virginidad.

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La poesía de Américo Reyes es el desarrollo de las líneas más nítidas de la poesía chilena. Por una parte, dos maneras inventadas por Pablo de Rokha. Una es la oralidad. No hay la exuberancia y el exceso frecuentes en la poesía homoerótica sino una especie de rumor inteligente y tenue valentía al hablar de escenas tan tiernas como violentas o trágicas. El testimonio. El ponerse en lugar del otro.

Muchas veces la zona central de Chile se parece a la Sudáfrica del apartheid: las lujosísimas viñas con arquitectura de avanzada y eternísimos jardines perfectamente cuidados, información en inglés y japonés en los letreros, museos del vino y, al lado, de esas maravillas, el pueblo que, con cueva tiene una biblioteca generalmente desactualizada, al igual que en Santiago. Me escribe el poeta “ te gustará Curicó, amigo, el vino es barato y todavía quedan unos cuantos boliches rascas, que son los mejores, y se puede ir a pata a cualquier lado, y los flaites son de verdad, y las maracas y maricones también y hay, jajaja , un montón de heterosexuales asumidos…”

Curicó significa Aguas Negras en Mapuzungun . El libro se llama Black Waters City, citando por supuesto los personajes de Spoon River, que es la influencia de montón de libros sobre lugares y personajes, como Yoknapatawpha, palabras de la tribu chikasaw que según Faulkner también significan “agua que corre lenta”. ¿Por qué el título en inglés, se preguntarán? Por bastardía de origen, por el flaitismo que se hace presente en las hablas del poeta y que trafica mucho con palabras e inglés, por homenaje a Lee Masters pero, lo principal, para molestar al buen gusto burgués que odia los extranjerismos. Por eso en algunos poemas hablan raperos y se tratan de man. Algún latero hablaría de hibridación y de entreveros, de transculturación, etc. La academia clasifica que es mejor salir arrancando y esconderse en los matorrales. Esa academia del tipo extractivista que revienta un tema y un autor, que cree que esa instalación de un nombre en el canon es más política que los gestos del día a día. Que fuerza tozudamente el zapato chico de la teoría en el pie del poema.

La estrategia de Américo es la mejor: “domino la métrica y la prosodia, conozco la tradición al revés y al derecho pero voy a aplicarla con los materiales que hay en el entorno”. Es muy sencillo y a veces a algunos les cuesta entender esa idea en el continente de las hablas mestizas de Vallejo y Mistral. Si Américo hubiese nacido en cualquier pueblo o ciudad del mundo, hablaría desde ese pueblo y ciudad. Lo regional, en ese sentido, tiene algo desplazable. Y por otro lado, los pueblos y capitales de todo el mundo se parecen cada día más, y como ganaron los chicos malos en varias partes del mundo, el derechazo hará que la división sea en todos lados drástica y violenta.

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Veamos lo que dice Felipe Moncada Mijic, un poeta cuyo libro sobre la provincia es fundamental y desprovisto de todo lugar común o reivindicación territorial revanchera. Ahí, yo diría que un provinciólogo fundamental, se sumerge en los modos de vida y de escritura de los territorios invisibles. Hacer visible lo no visto (en vez de otorgar “carta de ciudadanía”, mal término, ya que la ciudad no existe, existe el territorio, los distintos espacios en donde hay modos de vida). También existe el poema más que los nombres propios. Felipe Moncada dice, en el prólogo de Black Waters City,: “creo que en una obra compleja como ésta, más que la novedad de los recursos, o la originalidad del planteamiento del texto, con sus distintas capas de lectura, o la imbricada relación entre los personajes, el resultado final está supeditado a que la lectura fluya, en simple, que resulte, y eso es lo que felizmente ocurre: detrás de la complejidad compositiva ocurre el placer de la lectura”.

Una de las cosas que hay que resaltar en esta poesía que no podría ser considerada LGTBQI sino  poesía a secas, es la sexualidad gozosa, no esa cosa torturada y denunciante de la anterior poesía chilena. Esto es uno de los rasgos más importantes porque es nuevo. La palabra gay significa literalmente “alegría”, pero gran parte de la tradición poética chilena planteada desde la homosexualidad suele ser completamente torturada, denunciante y declarativa, y aunque los poemas de Reyes rebosan de vida, experiencias, hay gozo y celebración whitmaniana, jamás auto-victimización. Como no hay victimización ni abanderamiento en otro poeta gay, Gustavo Barrera Calderón, lo mejor y más tenue de los años noventa. Ni Reyes ni Barrera Calderón se abanderan definen su poesía con ninguna etiqueta de género.

Es la alegría y el sentido común sabio de Américo Reyes reemplazan la figura del homosexual atormentado y amante de la sordidez. Sobre este punto quiero hacer una diferencia con otros escritores gay. El público quiere héroes sacrificiales, que ojalá sufran, sean adictos, los arrojen de un séptimo piso, etc. La adoración chilena de lo sacrificial, el flagelamiento, la sordidez, la búsqueda de víctimas para convertirlos en héroes intocables, lo que no permite ni leerlos, ni opinar sobre ellos, mucho menos analizarlos. Esto es otra cosa, esto es sonrisa inteligente y ladina, brisa y placer.

 

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