Editorial — 7 septiembre, 2016 at 9:01 am

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Hace unos tres años en la sala de un preuniversitario en Llolleo, facilitada por un profe militante comunista, un grupo de escritores provincianos firmaron el manifiesto de los Pueblos Abandonados. Ahí, los poetas representantes de los equipos chicos se armaban “frente a la banalidad burda de los cánones que la razón metropolitana dictan”, proponiendo que “la escritura territorial se manifiesta como una propuesta simbólica y material de la diversidad de prácticas escriturales de nuestro país”.

Siguiendo el paso dado por estos Pueblos, que, por un lado, es una pataleta –un camote inofensivo y artero–, una jugada frente a la impotencia del “Santiago es Chile”, y por el otro, un discurso necesario que pretende hacerse cargo del trabajo artístico hecho a espaldas de la metrópolis, este séptimo número de Medio Rural lo hacemos Contra Santiago y otras kapitales. Partimos revisando la miserable vida de los pelusas del Mapocho, en la voz de Gómez Morel, quien además nos regala el decálogo del Código del honor del hampa, un listado para comportarse como un ratero decente. Seguimos con una crónica desde el corazón de Sanja city que rememora el odio que poseería al autor, cuando alguien –por allá en los noventas– aparecía con un reproductor mp3, quebrando sin piedad la mística del mundo análogo. Marcelo Mellado, embajador auto proclamado de los Pueblos Olvidados, larga su enjundiosa retórica contra todo aquello que suena a centralismo, mientras es oteado perversamente por una docente universitaria. Y así vamos avanzado, mirando cómo ha sido descrita la capital desde la música popular; además nos damos el lujo de publicar a dos poetas ilustres de la Unión Chica: Iván Teillier y Álvaro Ruiz, y rayamos en los muros capitalinos el cáustico Santiago Punk de Carmen Berenguer, publicado hace justos veinte años pero que suena como si hubiese sido escrito anteayer. Seguimos juntando rabia a través de la selección de fotografías de Emiliano Valenzuela, una sórdida visión de la noche santiaguina y sus desechos. Elicura Chihuailaf, poeta mapuche insigne, conversó largamente con nosotros y reivindica su tierra y sus raíces hablándonos de poesía, de lenguaje, de memoria y de la Casa Azul donde nació. Acompañamos también a un adolescente curicano, ensimismado ante la visita de Aylwin a la provincia y como, “en la medida de lo posible”, casi-casi logra llevarse a todos sus compañeros a un viaje “todo pagado” a conocer la capital del Reyno. Rematamos con la invitación a redescubrir Conti, donde según el autor “está la acción verdadera”, ciudad con más historias que guionista de Hollywood.

Don Jorge   Teillier, cabreado de que le repitieran el mote de lárico, fue quien prendió la mecha que inspiró este número al decir que los poetas santiaguinos no pueden ser nada. Nosotros no vamos tan lejos, simplemente queremos plantar hidalgos nuestra banderita, para hablar de igual a igual con el discurso hegemónico hecho desde Santiago y sin mirar más allá de sus edificios.

Armamos, entonces, este séptimo número de Medio Rural, parapetados en la sombra larga y restrictiva de la capital, donde todo llega y donde todo empieza a morir.

 

 

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