Destacados, El Mito — 14 enero, 2015 at 4:50 pm

Augusto Santelices: Para que no me olvides…

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Por Samuel Maldonado de la Fuente

 “Cuando no puedas amansar la pena

Cuando la púa del dolor te crispe,

Ven a la cima donde nace el viento

Pampo Francisco …”

 

Los versos de Augusto Santelices (Vichuquén, 1907 – 1980) están compuestos de dolor y drama humano; desde la tierra agreste y solitaria, como si su entorno fuera una gran casa de adobe con sus huertos sembrados de seres abandonados, pero recogidos por la palabra en la naturaleza propia y social.

 

Santelices es un símbolo de la maulinidad, que habita en los rincones crepusculares de la costa curicana, allá en las serranías cobrizas de Licantén. Esta localidad se desarrolló gracias a la llegada del ferrocarril en 1938 conectando al pueblo con Curicó. Licantén en aspecto toponímico, tiene muchos significados etimológicos como «lugar de la piedra encantada», «tierra de cobardes» o de «hombre fuerte». Paralelo al pueblo deambula el río Mataquito, cuya cuenca tiene 6.190 km2, y se origina de la confluencia del río Teno, allí aún se perciben vestigios del pasado como pueblo de aires evocativos. Los Incas que invadieron este territorio antes de la llegada de los españoles, llamaron “Mataquetha” al río, que significaba “dar coces la llama”.

EL POETA Y SU RAIZ

 

Augusto Santelices nació en Vichuquén el 14 de Septiembre de 1907, lugar al que el poeta llamó “tierra de olvido”, era el habitat de brujos y de mitológicos seres-pájaros, los Tué-Tué, que tanta fantasía llevan a la mente de sus habitantes; Pedro Prado los inmortalizó con su publicación de Alsino en 1920, abriendo las compuertas de un realismo mágico de esencia criollista, usando la fantasía como principal tópico literario. Santelices finalmente enclavó en otro olvido el cementerio de Licantén, allí yacen sus restos mortales, lugar al que se accede con dificultad por un sendero polvoriento y asoleado, una humilde lápida de mármol derruido, menciona el nombre del poeta y del hijo perdido a temprana edad. La soledad del lugar, el silencio misterioso y los escasos visitantes, dan a ese pequeño lugar un real sentido poético. El cementerio está en una ladera del cerro, como subiendo a la montaña sagrada. Falleció el 1º de Mayo de 1980 a la edad de 73 años.

 

La escritora y pintora Ema Jauch nos recuerda que “en su lejana niñez, una tía coleccionaba y pegaba cuidadosamente recortes de diarios y revistas con noticias literarias del poeta que llamaba “El libro de Antología” donde aparece un poema publicado por Zig.-Zag que se titula Solo diez años después”, donde ya mostraba la finura y elegancia del poeta:

 

“miro tus velas blancas, sutiles y distantes,

Que en los mares del mundo jamás podré alcanzar.

Sólo porque tu barca partió diez años antes

Ya no podré amar.”

A los doce años se definía como “un mocoso de humanidades” hijo de la vieja raigrambe provinciana, que después de aprender lo más elemental en su pueblo, pasó al Liceo de Talca, donde cursó hasta el primer año de humanidades.

AUGUSTO SANTELICES V.

Llegó a Santiago junto a sus hermanas, en 1920, en épocas convulsionadas de efervescencia política. Cuando el “León de Tarapacá”, Arturo Alessandri, gestaba su candidatura, entre las revueltas de la Federación de Estudiantes de esos años, llegaba Santelices al liceo Valentín Letelier, donde traba sus primeros contactos con Mariano Latorre, quien lo estimuló a proseguir en la literatura. En 1925 ingresa a estudiar Derecho en la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile. En 1926 ya empieza a escribir, con el ensayo El Imperialismo yanqui y su influencia en Chile, posteriormente se transforma en asiduo colaborador de los diarios El Mercurio, Ultimas Noticias y en las revistas Zig-Zag y Letras de Santiago. Su memoria de grado (1930) la tituló Esquema de una situación económica- social de Iberoamérica. Luego ingresó a su práctica en el Bufete de Oscar Pinochet, Santiago Macchiavello y Lisandro Santelices.

 

En su época de estudiante universitario traba amistad con Julio Barrenechea, René Frías Ojeda, Oscar Weiss, Luis Corvalán Valero, Benjamín Morgado, Clemente Andrade Marchant, Raúl Cañón, Raúl Juliet, quienes deciden dar un “Golpe de estado” (como lo relata Enrique Salinas) y se apoderan de la “Academia de Literatura y Artes” que funciona en El Diario Ilustrado, a modo de ironía literaria le llaman “Montepío Intelectual” y proclaman la abolición actas y estatutos. Otra de las medidas, es que la Presidencia sería rotatoria de acuerdo a la estatura. Por esa época dirigió la revista del centro de derecho: Mástil.

 

Era la época de los cambios estéticos en la sociedad y en especial entre los artistas, época de Ismos: aparece el surrealismo, el cubismo, el creacionismo entre muchos y él forma parte de una nueva corriente, importada de Europa, el Runrunismo en 1928, levantando acta solemne de una corriente que ellos mismo llaman “inútil”. Al menos sacudieron la abúlica sociedad en la que convivían, con rasgos retinianios. En una actitud un tanto dadaísta, decide expulsar a cuatro de sus miembros y se expulsa el mismo.

 

 

En 1929, recién aparece con el libro El agua en sombra, compuesto de una poesía de nuevos tiempos, es el advenimiento de algo nuevo y distinto.

 

Se cuenta que en el Teatro Nacional, durante una función, anunciaron al poeta Santelices, los espectadores quedaron impactados por su físico: “extremadamente delgado, flaco y pálido, enfundado en estrecho y enlutado traje negro, luciendo polainas blancas”, recuerda Oreste Plath. Revienta la platea leyendo la Oda a la Botella; el poema impactó al mismísimo Neruda que a la vuelta de Rangoon, donde fue cónsul, le manda a llamar y, en una recepción en su honor, le pide que vuelva a leerla. El Nobel, se emociona y lo abraza. Santelices, ante tamaño honor, se avergüenza.

 

En el desaparecido Teatro nacional de Santiago, destapa el poema que se transformará en el impacto poético de la época:

 

“¡Oh, Señora! ¡Oh, Botella!

Del corazón ardido de soles y de estrellas,

Hada maravillosa, diosa de la alegría,

A tu influjo se trueca la noche por el día,

Se muda el oro en cobre,

Se vuelve el pobre rico y el rico queda pobre!

¡Oh, Señora! ¡Oh, Botella!

Los caminos del mundo se alumbran con tu estrella;

Lámpara de Aladino,

En tu fuego se queman lo humano y lo divino;

Barco de la fortuna,

En tu equipaje iremos un día hasta la luna…!

Y era un país divino

Donde el agua, la sangre y la savia es el vino,

Donde el mar y los ríos, los lagos y las fuentes

Son plenos de aguardiente,

Donde en los campos solos, besando las estrellas,

Se yerguen alamedas de pálidas botellas….

Donde las dulces niñas

Antes de pedir novio pedían una viña;

En donde las señoras se daban grandes farras

A la sombra ideal de las hojas de parra;

Donde el Sultán tenía once mil odaliscas

Que si les falta el whisky se van poniendo bizcas.

País celeste de la dicha

Donde llovía chicha;

Donde era el mar de vino

Y yo sobre un tonel, era marino;

País en donde el agua

Nunca la conocieron ni las guaguas;

Y en donde hasta la sopa

La servían en copa;

Donde era cosa llana

Apagar los incendios con una damajuana;

Donde, en lugar del casco,

Los heroicos bomberos se ponían un frasco.

Donde admiten los bancos

Depósitos en tinto, sobregiros en blanco,

Donde soy tesorero de un pueblo peregrino

En donde los impuestos se cancelan en vinos

Y donde el jardinero, sólo por darse tono,

                 Riega las flores con anís del Mono.

 

 

EL POETA Y SU MUNDO

El poeta se casa con Silvia González, en 1937, en el fundo Santa Amelia en Licantén, las campanas entonan Docomávida, en ese momento cumplirá 30 años y se radicará en la costa del Maule norte para siempre. Este acto queda estampado en el poema Recién casada:

 

Tus ojos se diluyeron

Como una droga en mis venas;

Me dieron sed tus cabellos

densos, como una miel lenta.

Nuestro abrazo echó a la brisa

Un cuchicheo de yerbas;

Los dondiego y se asomaron

Dilatados de sorpresa.

Estabas bajo la tarde

Como una corra abierta;

Yo no podía apartarme

Borracho como abeja

…………………………………

 

Vinieron los hijos y las promesas: María de la Luz, María Consuelo y Francisco Alejandro que fallece tempranamente, al que Santelices dedicará su libro Un Hijo es como un río.

 

Fue Regidor por Licantén y más tarde Alcalde por dos periodos. En 1976 es declarado Hijo Ilustre de Vichuquén. Por esos años, ingresa a la Masonería curicana, donde llega al grado de Maestro. Augusto Santelices fue abogado, Notario, Conservador de Bienes Raíces y finalmente jubiló como Juez de Letras del Departamento de Licantén. Muchas son las anécdotas que se cuenta en su calidad de Juez, se dice que en más de una oportunidad envió sus escritos judiciales en verso, esto le causaba mucha risa dada su fina ironía poética.

 

Un Hijo es como un Río, se llamará su último libro impreso en 1970, con ilustraciones de Pedro Olmos. Bajo el sello de ediciones Ancoa. Gran aprecio sentía por los poetas e intelectuales linarenses, como Pedro Olmos, Emma Jauch, Manuel Francisco Mesa Seco y Samuel Maldonado Silva. Las visitas aumentaron entre el Fundo Santa Amelia y la Villa de San Ambrosio de Linares.

 

Santelices posee su propia aldea costina, donde la memoria se detiene en el tiempo, llámese Licantén, Vichuquén, Lora. La vocación social la comparte como líneas de pan, de amor, líneas de fe, nostalgia de un pasado que cabalga sus versos. Las cadencias de esta poesía, deambulan entre los cerros, las nubes, la luna, los puquíos y los personajes del pueblo, que emergen con magia a través del recuerdo. Su voz trae nostalgia desenfrenada, es el bus – carril a la costa que serpentea en sus versos, el río que amanece en velo, la vivencias de un pueblo construido en el agua, los cerros con su elegía de brumas, los hombres estampando su espíritu al atardecer, hay silencio en sus caseríos, es Licantén o la tierra de nunca jamás. Su intensidad poética radica en la naturaleza de sus personajes, el universalismo rural; el pueblo como una estampa de soledad es el arte que rescata el sentimiento y el alma de lo que siempre añoraremos.

 

Una soleada tarde de otoño, por el sendero que conducía hasta una colina donde está el cementerio de Licantén, el féretro invadió el silencio y el olvido. Aún se escucha su voz tronando en el aire costino al cumplirse 107 años de su nacimiento aunque han paso largos 34 años de su desaparición, un día primero de Mayo.

 

Algunos versos se su obra fundamental quedan repicando al oído.

“Eras por fin el hombre y eras rubio,

Erguido como una canción que va a quebrarse……………….

Un hijo es como un árbol plantado en nuestro pecho.

Pero ya no será, ya no tendré relevo,

¿Qué torva bestia decoloró tu sangre

Tronchó tu clara espiga, quebró tu cien de cuarzo?

Un hijo es una herida que no cerrará nunca…..”

(Fragmento de Un Hijo es como un Río)

 

Augusto Santelices posee una nostalgia del origen, de la media luz, de la semi sombra, o un espacio de vida cotidiana: la plaza, el toque de campana que anuncia los trenes, la charla de invierno junto a los rescoldos, las carretas cargadas de trigo, los amigos, el vino. No es el espacio del mito, sino el de la nostalgia de lo que ya no existe, o de lo que está oxidado o en miras de hacerlo. ¿Cómo reconstituir la aldea lárica en ruinas? Haciendo contacto con los pájaros, los caballos, el viento, el bosque, la sombra y la luz del sur. Esto es cogiendo el territorio que me circunda.

 

Curicó es un territorio demarcado por grandes poetas, como lo fue Pablo de Rokha, Carlos René Correa, o Hernán Calquín Santelices, es la continuación de la ruralidad en su hábitat natural, que permanece con el paso de los años. Otros destacados son Daniel Barros Grez, Efraín Barquero, Gladys Thein, Héctor Aravena González, Armando Arriaza, Héctor Oyarzun, Tomás Guevara, René León Echaiz y en todos predomina la evocación como una forma de retrotraerse a las épocas más esplendorosas del ser.

 

Gran tarea es la de rescatar esa esencia: fortalecer la palabra apaciguadora, reencontrarnos con los valores primordiales y establecer un nexo entre memoria y realidad.

Referencias:

Ema Jauch, “Augusto Santelices, el Juez-Poeta de Licantén” Revista Maule UC, 1988.

Carlos René Correa: Diario la mañana de Talca 28 de Abril de 1992, artículo.

Enrique Salinas: “Augusto Santelices, la poesía con poncho curicano” Domingo 31 oct. 1993.

Orlando Gutiérrez: “Versos Inéditos de Santelices” Diario La Prensa Junio de 1991.

Samuel Baeza Reyes: Diario la Prensa 29 de Julio de 1973.

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