Destacados, Entrevistas — 27 noviembre, 2020 at 3:34 pm

Álvaro Bisama: «Mi pregunta es por qué nos demoramos tanto en escribir un libro biográfico sobre Pablo de Rokha»

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Texto y foto por Daniel Rozas

 

Sobre la obra de Pablo de Rokha, Humberto Díaz Casanueva escribió en un famoso ensayo: «algún día alguien habrá de espigar en su selva. El ramo que se obtenga será profundo y duradero: honra de la poesía chilena».

El escritor y director de la carrera de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales, Álvaro Bisama hizo lo que, hasta ahora, nadie se atrevió: escribir la biografía de Pablo de Rokha, leer críticamente su obra y espigar en la selva rokhiana.

“¿Cómo se hace para equilibrar datos y buena escritura?”, se pregunta el escritor argentino Pedro Mairal en relación a Mala lengua. (Alfaguara, 2020)

Bisama cuenta que leyó la obra completa, investigó por dos años, cruzó referencias culturales del mapa literario chileno del siglo xx, y pilló la clave de estilo del poeta en su respiración, cuando escuchó la grabación que dio Pablo de Rokha en una conferencia en Valparaíso. «Ahí te das cuenta que él va inventando las frases a medida que va hablando».

Sin cuestionario ni pauta, esta conversación la mantuvimos debajo de su departamento en el Parque Bustamante, en el café Amadeus, una tarde de jueves de noviembre, tomando una botella de vino blanco para espantar la paranoia santiaguina.

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Tu libro se destaca porque es una investigación sobre el lenguaje de Pablo de Rokha. Hasta Mala lengua, las lecturas sobre de Rokha casi siempre se remitían a lo anecdótico ¿Cuál es su mala lengua?

Primero, creo que no hay una lengua de Pablo de Rokha. Hay muchas. El prejuicio dice que hay una sola obra cuando en realidad, para mí, su obra es múltiple. La mala lengua es justamente ese hilo que une Escritura de Raimundo Contreras con Jesucristo y que se concentra en La epopeya de las comidas y bebidas de Chile, pero que explota como un mapa de Chile en Genio del pueblo. Para mí el libro que resultó clave para entender a de Rokha fue Genio del pueblo.

¿Por qué?                                                                                    

Porque no es un libro de poesía. Yo lo leo como una novela, como una crónica. Es uno de esos proyectos literarios que tienen una voluntad total y donde hay más de ciento treinta voces hablando a la vez como si fuera un mapa de Chile. Me parece interesante pensar que ese libro se publicó en 1960, cuando ya se habían publicado Eloy (Droguett), La cueca larga (Parra) y Canto general (Neruda). Entonces la mala lengua de Pablo De Rokha es ese desajuste interminable de su escritura y que se va acomodando una y otra vez y, muchas veces, fracasa. Queda antes o después, pero siempre llega a destiempo. Al leerlo te das cuenta de que la lengua de Pablo de Rokha no es nerudiana, ni huidobriana, y que no tiene otros parecidos en la poesía chilena que no sea él mismo. Yo empecé a preguntarme sobre la lengua de de Rokha cuando ya estaba cerrando el libro. No tenía un título. El nombre vino solo. Saltó en medio de la noche.

En Mala lengua hay un párrafo donde hablas del estilo rokhiano. Un estilo donde la construcción de cada oración es larga, se retuerce, y la emoción está al borde del ridículo, pero también de la conmoción. ¿Cómo pudiste explicar ese estilo?

A mí eso me quedó claro cuando escuché la grabación que dio en una conferencia en Valparaíso. Cuando escuchas a de Rokha te das cuenta que va inventando las frases en la medida que va hablando. Y él va modificándose, corrigiéndose, hilvanando, creciendo. Es autor de oraciones, de sentencias que no terminan nunca. Eso le permite tener cierto hálito profético, lanzarse hacia el futuro. Pero, por otro lado, uno percibe que su escritura es híbrida; no sabes si es narrativa o poesía lírica, y esa escritura va cambiando en la medida que él la va desplegando, tejiendo.

Eso está muy bien explicado. Los materiales de construcción de su lenguaje son dispares y eso lo convierte en un innovador. En tu análisis, de Rokha cruza biografía, crónica, poesía, diatriba, prosa, ficción. Y ese estilo alcanza su primer paroxismo en Los Gemidos. ¿Por qué?

La crítica a Los Gemidos es muy clara. Lo que salió en revista Claridad, lo que dijo Alone, Silva Castro, Bunster, Aliro Oyarzún. Pero si te vas a las viejas entrevistas, creo que De Rokha ya tenía claro el libro el año 1917. Pocos lectores, casi nadie, han reparado el trabajo que hizo Pablo de Rokha en Numen, la revista de Juan Egaña. Llegó como director a Numen en los últimos números de la revista y, si te fijas, ahí ya escribe perfiles sobre Cristo, Nietzsche, Whitman, prefigurando su obra posterior. También hay ensayos de Winétt de Rokha sobre la escritura de mujeres y en Numen está súper claro lo que Pablo de Rokha estaba leyendo. Y yo creo que Los Gemidos proviene de esa visión. ¿Cuáles son los libros que pueden leerse al lado de Los Gemidos? Residencia en la tierra (Neruda) es un libro que le debe a Los Gemidos. Y luego está la idea de José Emilio Pacheco del año maravilloso, fabuloso, de 1922. Pacheco lo pilla muy bien y lo dice en un ensayo sobre la otra tradición poética que corre al lado del modernismo. Escribe que, en realidad, tenemos que pensar el año 22 como el año de La tierra baldía (Eliot), Trilce (Vallejo), Ulises (Joyce), Desolación (Mistral) y Los Gemidos. Pero Los Gemidos también es el mapa del mundo en que Pablo De Rokha quiere vivir. Ese libro tiene textos biográficos como «Epitalamio», que él viene escribiendo hace años. Y lo otro es que, en ese libro, Pablo de Rokha crea a Pablo de Rokha como invención literaria.

Usas El amigo de piedra, la autobiografía de Pablo de Rokha, para ir urdiendo la narración de tu retrato.

Cuando estaba en la Biblioteca Nacional leyendo la revista Multitud, me topé con un texto de Pablo de Rokha que se llama Clase media y que viene presentado como una novela. Ahí me di cuenta de que todo discurso autobiográfico es también un discurso híbrido, de ficción. En el caso de El amigo de piedra, fue un esqueleto para seguir, un modelo, pero también fue un texto del cual había que desconfiar. 

Porque es ficción pura.

Entonces ahí empecé a tomarlo como una parte del libro, desde donde podía entrar y salir, pero sin creerle nunca. Por ejemplo, me di cuenta que El amigo de piedra tenía esta condición híbrida, frágil, engrupidora, grandilocuente. Las anécdotas sobre de Rokha están ahí, narradas hace tiempo, pero para mí era interesante sacar al personaje del cliché. Hay un dato importante sobre la escritura de Mala lengua. Y es que no lo escribí linealmente. El libro fue armándose por fragmentos. Y eso me permitió crearlo como un puzle. Entonces cuando tuve la estructura comencé a llenar los fragmentos. 

Ahí aparece otro elemento en tu lectura sobre Pablo de Rokha: su modernidad. El lugar común indica que Huidobro fue el pionero (cosa discutible), y tú recuerdas en Mala lengua que ambos se encontraron el centro de Santiago antes que él se fuera de viaje a Europa. «Entonces los dos partimos; únicamente que yo voy hacia más lejos». ¿Por qué Pablo de Rokha iba más lejos?

Porque de Rokha iba hacia dentro de sí mismo. Y también porque el proceso de Huidobro es distinto. Sus manifiestos son del año 13, 14. Por ende, las polémicas de Huidobro eran con los jesuitas que estaban choqueados porque él hablaba mal de ellos. Altazor, que es del 31, lo comenzó a escribir el 19: su proceso creativo es más lento. Y, por otro lado, yo creo que en de Rokha hay un trazo autobiográfico muy fuerte que se traduce en una manifestación formal. De Rokha siempre habla de sí mismo y de Winétt. Y eso nos obliga pensar en sus poemas desde un ángulo testimonial. En ese sentido, el otro texto que me parece muy interesante es Jesucristo. Es un poema cuyo interés religioso da lo mismo. Él está explicando su conversión al comunismo escribiendo la biografía de Cristo.

Su yerno Mahfúd Massis escribe posteriormente Leyendas del cristo negro. Una versión comunista de la historia de Cristo.

Lo que pasa es que Massis tiene una lectura más acotada. Es una poesía mucho más normalizada a pesar de la voluntad que tiene de estar en contra. En cambio, cuando lees Jesucristo, no sabes para dónde va. El texto se está resolviendo ahí mismo. Encuentra su propia forma en la medida que lo va creando.

 Ahí volvemos al estilo. ¿Pudiste pillar cuál era el procedimiento que tenía para escribir? ¿Dictaba? ¿Ocupaba algún método para darle oralidad a su literatura?

Nadie sabe. Si vas a los documentos de de Rokha te das cuenta de que no guardaba nada. Yo no creo que dictara, pero sí creo que le transcribían. Escribía muchísimo a mano y es interesante ver la claridad que tenía su letra en las primeras páginas de El amigo de piedra. Una de las nueras, las que estuvo casada con Pablo Díaz (su hijo menor), dice que le transcribía, le tipiaba las cosas. 

En Mala lengua dejas en claro lo mal leída que ha sido la obra de Pablo de Rokha. ¿A qué lo atribuyes? ¿Flojera, cobardía?

No lo tengo claro. Yo creo que Naín Nómez ha repasado su obra con mucho detalle y que ha establecido valores construyendo una óptica personal desde dónde leerlo. Y esa mirada tiene que ver con sus intereses y su propia visión de la poesía chilena. Esa una mirada en cierta medida académica pero que trata de construir una tradición y un canon. Ahora, mi lectura, es que yo, quizá, como no estaba escribiendo un texto académico, no tenía que cumplir con esa formalidad, con esos movimientos. Y, por otro lado, pienso que su figura tiene que ser leída a la luz de su historia editorial. De Rokha tiene libros que se perdieron, que no salieron, se quemaron, desaparecieron, que no están en ningún lugar. ¿Entonces cómo se lo leyó? Escritura de Raimundo Contreras circula quince años después de su publicación y lo leen dos gatos. A Arenga sobre el arte, que me parece que explica muy bien a de Rokha, y que es uno de sus textos más importantes, le va pésimo, y en el acápite final, él cuenta la historia de ese libro. Es un libro de ensayos con poemas donde viene La epopeya de las comidas y bebidas de Chile, que es un pedazo de otro poema más grande, y luego de Rokha le pone un poema de Winétt.

Rompe todas las reglas.

Pero las rompe, a mi juicio, porque existía una precariedad editorial. Él nunca deja de pensar en las condiciones materiales de su escritura. Eso es evidente en la revista Multitud, en la precariedad del avisaje. Pero mi lectura tenía que ver con sacarlo de la óptica nerudiana, de la guerrilla literaria.

De Rokha escribe desde la provincia, siempre. No se puede explicar su obra si no es desde la provincia.

Yo ampliaría el problema. Básicamente creo que en la literatura chilena el tema de la casa es muy relevante. O sea, la construcción de la casa como un lugar, una zona, un discurso, centraliza una óptica. Casa grande (Orrego Luco), Casa de campo (Donoso), La casa de los espíritus (Allende), la casa de Neruda, El obsceno pájaro de la noche, Coronación, Martín Rivas (Blest Gana), o la literatura chilena de los noventa. Es decir, hay una poesía de la casa y hay otra que está fuera y que para mí tiene que ver con Mistral, Lihn, con escritores que estaban en la calle o en el patio. Hay un fragmento que yo ocupo siempre que es de Poema de Chile de Gabriela Mistral donde ella dice: «yo me quedo en el patio». Y ella es un fantasma que recorre el territorio acompañada de niños indígenas y un pudú, y hace de sus respuestas una historia natural de Chile. Me parece interesante que, de Rokha, más allá de la provincia, está hablando de un espacio que nunca se configura, y escribe desde la movilidad. La casa, en la escritura de de Rokha, es la construcción de una genealogía, de un clan, es una suerte de mito de origen, pero no es un lugar físico.

La precariedad es central en su obra.

Por supuesto. Tienes que pensar que de Rokha es un poeta de vanguardia, experimental, durísimo, tremendista en lo político, pero, a la vez, es un vendedor viajero. Y como vendedor viajero su especialidad es utilizar su lenguaje como chamullo para vender sus libros. Y, por otro lado, tienes al profesor de estética. ¿Quién era este huevón? ¿Es simplemente el poeta campesino o el mismo explota en una contradicción que no termina nunca de resolverse? Además, cada vez que lo dan por muerto, resucita. Después del año 54 uno no espera nada de él. Y ahí viene Neruda y yo, que es un libro con el que me reí a carcajadas. 

¿Quién ha alcanzado ese arte del insulto y la diatriba en la literatura chilena?

Nadie. Pero lo otro que me llamaba a la atención era que su obra siempre se estrellaba contra un muro de silencio. Es lo que dice Juan de Luigi, Alfonso Alcalde o Carlos Droguett. Eso es interesante porque uno tiende a pensar que los procesos de recepción de determinadas obras son analizadas como ahora, pero si vas para atrás, te das cuenta que no. En realidad era mucho más problemático. Hay algo ahí que une a de Rokha con Alcalde y con Droguett. Ahora también hay que pensar cuáles fueron las cosas que hicieron que estos autores se quisieran glorificar en mitos de sí mismos.

Eso lo haces muy bien en tu libro. Leer a de Rokha críticamente, sin comprarle.

Y leerlo de nuevo. Yo me he dado cuenta que no se lo leía. Y este libro también fue una buena excusa para leer a Neruda. O sea, para leer a de Rokha tuve que releer a Neruda. La gran biografía de Pablo Neruda es La furia y las penas de David Schidlowsky que la cito en el libro. Son dos tomos editados por ril. Estuve dos años mirando la obra de de Rokha y mi pregunta es por qué nos demoramos tanto en escribir un libro biográfico sobre él.

¿Y cómo te armaste de valor para tirarte con un proyecto tan difícil? No creo que hayas dicho: ahora voy a escribir una biografía sobre Pablo de Rokha.

Yo nunca supe si este libro era una biografía, un ensayo, una crónica o una novela. Yo creo que quedó un texto híbrido, pero que no descuida la parte narrativa. Pero también fue un ejercicio de humildad respecto a los proyectos de la literatura chilena del siglo xx. Por eso el libro termina cuando él muere. Quise dejar ese corte seco.

Están los cantos de los pájaros como responso fúnebre, como coro de los muertos.

Sí. Eso es algo real. Lo que dice la prensa de la época. Pero también su funeral fue una chacra. Todas las versiones son distintas. En determinados reportajes, Droguett va caminando e insulta a los asistentes al cementerio. Los putea a todos.

Pero la operación que me interesa, insisto, es que sitúas a Pablo de Rokha como un autor moderno.

Yo creo que si has vivido la cultura popular de los últimos treinta años, te das cuenta que la cultura del rock está llena de personajes como de Rokha. Tipos como Jorge González son rokhianos. Son el fracaso permanente. La historia del rock chileno es rokhiana, las de todos los que se perdieron en el camino.

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