Destacados, Portada — 6 agosto, 2019 at 10:45 am

Sinécdoque, Cumpeo

by
Por Jonhatan Opazo
Fotos de Luciano Contreras

 

Puede que haya sido un sueño o un mandato divino. Puede que el espíritu de Pepo, muerto hace casi 20 años, haya estirado sus tentáculos a través de la materia para insertarse en el inconsciente de Claudio Guajardo.

No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que, antes de fallecer en un trágico accidente automovilístico y enlutar a los habitantes de Cumpeo, el ex alcalde de la comuna de Río Claro tomó una decisión: transformar este pequeño pueblito rururbano en una suerte de Disneyland criollo. Pero a diferencia de la fastuosa y costosa infraestructura del destino favorito de los fans de Michael Jackson, Guajardo y compañía tenían a mano un referente sencillo, acaso el reverso latinomericano de la imaginación de Walt Disney: Condorito.

La comparación, por cierto, no es casual.

Contexto: estamos en la década del 40´. El Departamento de Estado norteamericano tiene a Latinoamérica en la mira.  Para evitar la expansión de ideologías enemigas -el cáncer, dirían después-, se despliegan diversas estrategias para tender lazos y relaciones estratégicas. Política de buena vecindad es el nombre, que nos recuerda a esa otra vecindad donde el conflicto de clase se resolvía con humor, cachetadas y tacitas de café ( “pasé usted, después de usted”).
Disney y una comitiva viajan a Sudamérica. El resultado es Saludos amigos, un largometraje de 40 minutos y fracción. Walt y compañía diseñan personajes que logren capturar el color local. Antes de la proliferación de los corpóreos, el equipo yankee crea a José Carioca, una cotorra verde antropomorfa que acompaña al Pato Lucas a recorrer el Brasil; coloca a Goofy en las tierras de Martín Fierro para transformarlo en gaucho y cebar mates.

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En Chile, precediendo a Jay Jay el avioncito, Disney coloca a Pedro. Pedro es un avión pequeño que debe cruzar la cordillera en dirección a Mendoza para dejar un encargo, en un evidente tributo al vuelo nocturno de Antoine de Saint-Exupéry.

Desconocemos las circunstancias en que Pepo se enfrentó al film, pero sí logramos imaginarlo exaltado, sintiendo que la patria, su patria, era colocada en ridículo por el país del Norte. Que sus poderosos símbolos eran soslayados. ¡Pedrito el avioncito! ¿Después de eso qué? ¿Juanito el Pudú? ¿Florencia de los Andes? ¿La cordillerita de la Costa?

Pepo crea a Condorito como una extraña síntesis entre las evocaciones sublimes que parecen emanar del cóndor, el ave de esa cordillera que tanto fascina a poetas como Zurita, y ese híbrido urbano-rural que es el roto chileno, siempre a la deriva de todo. Algo así como una ensalada entre Alturas de Machu Picchu y El Clavel. Crea, al mismo tiempo, el pueblito de Pelotillehue como espacio ficcional en donde Condorito desarrolla sus aventuras.

Pelotillehue, nos dice Pepo, queda en algún lugar entre Buenas Peras y Cumpeo.

Y aquí regresamos al sueño de Guajardo.

* * *

José Miguel Castro trabaja en la Radio Nueva Cumpeo y es un entusiasta continuador del sueño de Guajardo. Durante los fines de semana es posible encontrarlo en la plaza de Cumpeo, en donde abandona su identidad diaria para transformarse en Don Chuma. Allí, recibe a turistas, realiza visitas guiadas y juega – aunque esto él no lo sabe o derechamente no le importa- a borrar los límites entre la realidad y la ficción.

Cuando nos encontramos en la biblioteca para conversar un rato, lo primero que me cuenta es uno de sus más ambiciosos planes: la creación de Radio Pelotillehue. En coherencia con el plan de transformar a Cumpeo en El Pueblo de Condorito, la radio tendrá una serie de programas a cargo de los personajes de la historieta. La sección de recetas y cocina popular estaría a cargo de Doña Tremebunda, mientras que Yayita se encargaría de los consejos de belleza. Al escuchar esto, para el autor de este texto es inevitable no experimentar una suerte de escalofrío. Uno comienza a sentirse como atrapado en La Telenovela Errante, pero protagonizada por Condorito.

Sin embargo, Castro es pragmático y su horizonte es claro: “La gente tiene que volcarse y creer en este tema, hablar el mismo idioma. Esto puede traer muchas divisas en el futuro”.

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Por descabellado que suene, Cumpeo no es el primero ni el último pueblo del Maule que busca en el turismo temático una alternativa económica a las actividades agrícolas. Sin ir más lejos, Villa Alegre goza de una interesante reputación luego de declararse como la zona de origen del mártir Felipe Camiroaga. Algo similar ocurre con las supuestas “rutas ufológicas” de la zona cordillerana de Vilches, donde lo más extraño que se ha visto ha sido a agentes del Gobierno buscando nuevas vetas de explotación minera.

Sin embargo, Castro no ha sido el único que se ha plegado al sueño de Guajardo. Quien pasee por Cumpeo se encontrará con la farmacia Sin Remedio, el restaurant El pollo Farsante, además de poder consumir productos como el vino Tres Tiritones y la cerveza Tome Pin y Haga Pun. A la ya híbrida conjunción entre los modos de vida rurales y urbanos, se suma esta suerte de performance constante que, en ocasiones, ha llevado a más de diez mil personas a la famosa Cumbre de Condorito, un Woodstock pajarístico con rancheras y cumbias.

* * *

Primero como tragedia:
En la primera viñeta de Condorito publicada por Pepo, vemos a un Condorito distinto: del rostro bonachón con el que se haría conocido, esta primera versión del personaje conserva todavía algunos rasgos animales que lo emparentan con su origen carroñero. Mientras camina por las calles de lo que más tarde sería Pelotillehue, el antropo-cóndor escucha cloquear a una gallina detrás de una valla. En un gesto propio de las aves rapaces, se abalanza sobre el animal y lo captura. En la viñeta, vemos a Condorito blandir un cuchillo con intenciones homicidas.
Pero duda. Se retracta.

“¡No, no puedo… se me parte el corazón!”, dice. “¡Gracias, soy madre de doce hijos!…”, le responde la gallina. Condorito, con esa bondad propia del roto chileno que Pepo quiso retratar -o, mejor dicho, perpetuar a través de su idealización-, decide devolver al animal a su hogar. Mientras vuelve con la gallina en sus manos, un policía lo intercepta. “¿A dónde vas con eso?” le pregunta, antes de meterlo a prisión. En el último cuadro, vemos a Condorito tras las rejas, furioso, imaginando u observando – Pepo juega a la elipsis y sugiere, no clausura- al policía devorándose a la gallina.

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Después como comedia:
En uno de los videos de Don Chuma Producciones, el canal de Youtube con que José Miguel promociona algunos lugares de la zona, él y un corpóreo de Condorito se dirigen al restaurant Aroma Oriental. Allí, Don Chuma y Condorito se disponen a probar alguno de los platos que el local podría ofrecerle al futuro visitante.
En un gesto que no sabemos si es deliberado o accidental, Condorito elige comer Chop-suey de ave.

* * *

La pregunta que me llevó a viajar a Cumpeo y encontrarme con José Miguel, sin embargo, parte con una noticia. Tras 26 años funcionando en Chile, la sucursal chilena de Televisa, encargada, entre otras cosas, de imprimir la revista de Condorito, cerró. El saldo de cesantes fue de 70, según consignan varios medios nacionales.

Sin la historieta circulando en formato revista, relegada a los caprichos de la memoria popular e histórica del país, no parece descabellado aventurar, por decirlo de forma un poco exagerada, la muerte de Condorito tal como lo conocemos hoy. Su transformación, podríamos decir, en un suvenir demodé. Y con ello arrastrar, y aquí soy absolutamente apocalíptico, el sueño de Cumpeo al olvido al que todos, tarde o temprano, terminaremos relegados.

Castro, sin embargo, es como una versión optimista y menos existencialista del protagonista de Synécdoque, Nueva York  de Charlie Kaufman. Y como en la película, esa obra, el sueño de Guajardo, el Cumpeo como Pelotillehue, crece y crece hasta borrar levemente los límites de la realidad. “La idea es transformarlo en Patrimonio Histórico y que encuentres a Pelotillehue en vida  acá. La cotidianeidad. Te encontrai con Don Chuma almorzando en el restaurant. A Yayita de la mano de don Treme”, me cuenta.

Es inevitable imaginar un futuro en donde el mismo José Miguel forme cuadros bajo la tutela de Don Chuma para atender a la creciente demanda de afuerinos, o Yayitas de estereotipado cuerpo reproduciendo esa imagen femenina que encuentra asidero en los programas nocturnos tipo Morandé con Compañía. Un pueblito rural que encontró su redención en la ficción.

El Condorito de Cumpeo devorándose al Condorito de Pepo. O algo así.

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