Por Cristóbal Ramírez Jarpa
Estaciona en el atrio.. ¿sabes dónde queda el atrio?
para entonces aterriza
tu mini helicóptero
trayendo una serie fotográfica
donde sales montando a pelo
en la parte superior del encuadre
aparece tu potro
sacando a relucir los músculos
con tal de llevarte al apa
y cruzar la pradera
hasta la morada que flota
sobre paños costumbristas
entre redobles y zarzas
se ubica -ojo- la que se delinea
después de diatribas
atestiguan estas placas
o relieves de dicción
una página del libreto
en la guantera del vehículo
donde tú -me soplan-
cuentas con manuales de posturas
para que resalte el conductor
de este auto
convertible en el que te desvistes
a metros del barranco
es tu gancho maniobrando
e invita a cursar otra pista
para volver al vehículo
del que te sacarán
en caligrama
suerte de juego
que reglamentariamente consiste
en atarse de manos al volante
y acelerar a pulso
hasta ahogar el sonido de sirenas
remontadas al principio
de la persecución
todo resultado es confín aleatorio
atravesamos un campo minado
el sendero
un boleto
la entrada
para ubicarse
sobre un velador
asistiendo al rayo
que leva motas más polvo
revocando tus suspiros
reafirmando el valor de otro día
a levantarse
si la distracción
se da dos
hasta tres bruces en el mismo peldaño
tropezar con el espíritu
escaleta de planos
en la eventualidad de las cosas
podríamos hacer cualquier otra suma
como no pagar arriendo
sujeto a intercambios en Anita
que experimentes camino al circo
(hoy es tu cumpleaños)
eres la que sopla de lejos
esta transmisión
cojas o no
del pastel
un trozo de hojalata
los objetos están más cerca de lo que parecen
Anita presenció pasar extraños sucesos
por el espejo de su neceser
(OBJECTS IN MIRROR ARE CLOSER THAN THEY APPEAR)
y alguien a su lado
quien nada desto creyó posible
tal vez yo en la cama o de copiloto
pensando al coche bomba incursionar por la sabana
rumbo a un espejismo como visto por sus ojos
si es que llegase atravesar el espejismo
un lúcido matón en el portaequipajes
y en tu velocímetro con los ojos fijos al volante
si se sobrepasa
y el retrovisor no desmiente los pliegues
que ciertamente eran parte integral
de un fluido sujeto a mitad de camino
parando el dedo en señal de autostop
por fin despiertas
no fue más que una fracción
no siempre es tarde
frase tallada en ilegítima veta de oro
un fragmento titilando por el cielo o su cuello
rayando cursilerías para el bronce en la oscuridad
quizá el recorte del presupuesto fomentó mermar varias líneas
algo como la particularidad subatómica
de un fraseo espontáneo cosido a la boca
esquirlas, hijo e hija del estallido
las ex-miembros de una misma granada
y corazón al oído tocando arrebato
la posibilidad de dictar otra aventura
entretelón del cuarto
que se transparenta cual teatro rodante
mientras uno ciego a creer en la sala
donde deambula casi todo personaje del mundo
nace una estrella fuera de foco
y feroz el transeúnte enajenado de taquilla
por descuido suelta el coche (no sé si abordo
la guagua sonreía o lloraba
dando inicio a la persecución)
aquella madrugada
cuando los objetos están más cerca de lo que parece
Anita daba crédito que el final se precipita