Portada, Textos — 13 octubre, 2022 at 12:36 am

OBSCENO, DESCARNADO, ENORME

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por Lucy Oporto | fotografías Cristián Labarca

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ESPÍRITU E INSTINTO

Desde octubre de 2019, Chile viene precipitándose de modo manifiesto hacia la barbarie y la crisis total: moral, espiritual, política, social, institucional, económica y sanitaria. Tales aspectos apuntan a dimensiones de la cultura entendida, en principio, como lo propio del ser humano en lo relativo a la transformación de su mundo y de sí mismo.

Las relaciones y tensiones entre instinto y espíritu intermediadas por arquetipos y símbolos han sido ampliamente estudiadas por C. G. Jung. Dicho espíritu, en cuanto hiperconciencia y saber absoluto superior y anterior a los seres, aunque insondable, puede manifestarse como fuerza, potencia, energía en movimiento, presciencia, inteligencia y creación, haciendo posible la objetivación del alma humana a través de imágenes, arquetipos y símbolos, para que esta pueda conocerse a sí misma. De ahí que la elaboración del instinto solo sea posible a través de las imágenes arquetípicas, y que la primacía del instinto, sin más, solo conduzca al automatismo de un estado de inconsciencia carente de conocimiento.

El punto de partida es aquí la cultura entendida como objetivación del alma arraigada en el espíritu de la profundidad, y en consideración de este, en oposición a cualquier forma de barbarie, ignorancia y decapitación de la conciencia. El presente ensayo examina determinados eventos y expresiones en confrontación con esta proposición.

CULTURA Y BARBARIE

En el curso de la historia de Occidente, el término «cultura» ha tenido dos significados principales. Por un lado, refiere a la formación del ser humano en orden a su mejoramiento y perfeccionamiento. Y, por otro, al producto de dicha formación; esto es, «el conjunto de los modos de vivir y de pensar cultivados, civilizados, pulimentados a los que se suele dar también el nombre de civilización».1

El primer significado de «cultura», relativo a la formación del ser humano singular, corresponde a la paideia de los griegos y a la humanitas de los romanos de la época de Cicerón y Varrón. Ambas concebían la educación del ser humano en el horizonte de la plena realización de su naturaleza, a través de la búsqueda de la verdad, del conocimiento de sí mismo y de su mundo. Y, en ambas, la filosofía tenía una importancia fundamental debido a su relación con la investigación.2

En cuanto al segundo significado, relativo al producto de dicha formación, el término «cultura» ha sido empleado sobre todo en los ámbitos de la sociología y la antropología, en el sentido de «conjunto de modos de vida creados, aprendidos y transmitidos por una generación a otra, ante los miembros de una sociedad particular».3 En este caso no se trata ya de «la formación de un individuo en su humanidad o en su madurez espiritual», sino de «la formación colectiva y anónima de un grupo social en las instituciones que lo definen».4 Tal entendimiento de la cultura ha sido considerado útil en los campos de la sociología, la antropología y la filosofía contemporáneas, ya que no hace referencia «al sistema de los valores al que orientan estos modos de vida», abarcando así «tanto la civilización más evolucionada como las formas de vida social más toscas y primitivas».5

Ahora bien, antiguamente las humanidades, las humaniores litterae, comprendían el estudio del griego y del latín, la gramática, la retórica, la poesía y la historia. Las «Letras humanas» eran así llamadas porque se consideraba que humanizaban al ser humano, puliéndolo, civilizándolo y apartándolo de la animalidad.6 En confrontación con este horizonte, y dada la actual crisis, es pertinente considerar el origen de los términos «barbarie», «bárbaro», «vandalismo» y «anomia».

«Barbarie» deriva del latín barbaries. Significa «falta de cultura o civilización» y «fiereza y crueldad». Por otro lado, «bárbaro» deriva del latín barbarus, y este del griego βάρβαρος (bárbaros). Es una voz de origen onomatopéyico, a partir del sonido bar.7 «Bárbaro» es la expresión con que griegos y romanos nombraban a los extranjeros, en oposición a civis, «ciudadano». Después, dado que «los bárbaros estaban generalmente menos adelantados en civilización que los romanos, bárbaro pasó á significar lo opuesto de humanus, esto es inculto, grosero, ó ignorante, opuesto á doctus; y, por último, el que habla mal, opuesto á disertus, diserto».8

Y aunque «bárbaro» y «cruel» pueden ser entendidos como sinónimos, existe una diferencia entre estos. «Cruel», crudelis, deriva del latín cruor, que antiguamente se usó en castellano, y significa «sangre derramada». Sanguis «es la sangre que mantiene la vida, la sangre que circula». En cambio, cruor «es la sangre cuajada, la que se derrama, la que sale de una herida». De ahí «crudeza», «crudo» («que todavía tiene el cruor; esto es, no cocido»), «crueldad» y «cruentamente» (esto es, «con derramamiento de sangre»), entre otros.9 «Cruel», crudelis, «es el que no tiene piedad, ni compasión; el que se complace en hacer sufrir á sus semejantes».10 No obstante, «uno es barbarus por su origen, por sus costumbres, por su falta de cultura intelectual, por su idioma; y el crudelis lo es por instinto, por mala índole».11

En relación con los anteriores, «vandalismo» designa la «devastación propia de los vándalos» y, de modo general, «espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana».12 El término deriva de «vándalo», y este de wandle, «nombre de una tribu escandinava ó germánica (…), formado del alemán wandelen, andar, caminar». «Vandalismo» ha sido entendido como «sistema destructor de las ciencias y las artes; por alusión á los vándalos, pueblo bárbaro, que habiéndose hecho dueños de Roma en el año 455, saquearon aquella capital, y destruyeron todas las obras maestras del arte que allí se conservaban».13

Por último, «anomia» significa «ausencia de ley» y «conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación».14 Deriva del griego ἀνομία (anomía): «Falta de leyes; desprecio de las leyes, injusticia, maldad».15

OBSCENO, DESCARNADO, ENORME

El actual devenir de Chile en su hundimiento, ostensible en su barbarie, vandalismo y anomia, corresponde a una especie de clima interior, al presentimiento de algo obsceno, descarnado y enorme, pero indeterminado e incomprensible de suyo: la posibilidad de una instintividad sin espíritu; esto es, una disociación radical, una ausencia y un vacío espiritual en que la pregunta por el sentido de la vida sería superflua, porque la vida misma, en su forma noble y autoconsciente, sería imposible.

La corrupción, disolución y banalización de expresiones como «cultura», «resignificación» y «dignidad», entre otras, constituyen una manifestación más de este proceso de precipitación en la barbarie que ha venido brotando desde dentro de Chile tras una incubación indeterminada e invisible, en último término, como si el oscuro marasmo que mostraba su superficie hubiese ocultado un monstruo, un espíritu inmundo o un nser. Dichas expresiones han exhibido sus límites e, incluso, su impostura, con ocasión de los eventos de octubre de 2019, seguidos de la extensa peste mundial. Ambos, acontecimientos disolventes en vistas a la descomposición y la muerte.

Un ejemplo de esta degradación cultural se relaciona con el monumento al general Manuel Baquedano (1928), del escultor chileno Virginio Arias (1855-1941), debajo del cual yace la tumba del Soldado Desconocido. El viernes 5 de marzo de 2021, la estatua ecuestre fue incendiada, en el marco de una nueva jornada de desórdenes, y tras meses de intentos de destruir definitivamente el monumento por hordas que venían reuniéndose en la plaza Baquedano y sus inmediaciones periódicamente, incluso desde antes de octubre de 2019. Días después, y luego de un intento de cortar las patas del caballo Diamante con un esmeril, el Consejo de Monumentos Nacionales hizo retirar la estatua de la resignificada «plaza de la Dignidad», para beneplácito de quienes solo esperaban ganar un trofeo y, así, tener la satisfacción de haber podido ejercer su miserable pequeño poder, al modo de las barras bravas y otras hordas estúpidas e ignorantes, como los saqueadores y los linchadores.

Y ahora, ¿qué viene? ¿Cuál sería la esmerada y profunda propuesta cultural de la horda? ¿En qué consistiría la triunfal «dignidad» de estos seres?

La permanencia o no de monumentos históricos en un determinado lugar puede ser objeto de discusión, pero que estos sean sistemáticamente vandalizados durante meses, y a vista y paciencia de la fuerza pública, es inaceptable. En este terreno de lo indiferenciado y disolvente, los monumentos, estatuas, iglesias, centros culturales, universidades, hoteles, la red del metro y otras instalaciones, tanto públicas como privadas, están en un mismo nivel respecto de la descarga impulsiva e instintiva colectiva, indiferenciada y anónima que, en efecto, acabó destruyéndolas con ocasión de los eventos de octubre de 2019 y posteriormente (entre muchos otros, el Museo Violeta Parra, el Centro Arte Alameda, la Universidad Pedro de Valdivia y el Hotel Principado de Asturias, que fueron incendiados; todos, en las inmediaciones de la plaza Baquedano). Constituyen formas de barbarie y, hasta la fecha, los afectados por esta violencia sistemática a lo largo de Chile, en ciudades devastadas y arruinadas como Valparaíso, por ejemplo, continúan siendo mayoritariamente ignorados o considerados en el último lugar tanto de las prioridades sociales como en los asuntos de debate público.

Captura de Pantalla 2022-10-12 a la(s) 21.33.35Un caso ejemplar de ceguera ante la evidencia de la pendiente a la barbarie y la escalada de la violencia en curso son las declaraciones del historiador Sergio Grez Toso, académico de la Universidad de Chile, quien justificó la quema de la estatua de Baquedano en los siguientes términos: «Hay un cuestionamiento de la idea y de la historia del Estadonación de Chile, centralista, homogeneizador, excluyente, con conducción oligárquica la mayor parte del tiempo, y de sus símbolos».16

¿En serio? Pero cuestionar la idea y la historia del Estadonación supone la facultad de pensar, razonar y analizar, así como una capacidad de conciencia y autoconciencia que los perpetradores de estos y otros hechos similares no han demostrado tener. No obstante, para Grez, esta «desmonumentalización de facto por parte de los manifestantes en distintas ciudades del país», acontecida «con el denominado estallido social», adquiere un carácter épico: «Hay que entender las historias y memorias colectivas como un campo de luchas entre fuerzas opuestas que tratan de significar o resignificar determinados personajes, símbolos o períodos de la historia. Hay una lucha por la memoria que es constante y dinámica».17

Ahora bien, conforme a sus declaraciones, dicha significación o resignificación está en función del «presente con perspectiva de futuro», porque «lo que manda es el futuro, lo que ordena el relato y la reconstrucción histórica no es el pasado en sí, sino la perspectiva de futuro que de manera consciente o inconsciente los historiadores e historiadoras quieren dar a ese relato e interpretación».18

«Resignificar» y «resignificación» son términos bastante usados actualmente en ámbitos tales como la psicología, la historia, la educación, el arte, la política, la economía y el campo de la cultura en general. Denotan la concesión de una nueva significación, orientación o valor a determinados acontecimientos, conductas, hechos históricos, costumbres, tradiciones, obras o maneras de enseñar, entre otras manifestaciones, conforme al devenir o el surgimiento de nuevas concepciones o interpretaciones en el marco del saber, aunque también con fines ideológicos.

El 18 de octubre de 2020 fue celebrado el primer aniversario de la «primavera de Chile», que incluyó, entre otros hechos violentos, el incendio de dos iglesias decimonónicas en el centro de Santiago. Mientras la cúpula de una de estas se desplomaba, la horda vitoreaba extasiada ante el penoso espectáculo. Poco después, el 23 de octubre de 2020, dos días antes del plebiscito de entrada al proceso constituyente, una intervención digital fue publicada en YouTube:19 durante una nueva jornada de desórdenes en la plaza Baquedano, aparece un helicóptero transportando una enorme estatua del perro llamado Negro Matapacos, el ídolo teriomorfo de esta horda de perros y su santificada «otredad». Dicha estatua es puesta encima del monumento, mucho más pequeño, el cual desaparece instantáneamente y sin señales de destrucción o de «efectos colaterales», aplastado bajo el peso de aquella.

¿Es este un ejemplo de resignificación en el marco del saber? ¿Es esta una forma de resignificar «personajes que la masa identifica como símbolos del Estadonación», en términos de Grez? Y, si esto es así, ¿cuál sería la diferencia fundamental entre la imagen del denostado general Baquedano en una época que no es la suya, y la del santificado perro Negro Matapacos surgido en esta? ¿Son intercambiables para «la masa»? Y, por último, ¿cuál sería, en este caso, la «perspectiva de futuro» que «manda» el relato o interpretación histórica?

Si, en último término, la reconstrucción histórica depende de la arbitrariedad de la masa y su vacío del pensamiento, y si hay historiadores funcionales a su voluntad envilecedora, entonces no hay verdad histórica, y «resignificar» se acercaría, más bien, a «mentir», «tergiversar», «acomodar», «falsificar» y «manipular» los hechos de la realidad. Incluso a «posverdad», término ampliamente difundido que acusa tanto la disolución de la necesidad misma de buscar la verdad como el cinismo que se place en esta decadencia. Así las cosas, los historiadores, igualmente caprichosos, podrían ofrecer cualquier visión, pues solo desempeñan una función, a saber, «ordenar el relato de manera consciente o inconsciente» en vistas a un hipotético futuro determinado por la masa. Es decir, sin ningún cuidado por indagar en la naturaleza de esos hechos, ni mucho menos en sus propias motivaciones, conscientes o inconscientes. Pues, al parecer, ni siquiera los hechos cuentan, sino tan solo «el relato» y sus efectos manipuladores según convenga.

«DIGNIDAD», FASCINANTE VIOLENCIA

El término «dignidad» significa, entre otras acepciones, «cualidad de digno», «excelencia, realce», «gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse».20 Deriva del latín dignitas, que significa, asimismo, «valor personal, dignidad, mérito», «virtud», «consideración, estima», «condición, rango, honor», «sentimiento de la dignidad, honradez», «belleza majestuosa, magnificencia».21 Las principales acepciones de este término y su etimología indican que la dignidad es un valor superior, cuyo horizonte es el florecimiento, perfeccionamiento y ennoblecimiento de lo humano, mediante el autoconocimiento y el desarrollo de sus mejores facultades.

A partir de octubre de 2019, el término «dignidad» se posicionó con la sustitución del nombre «plaza Baquedano» por el de «plaza de la Dignidad», correspondiente a uno de los focos de más intensa, sostenida y visible destructividad en el centro de Santiago. Así, paradójicamente, la dignidad fue exigida de modo abyecto, mediante la destrucción, la barbarie, el vandalismo y la inmundicia, sin mayores demostraciones de escándalo público ante estos hechos. Es más, se ha ido posicionando con toda naturalidad, incluso entre personas ilustradas y del ámbito académico, la idea de que esta violencia sórdida e impune habría hecho posible la realización del plebiscito de entrada al proceso constituyente del 25 de octubre de 2020 y a las elecciones para la Convención Constitucional de los días 15 y 16 de mayo de 2021, como si estos eventos, por sí mismos, debiesen ser considerados ya en el cumplimiento de la vociferada transformación de Chile. ¿Es que acaso parte de dicha legitimación consiste en postrarse ante la barbarie y sus agentes como acción de gracias? Sin embargo, esta es otra manifestación de ceguera y fascinación provocada por el apetito de poder asociado al despliegue de la barbarie, y otra forma de manipulación que, una vez más, niega el peso real de sus devastadoras consecuencias, en favor de su deificación.

Peor aún, a la luz de estas consideraciones, el término «dignidad», tal vez el más corrompido junto con el de «cultura», deviene repugnante, vomitivo, ya que ha sido pervertido, deformado y convertido en una máscara conveniente, una impostura, una forma de encubrimiento del lumpen- fascismo,22 y una forma de legitimación de la barbarie, a través de la victimización, la manipulación, el cinismo, el desprecio por la búsqueda de la verdad, y la incapacidad de hacerse cargo de las responsabilidades personales, cómodamente delegadas en la horda de vándalos y su épica rastrera, oportunista y falsa.

En suma, el uso del término «dignidad», despojado de su espíritu, encubre una fórmula representativa del lumpenfascismo, manifestada a través de aquel movimiento pretendidamente liberador: «Si los poderosos pueden abusar, robar, saquear, depredar, invadir, destruir, incluso violar y matar impunemente, ¿por qué no nosotros, “los más vulnerables”?».

Así se cierra el círculo de la fascinante violencia, de los prestigios de la barbarie con su anhelada impunidad y poder, de la instintividad pura y su imposible espíritu.

NARCOFASCISMO, PSICOPATIZACIÓN, PSEUDOHUMANIDAD

Una de las manifestaciones más siniestras de esta paulatina destrucción y corrupción de la cultura es el fenómeno del crimen organizado, el sicariato y el narcotráfico, cuya expansión, transnacional incluso, viene manifestándose abiertamente en Chile desde antes de octubre de 2019. El término «narcocultura» es, por sí mismo, aberrante, pues concede a este fenómeno un estatuto y una dignidad que no corresponden a la cultura en su antigua concepción, cuyo foco era la formación integral del ser humano a través del conocimiento y el autoconocimiento. Aunque tal vez sí corresponda al moderno entendimiento de cultura, capaz de nivelar distintos modos de vida, ignorando los sistemas de valores y jerarquías asociados a estos.

El crimen organizado, el sicariato y el narcotráfico, con su pseudoestética, su pseudopensamiento y su pseudohumanidad, vulgaridad, ostentación y estridencia, constituyen la culminación del lumpenfascismo y su industria del envilecimiento; esto es, la transversalidad de la dominación y su emancipación, legitimadoras de la barbarie, desde «los más vulnerables» hasta los grandes amos invisibles, unidos por la avidez y el devoramiento, tanto de objetos como de seres humanos: la ilimitada realización, sin principio ni fin, del hedonismo de la sociedad de consumo, el verdadero fascismo, en términos de Pasolini. La autoaniquilación de Chile.

Fuegos artificiales hasta altas horas de la madrugada, ráfagas, animitas levantadas en recuerdo de adolescentes asesinados, convertidos en sicarios, que asesinan o se asesinan entre ellos, y «narcovelorios», «narcofunerales» o «funerales de alto riesgo» escoltados por la fuerza pública, además de su penetración en el mundo político y la presencia de cárteles extranjeros operando en Chile, son algunos de sus aspectos visibles, signos obscenos de su prepotencia y poder corruptor y disolvente.

Captura de Pantalla 2022-10-12 a la(s) 21.32.41¿Qué harán las ciencias naturales y sociales, el derecho, la pedagogía, las artes, lo que aún queda de las humanidades, la teología y la filosofía ante este fenómeno? ¿Tendrán, acaso, el descaro de «resignificarlo»? ¿Lo estudiarán o pensarán, para combatirlo o para legitimarlo? ¿Surgirán disciplinas y filosofías prontas a justificar su pretendida dignidad cultural y su «otredad»? ¿Es que ya existen?

El crimen organizado, el sicariato y el narcotráfico no son una cultura. Son, cabalmente, manifestaciones de la psicopatización terminal de la sociedad chilena: un pensamiento que no piensa, un vacío del pensamiento habitado por el mal en su vileza constitutiva, ínsita en su abismo, sus tinieblas, su promiscuidad expansiva, indiferenciadora, carente de sentimientos, y su monstruosa ausencia de alma y espíritu.

Peor que la dictadura, peor que la peste, peor que la miseria, peor que la muerte, peor que la crisis en curso, peor que el nigérrimo abismo: instintividad pura y barbárica, enteramente ajena al espíritu y contra el espíritu. Narcofascismo: la transgresión absoluta, el mal absoluto.

¿Qué hará este país cruel, frívolo y vil, negligente y autocomplaciente en su desidia, junto con su educación paupérrima, sus algoritmos triunfalistas y su costoso capital humano avanzado, frente al crimen organizado, el sicariato, el narcotráfico y sus lacras abominables?

EL ESTADO DE LAS COSAS

Según Jung, el acontecer histórico es una ocasión para que la fuerza del inconsciente colectivo o lo desconocido psíquico se manifiesten. Los elementos aquí presentados apuntan a una progresiva descomposición en varios niveles, correspondientes a la crisis en curso. Tales elementos son, primero, la corrupción del lenguaje, que se muestra a través de términos como «cultura», «resignificación» y «dignidad», cada vez más espurios y despojados de su espíritu, irradiación y fuerza. Segundo, la desolada ruina del monumento al general Baquedano, debido a la instintividad de la horda. Tercero, las ciegas declaraciones del historiador Grez, justificando la vandalización de los monumentos. Y cuarto, la extraña y siniestra adoración colectiva a la imagen del perro Negro Matapacos, que apunta a un poderío de lo meramente instintivo, en vistas a su realización futura. Estas situaciones, imágenes y declaraciones son manifestaciones de una destrucción de la cultura, en mayor o menor grado, y validaciones, abiertas o encubiertas, de la barbarie en curso. Casi se diría que la fascinación e hipnosis provocadas por la violencia desatada a partir de octubre de 2019 ha permanecido hasta ahora, aunque de otro modo.

El caso del historiador Grez, entre otros intelectuales y académicos chilenos y extranjeros, es particularmente inquietante, pues se trata de una persona educada e ilustrada que aparece validando la degradación, la barbarie y la anomia. Lo peligroso es el alto grado de irracionalidad encubierta presente en sus declaraciones. Es una muestra de que el proceso en curso es inconsciente, regresivo, maligno, destructivo y disolvente del pensamiento.

El futuro es incierto y siniestro, a pesar del triunfalismo que ha despertado en algunos la merecida derrota de la derecha y la ex Concertación de Partidos por la Democracia en las elecciones para la Convención Constitucional y demás. De ahí la necesidad de perseverar en interrogantes relativas a las relaciones entre espíritu, instinto, cultura y barbarie: ¿es posible recomponer los nexos entre instinto y espíritu, en orden a un auténtico desarrollo de la cultura? ¿Subyace fatalmente la barbarie a la cultura? ¿Permanece la barbarie como un fuego negro que arde pero no ilumina, como una irradiación latente y soterrada, hasta que aquella vuelve a reactivarse con ocasión de alguna crisis profunda de lo humano? ¿Es la barbarie inherente a la naturaleza humana, más bien que la necesidad de conocer, crear y construir a través de la cultura? ¿Es la violencia que busca legitimarse en la historia, referida por Armando Uribe, una forma autónoma de barbarie e instintividad sin espíritu?23

¿Y qué hacer en medio de estas duras tensiones? ¿Qué queda? Tal vez, solo perseverar en silenciosos esfuerzos constructivos personales y de pequeñas comunidades, dondequiera que estén, a pesar de la precariedad material y, sobre todo, humana. Y nunca, ni siquiera en medio de lo peor de lo peor, renunciar a pensar ni abjurar de la capacidad de conciencia. Porque una vida sepultada en la miseria espiritual, moral y material, en la abyección y la inconsciencia; una vida sepultada en la barbarie, el fascismo y la maldad sin límites, no merece ser vivida ni ser considerada vida. Porque una vida sin espíritu, o contra el espíritu, es y será el infierno, el cruento vacío de la aniquilación y extinción de lo humano.

 


 

Notas al final
1  Abbagnano, N. (1993 [1961]). Diccionario de filosofía. «Cultura». Fondo de Cultura Económica, p. 272.
2  Cf. Op. cit., p. 272.
3  Op. cit., p. 276.
  • cit., p. 277.
6 Cf. Monlau, P. F. (1856). Diccionario etimológico de la lengua castellana. «Humanidades». Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, pp. 300-301.
7 Real Academia Española (2001). Diccionario de la lengua española. «Barbarie», «bárbaro». Vigésima segunda edición.
8  Diccionario etimológico de la lengua castellana. «Bárbaro», p. 209.
9  Op. cit., «cruel», p. 239.
10  Op. cit., «bárbaro», p. 209.
11  Op. cit., «bárbaro», pp. 209-210.
12  Diccionario de la lengua española. «Vandalismo».
13  Diccionario etimológico de la lengua castellana. «Vándalo», «vandalismo», p. 450.
14  Diccionario de la lengua española. «Anomia».
15  Pabón de Urbina, J. M. Diccionario Manual Griego. Griego Clásico-Español. Vox, p.53.
16  Entrevista de Claudia Carvajal G. a Sergio Grez Toso (https://radio.uchile.cl/2021/03/06/sergio-grez-y-fue- go-a-monumento-a-baquedano-hay-un-cuestionamiento-de-las-historias-oficiales-hegemonicas/): «Se entiende mejor el papel jugado por ciertos académicos en el extravío de muchos jóvenes. En estado de éxtasis ante la posibilidad de materializar, por fin, la soñada toma del poder por los revolucionarios, han dado soporte ideológico al frenesí, sin mayor preocupación por converger con los delincuentes. Esos académicos, en todo caso, se han cuidado de observar la marcha de la historia desde un lugar protegido. Su propio pellejo no ha estado en riesgo. Tampoco el sueldo que les paga el Estado Nación». (Muñoz Riveros, S. «Los padrinos de la violencia». En La Tercera, 10/3/2021, https://www.latercera.com).
17  Entrevista de Claudia Carvajal G. a Sergio Grez Toso, op. cit.
18  Ibid.
19  «Momento exacto. Intervención digital sobre plaza Dignidad»: https://www.youtube.com/watch?v=hXmr-9JeBlw4&t=297
20  Diccionario de la lengua española. «Dignidad».
21  Diccionario ilustrado latino-español /español-latino. «Dignitas». Bibliograf / Vox, p.141.
22  Cf. Oporto Valencia, L. (2015). La maduración de la Serpiente. En Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo. Editorial Usach, pp. 249 y ss.
23 Cf. Oporto Valencia, L. (2015). Espíritu fascista y teratocracia infernal. En Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo. Editorial Usach, pp. 177 y ss.
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