Poemas, Portada — 26 octubre, 2022 at 5:45 pm

HASTA LA PATAGONIA

by
fotografías: Rafael Cheuquelaf Bradasic

ES POSIBLE EL SUR

antologador: Óscar Barrientos

Alonso de Ercilla y Zúñiga fue un soldado español que siguió a pie juntillas el tópico renacentista de las artes y las letras, en sus andanzas por la Capitanía General de Chile. Escribió, en cortezas y otros elementos rústicos que entregaba la naturaleza salvaje, un poema épico que Gabriela Mistral describió con sorna como «pedazote de pasta de papel pesada y sordísima».

Desde la visión de Neruda, Ercilla1 es el inventor de la literatura chilena como construcción en la mirada de un testigo, enalteciendo la impronta de sus adversarios y abriéndose paso entre selvas reales y alegóricas. Desde entonces, Pablo Neruda habla de una especie de refundación del sur a través de la palabra poética, generando la noción de un espacio diferenciado en el contexto de nuestro extraño país de ausencias, con forma de espada, con alientos telúricos e inconmensurables.

Quizás, creo concebir la zona sur Patagonia como un trecho de nuestra geografía poética inmensamente vivo, en lo más amplio de sus dimensiones. Una suerte de animal cuyas extremidades colindan con las selvas lluviosas y tupidas, el agua helada de los glaciares y el océano de coirón. Un animal anfibio cuya naturaleza intrínsecamente telúrica renueva también el transcurrir de sus ciudades y emplazamientos.


1 «A él le debemos nuestras constelaciones —escribe el poeta de Canto general―. Nuestras otras patrias americanas tuvieron descubridor y conquistador. Nosotros tuvimos en Ercilla, además, inventor y libertador. […] Ercilla no solo vio las estrellas, los montes y las aguas, sino que descubrió, separó, y nombró a los hombres. Al nombrarlos les dio existencia. El silencio de las razas había terminado».

Captura de Pantalla 2022-10-26 a la(s) 14.12.57En la presente antología he querido entregar una mirada sistémica, en el sentido de interrelación de voces y ámbitos, de registros y saltos generacionales. Por razones que tienen que ver con la pertinencia de un estudio con características focalizadas en esta oportunidad no se aborda aquella que denominamos poesía mapuche, que pese a su innegable presencia y valía, requiere un acercamiento epistemológico que se aboque exclusivamente a su canon. De igual manera, hacer notar que me atuve al acuerdo editorial de incluir solo autores vivos, factor que puede hacer notar las ausencias de voces que permanentemente homenajeamos y también residen en estas páginas, tales como Rolando Cárdenas, Jorge Torres, Maha Vial, Aristóteles España, Nicki Kuscevic. Aquellos que ya no están con nosotros, pero siguen profundamente vivos.

En este caso se trata de comprender y acercarse específicamente al espacio más o menos comprendido entre la fluvial Valdivia y el estrecho de Magallanes. Como se comprenderá nos encontramos ante un acercamiento que comprende cuatro regiones del país entendido desde el contexto de regionalización actual. Probablemente la denominación sur austral sería la más adecuada.

Como se trata de un espacio geográfico y de un territorio simbólico de indesmentible importancia en el canon de la literatura nacional, es obvio que las denominaciones político-administrativas no siempre dan cuenta cabal del paño territorial alegórico y conceptual que se desprende de la lectura de sus

poetas. De igual manera, hablamos de un escenario donde lo telúrico y lo geográfico expresan un amplio concierto de ríos torrentosos, volcanes, bosques, archipiélagos y glaciares.

Es posible que desde la poética ercillana la mitificación de la riqueza mineral y vegetal sea entendida en base a un modelo pastoril, pero desde la literatura contemporánea ese remanso natural se halla sacudido por los terremotos de la historia en especial la dictadura chilena, por el larismo que tiende a devolverle su diafanidad como patria de la infancia y hoy también por la irrupción de una modernidad castigadora como espacio de extractivismo en la instalación de mineras, forestales y salmoneras. Como podemos observar la evolución y semantización del sur austral conlleva alteraciones, giros y sobresaltos.

Pero como esencialmente el poeta es un sujeto moderno, este relee la dimensión humana del paisaje y en cierta medida registra las capas ocultas del lenguaje, la colisión entre modernidad expansionista y los retazos de una ruralidad que aun levemente respira, ese imaginario que tan majaderamente enaltece un discurso criollista trasnochado tan común en folletos turísticos o postales.

Ese influjo tardocriollista no era gratuita, venía de una forma de concebir la escritura y el escritor. Probablemente de quien emigraba de la región al centro metropolitano y en cierta medida exponía la diferencia de su terruño con respecto al tráfago capitalino. Y de igual manera, el larismo también tenía que ver con esa diáspora a Santiago donde la idea de una provincia no arrasada por la modernidad era el objeto de la mayor de las nostalgias y de la defensa del mito.

Probablemente todo eso cambia después del 73, donde el peso de la bota militar concebía al bardo como un cantor trovadoresco de las bellezas naturales de su comarca. Ante esta realidad, la poesía del sur austral asociada con grupos humanos e instituciones que no fueron totalmente arrasadas (como las universidades regionales) configuraron una literatura que sin soslayar las marcas del terror dictatorial dialogó con su tiempo, su paisaje y su interioridad, pero sin traicionar el sentido de la propia literatura. La resistencia adquiere diferentes e intrincados rostros.

La situación en democracia tuvo todas las fracturas de la transición y la aplicación de la lógica capitalista más despiadada (reforzada incluso) hizo muchas veces que la poesía fuera un discurso periférico en el contexto de un país que generalmente presume de sus poetas.

El grupo de autores que presentamos a continuación abarca diferentes corrientes, lecturas, estilos. Todos ellos conforman un grupo heterogénero y significativo. Se trata de autores insertos en el canon de la literatura nacional cuyas particularidades dotan de nuevas miradas el corpus de un país que requiere reconocerse en sus territorios no metropolitanos. De esta manera, hay autores que nacieron antes y después del traumático golpe militar de 1973 y que viven en los márgenes del sur austral o los han habitado largamente.

El poeta Jorge Boccanera se pregunta: «¿Será posible el sur?/ Será posible tanto invierno caído sobre el último rostro de mi hermano,/ tanto salario escaso riendo con descaro y en el plato vacío el verdugo esperando». No sé si esta compilación responde de forma cabal a una pregunta tan amplia y de aristas de una complejidad casi inabarcable. Lo que sí podemos afirmar es que este manojo de voces y escrituras le tuercen la nariz a cierta caricatura que desde el centro se ha elaborado en torno a este territorio, ya que se enlazan con formas avanzadas y sofisticadas de la literatura contemporánea, forjan universos imaginarios, problematizan los laberintos de la historia, se nutren de la vanguardia, registran las ciudades del sur, desgarran el holograma y creemos, en definitiva, que se trata de una literatura que comunica el encuentro entre la tradición y la modernidad.


ASTRID FUGELLIE (1949)

LAS BRUJAS DEL APOCALIPSIS

Cuando mi bisabuela muerta parió seca, las parteras no pudieron hacer a la luz a mi abuela. Ella nació ahorcada por el cordón umbilical de la santa vieja.

Cuando mi abuela muerta dio a luz a mi madre, la frágil calavera de mi antecesora ya estaba colgada en el perchero entre la mampara ovalada y el diván de felpa roja.

Cuando mi madre muerta me trajo, entre dolor y llantos, por ser yo demasiado gruesa, mi mortaja estuvo sentada frente al espejo de la cómoda de ébano.

Cuando muerta alcancé la edad madura de la menstruación, vino mi hija yerta y blanca y se quedó para siempre en la habitación de balcones por donde la noche entraba muda.

Así nuestra dinastía jamás compartió ni un desayuno con la lectura de Baudelaire, o el final de cena con la música de Bach.

De tal suerte aconteció, porque cuando nació
mi bisabuela muerta guardó en su armario estilo rococó, una mariposa nocturna dentro de una caja

redonda y amarilla parecida a la luna. Se dijo que la mariposa era un dios hecho polvo.

Fue así como ninguna de las cinco muertas, nos atrevimos a abrir esa caja redonda y amarilla parecida a la luna. De algún modo, tuvimos miedo a ser obligadas a nacer vivas en medio de esa casa de adobe y tierra.


 

ADELAIDA

La mujer se avecina a la llanada

impecablemente engalanada
de sombra:
de sombra su cara, dos ojos

de sombra
de sombra la nariz, su boca
de sombra
de sombra su cuello, su espalda
de sombra
de sombra las piernas, sus pies
entre las sombras.
Adelaida va envuelta en su manto negro

y brillante,
tal parece que la ensombrecida

intentara disimular
el suceso.
Avecinada a la planicie
impecablemente cubierta
de sombra
de sombra su cara, dos ojos

de sombra
de sombra la nariz, su boca
de sombra
de sombra su cuello, su espalda
de sombra
de sombra las piernas, sus pies
entre las sombras.
Los faroles del terrado alumbran y Adelaida
rigurosamente encubierta de luto
le quita el cuerpo a la luz y se esconde
en un lugar hondo y eterno
acorde a las sombras donde
nadie advierta la bajada que
confidencie un prado de margaritas vivas

y un nombre muerto.


 

JORGE VELÁSQUEZ (1972)

CARTA A MI PADRE DESDE EL GOLFO

Aquí está la marea paralizando el tiempo
Y habrá que despertar a la esplendorosa batalla de/

otro viaje A veces el sol se esconde entre las olas

y la poesía es el único camino de regreso a las islas

Un embarcadero de botes y barcos aniquilados en/

los roqueríos florecen luminosos hijos entre vertientes sombrías

Navegamos hasta sumergirnos en la noche prontamente partirá el último cauquil maldiciendo/

lo invisible

la abstracción enciende los reflectores

y las mismas islas reflotamos en el ocaso

Ahora no son veleros negros los que viajan sino yates de vidrio o lanchones de polietileno

y con el aire no sabemos como morir

Padre solo no te vayas ni vares la lancha por un/ largo tiempo

nuestra memoria respira todavía el viento de Chaitén

el pequeño puerto de refugio sobre piedras/

dinamitadas

porque desnudo el hombre es una corteza torcida

confinado al zarandeo de las olas

Y si algún día te ven embriagado
o tendido sobre la hierba cuidando el panorama sabes que estoy ahí
y que no hay nada más que hacer
sino abrazar el espíritu que arrastra un delfín con/

tureflejo.


DESPEDIDA DEL CAPITÁN

La noche viene por nosotros

Bailan en el cielo bandurrias junto a la casa arrastrada por el estero

Entonces la maniobra es enganchar yuntas y que las vigas sigan su camino

Los polluelos se van
y otras siembras traen en sus ojos

¿Oyes ladrar los perros?
¿Ves la luna prisionera en su hermosura sin rejas?

Esqueletos ebrios cuelgan del avellano
como desteñidos arqueros con súplica a sus seres alados

El gato predice el tiempo
La marea sube
La noche viene por nosotros

(Un islote somos
un chalupón forastero en lo invisible)

El silencio arrebata al mar las cuadernas del ciruelillo.


PAVEL OYARZÚN (1963)

BIENVENIDA SEA LA POESÍA DEL FUTURO

Bienvenida sea la poesía del futuro.
Esa poesía que reventará como una flor
en plena calle,
o como un cadáver después de varios días. Bienvenida sea la poesía colgada de las nubes
y de los edificios.
La que soltará en este mundo su alma
de bestia carroñera.
La que olfateará a la muerte desde lejos.
La que llegará delgada y tenue
como las primeras lluvias del otoño,
y suave como los tejidos de las vísceras. Bienvenido sea su ritmo de agua en caída libre,
o su sonido de artefacto eléctrico.
Pronto estará entre nosotros,
bendiciendo el acto sexual entre la especie,
o comiéndole los ojos a los muertos.
Hasta aquí llegará con su espíritu redentor funcionando,
o con su instinto homicida adiestrado y carnívoro como el que empuñan las tropas de asalto. Bienvenida sea la poesía del futuro.
Bienvenidos sean sus actos de magia.
Sus contorsiones acrobáticas.
Sus caricias y besos de película.

Sus espectaculares suicidios
archivados en las páginas rojas de los periódicos.

Aquí, y en ninguna otra parte, establecerá su reino,
su hacienda,
su recinto milagrero abierto al público

La verán caminar sobre las aguas.
La verán dormir en los parques.
La verán en las noches de luna
como suspendida de aquella luz fantástica. La verán aullando y con espasmos,

tirada en el suelo.
Podrán verla haciendo latir las memorias,
o en cada herida cortante
que dejará el paso del olvido sobre los rostros. Bienvenida sea, por fin, la poesía del futuro. Ábranles las puertas y las ventanas,
las arterias,
los huesos,
los ojos,
y prepárense para lo que pueda ocurrir, porque vendrá de todos modos,
así sea para velar por la paz de sus almas,
o bien,
para levantarles la tapa de los sesos.


LOS NIÑOS EN EL PARQUE

Ellos no tienen buenas costumbres.
Ellos no tienen buenos instintos.
Ellos no aman a la patria,
ni respetan el himno nacional.
Ellos no creen realmente en la virgen María, ni en su hijo Jesucristo.

Ellos no creen en la familia
ni en la propiedad privada. Ellos mean en la calle,
y le sacan la madre a cualquiera. Ellos están al margen de la ley. Ellos tienen metido a Dios

en una bolsa de plástico.
Ellos tienen la cabeza llena
de destellos y extrañas figuras
que les dan risa.
Ellos no sienten vergüenza
Ellos sienten náuseas casi todo el tiempo.


JAIME BRISTILO (1969)

CAMPO SANTO

Hoy he visto pasar el cadáver de mi enemigo
Sus puños crispados en llamas maldijeron el castigo/ de encontrarme

Caduco empujaba un carro pictórico de abarrotes Pertrechos de guerra con evidente fecha de/

vencimiento acaecida

La historia cobra sus víctimas
Estrafalaria y frenética repite caprichos con/

nombres de primer cartel

Incapaz de verme a los ojos
Ha perfilado un gesto de acritud envejecida

El odio golpeaba su cara contra los muros de mi/ campo santo

Camino a su casa de fachada blanca/ escandalosamente sordomuda

Hoy he visto pasar el cadáver de mi enemigo

A diferencia de su albergue sin ventanas hacia mi/ última morada

Aquí no cultivamos podredumbre sino flores que/ brotan alegres desde el más allá

III
Los niños no saben de su vida qué hacer Juegan al grande

A la casita
Dan solos la vuelta por la manzana

Ven caras desconocidas
Se miran mecánicamente entre sí

Agitados se toman las manos Hasta darse cariños nuevos

Convulsas pierden y ganan las palabras Pródigos terminan llamando con gritos a mamá

V
Rabia, un perro tuerto Vaga y olisquea
Muestra los dientes
Afila el aire con un gruñido

Miedo, el niño tiende a correr El perro se abalanza
Trunca esa carrera
El niño protege su rostro

Rabia, el perro no ladra
Es ciega su ira
Profunda la marca en el brazo Del amo que nunca tuvo


 

HARRY VOLLMER (1966)

APORTE AL DÍA INTERNACIONAL DE LA POESÍA

No lean a Vollmer
por favor no lean a Vollmer
no lo invoquen, no lo hablen no lo menten
solo pasen su dedo por el pequeño tajo en el rostro

en las cicatrices que van quedando, solo ámenlo, grítenlo, cójanlo, apriétenlo…

pero no lean, no lean a Vollmer que ya está acabado

vive viviéndose hacia atrás ya es solo lancha pal desaguadero

escolpa flotando en las mareas, no lean a este mala clase

no hojeen a Vollmer ni en la vastedad de/ las tormentas ni en la calma bruta de sus silencios. Solo ámenlo, denle grillos, bandurrias, dinero para/

la fianza, alguna estrella que nadie mire o un caballo/ de mar disecado. ¿Quién podría buscar los lentes de Vollmer, quién lo/ levanta, quién lo besa en la frente…? Pero insisto no lo lean, no lo piensen, no lo sientan…

Solo péinenlo, acarícienlo, sóplenlo y déjenlo ir/ déjenlo alejarse

con su ternura ciega del atardecer y sus vientos cuesta abajo,

rengueando cojeando sangrando afirmado a sus cercos y sus volcanes

y sus mareas y sus olas golpeando en las quillas/
de madrugada

y el murmullo eterno del mismo poema déjenlo cantar con sus ballenas entre los fiordos

no lo lean pero déjenlo que regale sus zapatillas que/ retorne a pie hacia donde vea luces déjenlo, no lo lean, no lean a Vollmer que/ a nadie le importa,

solo ámenlo o amen
el rechinar de sus vigas al escribir/

este poema.


EL VIENTO SE LLEVÓ EL INVERNADERO QUE CONSTRUIRÍAMOS…

En la huerta soñada, entre repollos gigantes y/ almácigos,

espero abrazarte algún día sin amarras, entre/ chalotas,

perejil o cilantro, bajo un pangue recién llovido, ahí será nuestro amor entre los zumbidos y abejas, y el vapor de nuestras bocas al hablarnos. Prometo grosellas y mosqueta para la once, la red/

y la marisca

estar pendiente de la marea baja, aprender la pega/ de matarife. Ahí desde el balcón de ciprés que no construiremos,

miraremos la ciudad al otro lado y sus fuegos de/ artificio en los festejos,

me ayudarás con la escalera al podar los árboles,/
a clavar una tejuela, miraremos atentos entre qué matas ponen las gallinas /

de los vecinos, y hablaremos en silencio, de a poco.

Siempre seremos uno solo, pues siempre queda algo/ de nosotros

en el cuerpo del otro,

y en el alma queda/ impregnada la otra alma,

siempre se doblará el primer clavo de la casa que no/ construiremos,
pasarán cometas y no será necesario pedir deseos, solo un sorbo de tus labios y una mirada azul/

profundo de océano nos permitirá juntar los dedos, las manos, los brazos,/

los ojos, junto a las bigas que no hemos bajado ni bajaremos/ del monte,

ahí estoy pensando en el barbecho,
y en que nadie tirará las semillas para/

el próximo invierno.


ROSABETTY MUÑOZ (1960)

HAY OVEJAS Y OVEJAS

Las que comen de cualquier pastizal
y duermen con una sonrisa de satisfacción en los potreros.
Las que caminan ciegamente
por los caminos acostumbrados.
Las que beben despreocupadas
en los arroyos.
Las que no trepan por pendientes peligrosas. Esas van a dar lana abundante
en las esquilas
y serán sabrosas invitadas
en las fiestas de fin de año.
Hay también
las que tuercen las patas
buscando campos de margaritas
y se quedan horas y horas
contemplando los barrancos.
Esas balan toda la gran noche de su vida encogidas de miedo.
Y hay, por fin,
las malas ovejas descarriadas.
Para ellas y por ellas
son las escondidas raíces
y los mejores y más deliciosos pastos.


LA SANTA DE TERCIOPELO

La Santa vestida de terciopelo le cuelgan abalorios.
En andas.
Viaja sobre los hombros

y le agitan pañuelos blancos Sortea temporales
inmóvil.
Fija la mirada.

Fijo el madero portentoso de su cuerpo. Sobrepuestos los retazos de otros rezos.

La pueblan arañas y polillas. Resplandeciente el rostro policromado.
Bajo las ropas sagradas

los velos se pudren y la madera astillada se consume.


 

YANKO GONZÁLEZ CANGAS (1971)

FAREWELl

queremos invitar a este escenario aprovechando/
el octogésimo

aniversario de la institución a alguien muy especial/ para toda

nuestra
comunidad que llegó hace cuarenta y cinco años para /

dirigir una

escuela
que estaba en pañales nada más y nada menos que/

la escuela de

ingeniería
ubicada en ese entonces en un sector que algunos/

aún recuerdan y que se llamaba las chancherías donde los colegas/

del programa de capacitación agraria hacían sus prácticas de/

inseminación

artificial.

con denuedo e infinita paciencia este inspirador/ de decenas

que digo de centenares de generaciones fue/ haciéndose paso

en la adversidad en los momentos más duros no/ tanto por

nuestras
autoridades de ese tiempo aquí y en el país como/

algunos insisten en recalcar sino por la crisis internacional que azotó/ las arcas de la corporación siendo prohibitivo importar o adquirir/ cualquier

instrumental
para la óptima formación de nuestra esperanza joven y

profesional.

con ingenio fuente y raíz de su pasión vocacional creó las condiciones

para que una importante ayuda del exterior llegara/ y así preparar técnicamente a los inquietos espíritus jóvenes/

de una carrera que pujaba por tener un mínimo de equipamiento

no importaba que los enclaves estuvieran sueltos que las piezas/

neumáticas del canal de flujo laminar fueran obsoletas su máxima/ siempre

fue a esclerómetro regalado jamás se le mira la pantalla/

digital.

porque el maestro siempre encontraba el tiempo/
y el ajuste

adecuado
hasta en su propia casa para acondicionar todo lo/

que llegaba de la lejana Europa central para dar estos primeros pasos/ y quizás sea

esta la
ocasión de leerles solo algunos aspectos del primer/

perfil de la

carrera
íntegramente redactado por quién con este/

reconocimiento

despedimos hoy
donde destaco las frases «sólida fundamentación»/

«amplios

conocimientos
en producción» «actitud investigativa hacia la/

tecnología y su

aplicación».

antes de darle la palabra al amigo y al formador al/ cual hoy le

decimos hasta
pronto nuca adiós, le tenemos una sorpresa cono/

todos ustedes a

quién por casi
cuarenta y tres años fue compañero del festejado/

como en la oficina contigua cuántos recuerdos/ atesorados

cuántos proyectos
adjudicados, cuántas reuniones inspiradas y desafíos

administrativos cuántos
conflictos sorteados porque nadie dice que todo/

es miel sobre

hojuelas sobre todo
en una escuela entonces no quiso estar ausente quien/

laboratorio de pruebas

tanto en el

subir al colega.


ANTONIA TORRES (1975)

UMZUG

La escena se compone de algunas cajas vacías
una escoba y un montón de basura en una esquina Dos o tres beben cerveza y fuman al lado de una/

ventana abierta Podríamos decir que el polvo corona la tarde

que un sol distorsionado
ilumina el cuarto con el sepia de las botellas

Una radio suena con música para nadie

Decir, mientras tarjamos unos versos y despegamos/ fotografías,

que una leve brisa levanta hojas del suelo
y hace bailar el papel mural roto de las paredes.
En el baño gotean la luz y el tiempo
y el espejo devuelve la imagen de una cañería averiada

un castillo de cartas
una pirámide apenas sostenida en el arco de/

las palabras un par de sillas rotas apuntalando la puerta/ de entrada.

La escena se compone de algunas palabras vacías/
o quebradas

espacios en blanco, signos de puntuación tirados/ al piso

pelusas barridas entre letras.
El resto del lugar se sostiene con la mirada.


 

HALLO EL BROTE DE UN POEMA TIRADO A LA ORILLA DEL CAMINO

lo escondo en algún sitio, tal vez en mi bolsillo. Es primavera, el cielo aún no lo sabe.

Tomo el vástago olvidado y lo afilo durante días hasta que asoma una especie de raíz
en remojo, le rezo y espero.

Es primavera y nadie parece saberlo
anoche las lluvias arrastraron un cadáver
hoy ha llegado a los pies de mi cama flotando como/

un leño.

Hundo su tallo en la tierra húmeda del jardín mientras me siento a escuchar el poema que crece.

La primavera es un parque sin palabras senderos que se cruzan
árboles y relatos que se agarran
raíces como trampas que deforman la lectura.

Quien haya besado la hoja verde de un poema no necesita más
quien haya puesto su frescor sobre los párpados calma la fiebre de la mirada

y sin embargo
todas las primaveras llegan tarde.

se asoma dudando
el poema leído a tropiezos y en voz alta espigando entre las ramas
apenas comprendido.

así es como de pronto aparece:
herido, lloriqueando tras un arbusto
en el hueco donde se esconde un animalito el brote de un poema
tirado sin querer
a la orilla del camino.


JUAN PABLO RIVEROS (1945)

HUERTOS

La infinita descomposición de la luz en la cristalería del hielo.
Barcos cargados de arcoiris
y navegaciones

en las que cualquier oro era nada.

Como esas rorantes matas de zarzaparrilla con sus rútilas gotas de sangre
sobre la nieve más sana,
más pura,

en el último rincón
de la huerta más austral del universo.


NOCHE POLAR

La noche,
como finísimo granado, madura en la lejana nieve azul.

Como niña perdida en los parques,
la noche canta con sus marineros a bordo del mundo.

Y un enigma de astros corea la arquitectura sideral.


 

MIGUEL BÓRQUEZ (1985)

LA BOTÁNICA DE LOS NIÑITOS MUERTOS (Fragmentos)

abre los ojos y sueña el día que sea del ochenta y cinco y en un cuaderno de croquis registra como un autómata subjetividades y aproximaciones más bien imprecisas que remiten a un tiempo caótico y una experiencia ajena que su mente apropia cual demencial suplantación hasta enfermarlo. alterna frases rotundas y secas sobre lugares y nombres con párrafos humeantes y eléctricos que adorna con recortes de revistas y fallidos ensayos de cianotipia. los espacios en blanco y guiones introductorios han transmutado en grafías verticales y osarios pesadillescos. desde ese punto el registro enmudece, se torna ilegible o se limita a describir fenómenos climáticos anómalos y tragedias familiares sin importancia


una vaca pare un ternero muerto en el follaje. observa la escena con nervio, esa placenta que escurre como una secreción cualquiera le hace pensar en residuos quirúrgicos, en acumulaciones de grasa o formaciones tumorales cuidadosamente embolsadas para su posterior examen. la ruma informe de animal aún tibio pero yerto sin conocer el mundo le conmueve, ese bramido materno lento y repetitivo como arrastrando sus lácteos órganos bajo la tierra, llevando intrínseca la tristeza de lo irremediable. cree ver en el ternero muerto la metáfora de algo, pero ignora qué


los animales del bosque huyen de la luz diurna, se agazapan en madrigueras o pequeñas cuevas, descreen la autenticidad de los reflejos solares sobre la tierra vegetal que circulan. la fauna diurna es una especulación para hacer más llevadero el descampado que evapora el paisaje, el peladero que devasta como un sarcoma su continuidad y envergadura. no es un animal el animal que se ve de día: es un bosquejo inmaterial que reclama su derecho a difuminarse otro entre la hierba que huele. la luz hace fluctuar el ordenamiento natural de los lugares y los seres, antepone su lirismo, expande su gregaria liquidez. los animales del bosque huyen de la luz pero son absorbidos por ella; transcurren cazados por su reflejo, semejando sus cuerpos solsticios óseos


la desmesura del distópico paisaje hace que piense la maternidad como un instinto en lo esencial repulsivo y antinatural. en el recién parido muerto se expone cierta extraña y tenebrosa biología que lo hace imaginar otros terneros ocultándose entre el junquillo, otras vacas higienizando a lengüetazos su sangrante pelaje. la muerte como la devastación parcial de un mundo sin significado aparente o como un parásito que crece sin ser detectado hasta eventualmente convertirse en otra cosa. cuerpos que se traducen entre ellos como transparencias obsoletas y amarillentas. después de morir cuántas veces morirá el ternero en mí, es lo que se pregun- tará cuando vuelva a casa


un animal cualquiera es el colapso de su finitud rumiando voces que no son poemas pero igualmente lo conmueven. sobrevive el invierno registrando en cuadernos nombres de especies zoológicas ya extintas; adjunta un dibujo de cada una y la fecha de su último avistamiento, luego piensa el ternero muerto y se pregunta qué parte de sí murió con él. la fiebre de los árboles perennes atrae el banco de medusas que sueña cuando vuelve, afila sus maderas, fisura sus núcleos. hay cuerpos de animales congelándose que frotan sus pelajes por lascivia como un alud de fuego a contraluz, inflamando su carne y el follaje que pernoctan


una casa sola en un paisaje deshabitado siempre propicia una especie de anacrónica melancolía. quien la piensa supone ciertos animales desplazados de escena contemplando perplejos la destrucción de su hábitat, degollándose o tocándose en señal de amor. usualmente saben que no es el final, que no es posible borrarse tan de golpe y se dejan hundir en el follaje como en un sueño, aprehendiendo desde su húmeda corteza nubes y montañas que se desplazan ingrávidas, clareando a ráfagas muertos que mueren por preservarse tibios en casas que solo pueblan ectoplasmas y orbs. quien piensa todo eso lo hace leyendo poemas de amor escritos por y para idiotas, fijando su corazón con terror al deseo que le une y le separa de todas las bestias copulantes de la tierra


CARLOS ALBERTO TRUJILLO (1950)

YO LIMITO

Yo limito y por limitar con cada hora cobijada en mis manos
soy desde el mismo nacimiento
mi propio y más terrible límite

Yo limito

Yo limito con sillas, con mesas,
con bibliotecas, con calles con casas, con los números telefónicos,
con los R.U.N.
y los R.U.T.,
con las libretas de ahorro,
con las libretas de seguro,
con el mar, con el puerto y los puertos, con mis costillas por delante
y mis costillas por detrás,
con los cables de alta tensión
y las huellas de labios en los vasos

Yo limito

Yo limito con Bernardo O’Higgins arrancando/
de Rancagua,

con Manuel Rodríguez vestido de cura
por los cerros de la historia,
con Arturo Prat y su busto mojado por la lluvia en la Plaza de Castro,
con el dieciocho de Septiembre,
con el Mes de la Patria,
con todos los sesquicentenarios,
aniversarios y demases

Yo limito

Yo limito con el escapulario que me colgaban/
del cuello,

y con la imagen de la Virgen del Carmen entre dos/ oficiales de barba,

y con el Mes de María,
y con los crucifijos oxidados sobre los marcos de/

las puertas, y con la salvación eterna

escondiéndose siempre bajo distintos sombreros

Yo limito

Yo limito con mis suspensores, con mis primeros/ zapatos;

yo limito con la mañana, con lo que no es la mañana; con mis ojos y mis orejas;
yo limito con mi olfato y con mi tacto,
con los decretos y los contradecretos,

con las relegaciones y los exilios

Yo limito con mi fe de bautismo, con mi certificado de defunción

Yo limito con todo y con nada Todo en mí hoy es límite
Cada palabra limita a la siguiente


JOSÉ MANSILLA (1962)

EL ROSTRO MANTIENE SU PACIENCIA

Ahora sé lo que contuvo el silencio,
un desborde seguramente
hacia otras latitudes
donde las explicaciones no fueran necesarias.

Era la vuelta imprescindible por el corazón, en que flamearan telas de distinto signo, todas nubes aconteciendo en el presente.

Ahora que ya no nos hablamos,
el misterio ronda por las calles de barro.

Agoniza el hombre en las sombras y otros beben su vino.

Nada se ha perdido dices y hablan raíces rojas
en el mar de las ausencias.

Todo adviene en agua que aflora
y raídas vestiduras olvidan su cuerpo.

Exudan sudores los frescos paños en la frente del caído.

Y brilla un rostro lozano
en las grises maderas de los cercos.

Ahora que ocurre este paseo,
te despides de los vecinos limpia y sinceramente.
y las palabras ya no suenan,
el gesto es una mano en alto para decir adiós definitivamente

Se ensordecen los últimos tocadiscos en los bares que tus ojos vivieron.

Y bebemos como acto final esta caña de vino blanco, que has dejado olvidada
en medio de las cenizas.

Ya sé lo que contuvo este silencio.


MARIANA CAMELIO VEZZANI (1994)

COMUNA RÍO VERDE

la cinemática de la liebre se estudia con un hilo que sostengo entre mi ojo izquierdo
y el espacio vacío después del salto del animal un nudo marca la distancia

pienso repetir el gesto
pero la velocidad no se mide con los dedos

no se le pegan cardos a las liebres vadear a los zorros en la estepa
hace que la geometría del movimiento tenga ángulos rectos
no cavan madrigueras
los lebratos nacen desprotegidos
la cinemática no es una ciencia exacta

un ovejero mira los saltos de las crías desde el puesto a tres horas
de la casa principal y recuerda
un cuento lleno de liebres doradas asesinadas por los perros


SÓTANO DE LA CASA PRINCIPAL (KM 37 SUR, ISLA RIESCO)

hay zorros que viven debajo de esta casa
su asentamiento siempre ha sido radial y concéntrico todo túnel lo aprendí de memoria
el ejercicio de dibujar la isla boca abajo
hizo aparecer en el papel un trazado perfecto
de crujires soterrados nocturnos
allí aparecieron también
manchas de musgo que esconden quemaduras zorros que duermen en esas manchas tibias

sueños de árboles con corteza fotosensible que imprimen caras cuyos nombres
y genealogía no recuerdo

en el verano vimos pájaros de muchas especies pero todos de un gris ceniciento
la laguna a medio congelar tiene surcos azules y/

otros verdes
nada entiendo yo de crujires pero con la lluvia en cada uno de esos huecos
crecerían líquenes amarillos:

durante todos los tiempos en los barcos
se han visto fuegos en la punta de los mástiles durante la tempestad se les ha considerado siempre

un signo de protección


 

VICENTE OYARZÚN CARTAGENA (1992)

SÍNTOMAS DE DESHIDRATACIÓN

como lagartijas que ofrecen su lomo al sol

subimos una calle
el diálogo empinado
se interrumpe por el ritmo de la respiración

la tinta azul se extiende

hasta la orilla de una playa no apta para el baño donde se concentran
en un mismo punto miradas
que ascienden leves

como burbujas de agua mineral la espuma de ese oleaje

nos absuelve un licor derramado
sobre el techo de barcazas zarpando hacia otros puertos

por nuestras venas
la forma de peces
nada a contracorriente el amor

toma una parte del cuerpo que nos falta

para variar algo se queda en el lugar de los efectos que pudieron resultar indispensables

imposible permanecer así más tiempo

es lento el espectáculo
de letreros que se empiezan a encender

y un lenguaje de miradas que no se cruzan


IMAGINACIÓN DE LA ESCENA

dos personas con los pies en el agua
a la orilla de un mar
no tan mar

un poco río
champú de manzanilla
la luz del sol
que lxs destaca
cual dos palabras
en un texto
la ventisca trae
el recuerdo aerodinámico todxs duermen
cuando un beso se instala
en la mañana
intentas no parar demasiado las gaviotas de la aurora resulta fácil sentarse
a inventar con la voz
una caricia
si no fuera en la vía pública donde imaginas
esta plaza nocturna
atestada de gente y de palomas que se esquivan
mutuamente


IVONNE COÑUECAR (1980)

LA OMNIPRESENCIA DE LA GENERACIÓN EQUIS

I [no estar ni ahí solo fue la presencia a la que nos relegaron]
yo estuve ahí cuando cargaron los materiales y bellas las terminaciones/ a esa lápida no pudimos ponerle nombre/ no se sabía cómo/ si la hipocresía de las bestias hizo olvidar los apellidos. yo estuve ahí/ cuando abrieron los caminos más lejos que la Antártica/ besé cada piedra sin saber si de ida o de vuelta/ soda cáustica en los cerros/ los campos/ la piel. Carretera Austral llamaron a todo eso/ para mí no tuvo nombre hasta que me fui/ entonces eché de menos no saber nombrarla/ y se llamaba Carretera Austral general augusto pinochet i mi región se llamaba del general carlos ibáñez del campo. pero yo no les debo nada a los milicos.

II [nosotros masificamos el uso de fármacos para la felicidad]
yo estuve ahí/ cuando todos esquivaron los hoyos/ abrí la tierra poquito a poco/ requerí castigo ejemplar para las bellas víctimas de los noticieros de última hora. yo estuve en esa discotec. dentro de tu útero rasgando las paredes y corté el cordón/ quise ahorcarme/ caminé por tanta nieve/ tanta nieve/ que no necesité sol/ ni luna/ ni estrellas/ pude haber muerto en la nieve. pude haber muerto en cualquier parte/ y no sabría cómo usar escaleras mecánicas/ puertas o micros. soluciones químicas vienen mejor. yo estuve ahí con el tejido de las arañas/ las pisadas de las cucarachas/ con mi cabello de guerreros antepasados/ mis piernas sin estigmas/ despierta mi piel huilliche sin cansancio ni rasguños. tinnitus enceró todo el rededor/ la gente filtro/ la gente cerámica/ los extras. solucionamos con químicos esa sonrisa que no aparece. yo estuve ahí donde el abandono carece de nombre. y todas las invitaciones sí/ todos los consejos no. cerraron la puerta a la india idiota como su padre la india que jala/ y jala/ y no se atreve a disparar. en la pirotecnia de tus ojos amor gritaste silencio y el silencio fue sordera.

III [se alegraron de que no supiéramos de historia ahora que todo comenzaba con la palabra democracia]
yo estuve ahí/ en esa política llena de artistas y premios y eligieron a todos/ menos a mí porque no tenía talento/ contactos/ ni voto y Chile se abrió como putita nueva. miedo y pudor en las calles/ qué era libertad nadie supo e hicieron lo mismo todos los días. exhibieron tantas heridas y desapariciones/ volvieron diciendo Europa Exilio Persecución/ mitificaron con gracia el derecho internacional público/ todos querían oírlos…/ y la pobreza señoras y señores/ qué hacemos con esos pobres sin estilo / ni talento/ ni premios/ ni gracia/ ni voto y con hambre/ tanta hambre. yo estuve ahí con mi torpeza nevermind del nirvana infierno y ropas ajadas/ y nada importó porque tuve tanta rabia / y encontré las canciones perfectas/ sin supersticiones ni manías vi la nieve roja/ porque un tiro en la cabeza huele mejor que el teen spirit. yo estuve ahí en la línea de fuego y llamé a mis muertos/ pregunté cuándo se acaba esta pena. yo estuve ahí en la inopia/ con los tejidos de las arañas/ las pisadas de las cucarachas/ rasgando mi útero con mis manos de niña/ y dije ojalá te mueras/ luego todo se apagó.


VERÓNICA ZONDEK (1953)

DESDE LA OTRA ORILLA

A Georg Trakl A Jaime Huenún y su lectura interclusa

La ciudad no es más que un despliegue en/
agua cristalina

y arrastra en azul tu cuerpo al desplome.

Un ramo de jeringas te viste de luto
y tu corazón bombea envuelto en demencia. Hay un forastero que galopa al anca de los/

murciélagos y hace intentos por no girar su cabeza hacia el/

costado.

Un edificio apaga su fuego marmóreo
y es calmo
y desliza por ti un pulso encarnado y reptil.

Deambular es ahora un qué de soplos y una búsqueda silente de guijarros

que

de uno

en uno

y sin engaños

son raudo precipicio en las grietas que cría/
el alabastro.

La sombra sobre el río es de alarido ‘pajaril’ y es blanco el graznido Juan Luis
e inasible
el granate coágulo que fermenta el lamento.

Repta entonces
serpentea sucio el miembro entumecido
y cruje en solitario el cristal de una lágrima.

Trakl
caminante y celada de huérfano decir
no desea
no evita el golpe en oscuro
en un lunes muy anterior a aquel de Vallejo
que entonces en rosáceo y frente al ojo celeste fue entrando en el añil profundo y más lejos junto al destino de la fina hebra que hoy me teje/

el paño

por carnosa avizorar un mirar impreso

y entrever los signos en la escritura que amaso.

Trakl
vago interdicto del Bosque Negro abismo encadenado al pulso escindido abrazo
irrumpes en profundo y cerúleo
y truenas como la arcilla al vientre y te haces familia una con la noche.

Es lumbrosa tu lóbrega habitante de cuarzo y latente el abrigo de tierra a la medida.

Un alma ajena destila el rojo por hacerlo suyo y atraído
y negro el farellón en el risco de tu ojo
es sello y lacra en boca de cavernas en olvido.

Cielo e infierno avecindado en tu corazón.

Un leve toqueteo de alas sobre el arroyo/ transparente.

Un murmullo de ángeles a la espera.

Trakl.
Hombre y poeta.

Cae tu cuerpo
y el agua es más tan bermeja
que pretexto te resulta tibio el aliento.

Izas tu cola en señal de ardua patria y ya eres salto/ en la otra orilla.


SERGIO MANSILLA (1958)

ALLÁ LEJOS TE VEO VENIR

Allá lejos te veo venir
como una llovizna
que hace palidecer
las azules colinas.
Saco apresuradamente
al patio mis árboles, mis hinojos, todos mis seres pequeños y pobres

que pululan por doquier: libélulas, mariposas,

cantáridas de siete colores, algas y avecillas.
Me vacío entero
como un balde con agua que se vuelca en el piso

y me extiendo cuan amplio soy para recibir la miel
que trae tu presencia.

No vaya a suceder
que llegues
y esté todo solitario y triste,
todo cerrado, tapiado hasta las nubes, y el amor, como un niño mendigo, llore sin pan
y se duerma en la mampara
de cualquier casa
tiritando abrazado a su perro.


 

NUESTROS DESCENDIENTES

Quizás hallen en las viejas bibliotecas de ellos algún poema olvidado parecido a este.
Algún periodista mal pagado tal vez escriba «Se halló un pergamino cuyas líneas inexplicablemente van y vienen como surcos de una siembra».

Y algún paleógrafo, sin mucha convicción, dirá: «Veré si puedo saber qué dicen estos caracteres/ arcaicos.

Se ve que es un lenguaje primitivo,
con palabras rudimentarias, onomatopeyas quizás que imitaban el canto de los pájaros o el sonido/

de los ríos».

Y no habrá a quién preguntarle.
Solo estarán ahí las palabras mudas, incapaces
de narrar la finitud de los cuerpos que ya se fueron.

Y las examinarán bajo lupas electrónicas,
y analizarán la química de la tinta,
y aplicarán algo más preciso que carbono 14
para calcular la edad de las manos que escribieron caracteres tan viejos como el sol.

Quizás el manuscrito termine en un museo/
para turistas

y toda esperanza de canto se aleje a una distancia/ sin retorno.

Quizás simplemente se pierda en los sombríos bosques de un futuro sin humanos,
y el poema no será ni poema ni nada
cuando ya no haya idioma en el murmurar de/

las nubes y no quede más que una enorme roca rodante

en la interminable noche espacial de nadie.

Un poema demasiado breve para cantar las hazañas/ de los héroes

y demasiado extenso para tanto impenetrable/ silencio que somos.


CLEMENTE RIEDEMANN (1953)

EL HOMBRE DE LEPZIG

El padre del padre de mi padre traía todo el mar en sus mejillas. Trajo un cormorán en la mirada y una flauta dulce en los bolsillos. No trajo papeles ni osamentas. Le quitaron su historia en las aduanas y venía de lejos.

Al llegar, solo la niebla, pañal de maíz para envolver los viejos barcos de madera: la Steinward, el Hermann, el bergantín Susanne y el Alfred. Todos buscando el paraíso. Para todos, desengaño y selva.

(El daguerrotipo muestra a unas familias apiñadas y sin saber a qué atenerse. Allí dormitan en el suelo el hacedor de calamorros y la mujer del peluquero. También, un niño con paperas)

¡Oh viejos barcos de madera! ¡Oh germánicos famélicos! Les prometieron la tierra pero la tierra tenía dueños falsos. Falsas estacas de papel y no auténticos rewes milenarios.

El padre del padre de mi padre hubo de hablar en otra lengua, gotear, de nuevo, el semen de la aurora. A fundar cosas es que vino el hombre de tan lejos. Corral, después de un siglo pronuncio tu nombre en la mañana. Estoy de pie sobre una lancha arrojando trozos de carne podrida a las gaviotas. Por aquí entró en América el perseguido, uno que no fue rico ni famoso, sino bello. Porque bello es todo cuanto sigue siendo, a pesar de la muerte, el deterioro y el olvido.

El hombre de Leipzig, el carpintero, me trajo a tierra en el lápiz de su oreja, de donde he bajado para organizar el mundo con palabras.


SANTIAGUILLO

Que se pudra el provinciano resentido que niega su pasado de piedras i lodo, el petulante mandarín, el bobo crédulo en la idea de Santiago como capital de algo.

Honor para el santiaguino que no se enrola, ni se enreda en justificaciones de medio pelo, cuando tie- ne que levantar la espada para zanjar cuitas con el huaserío pusilánime.

Que reviente el charquicán botado a strogonoff.

Si mamamos todos de la misma partera, si tocamos las estrellas gracias a la oscuridad de los otros, si cor- tamos diez mil cabezas para conservar en su lugar la nuestra, ¿a qué tanto aire de prostituta enriquecida en los casinos?

Santiaguillo, aún te miras el rostro en el culo de París i te lavas las manos con el agua en que han hervido las salchichas de Nueva York. ¿Cuándo mirarás hacia el fondo de la chacra que te da de comer?

Captura de Pantalla 2022-10-26 a la(s) 14.44.20

admin

Comments are closed.

shared on wplocker.com