El Mito — 5 enero, 2015 at 10:49 pm

HUGO CORREA: DE CUREPTO A LAS ESTRELLAS

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Una aproximación a la vida y obra de Hugo Correa.

Por Gonzalo Hernández

 ¿Sabía usted que existe un autor chileno elogiado por Bradbury y Asimov? ¿Cree que la pregunta anterior es sólo retórica de ciencia ficción? Pues no. Tal escritor existió.

No se pierda esta joyita sobre Hugo Correa, el maestro olvidado, que desde Curepto viajó hacia las estrellas.

Antecedentes.

Para muchos lectores, decir ciencia ficción, así como decir policial, es sinónimo de hablar de género. Una parcela acotada dentro del campo de la gran literatura, con un microclima particular, reglas propias y códigos que la distinguen de otros predios. Pero ese término no sólo delimita y sirve de etiqueta, sino que muchas veces –si no las más- se emplea con afán peyorativo. El escritor de género, según cierta crítica, ejecuta un arte menor. No participa de la totalidad, su destino es limitado. Cuando no inexistente. Es necesario que en el mapa aparezcan un Philip K. Dick o un Raymond Chandler, para que esta elite reconsidere su postura y “admita», por méritos literarios, a sus obras dentro de un canon considerado mayor.

El escritor chileno Hugo Correa (Curepto, 1926) parecía tener muy clara esta condición. Cierta vez dijo, en una entrevista a Francisco Ortega, (1) que : «ser escritor de ciencia ficción de por sí te marca. Eres un tipo específico de narrador (…) Es que la gente tiene metida la idea de que la ciencia ficción es un subgénero. Como si una obra dependiera del género». Y eso hoy puede resultar trivial, incluso cliché, cuando existe una comunidad chilena de fanáticos y seguidores de sci-fi. Grupos como Cinosargo, Chilenia Ucrónicas de la República, además de sitios como Fantasía Austral, Chile del Terror, la editorial Puerto de Escape, entre muchos otros lugares dedicados a promover y difundir a los nuevos autores fantásticos nacionales, configuran un espacio que, antes de la década de 1990, era inimaginable. En los años jóvenes de Hugo Correa -más aún en Curepto y sus alrededores- no existía nada de eso. Su esfuerzo por crear una ciencia ficción chilena es, además de pionero, un gesto kamikaze.

Desde la ruralidad de su región, influido por historias que le contaba su ñaña, Correa se convierte en un precoz narrador oral, formación que luego desarrolla y transforma con ayuda de lecturas variadas. Las principales fueron Verne, Poe, Dostoievski, Lovecraft y Wells. Cuenta que, desde el momento en que empieza a escribir sus fantasías, pierde la vocación por la oralidad (2). Y aunque los peculiares rasgos de su imaginario -poblado por extraterrestres, máquinas inteligentes, planetas exteriores e interiores- no auguran éxito comercial, ni siquiera reconocimiento crítico, sigue adelante con su idea y la lleva a puerto, sin importarle nada más que lo esencial: trabajar su obra.

Los Altísimos.         

No es casual que su primera novela publicada, Los Altísimos , sea unánimemente considerada como la más relevante de su catálogo. Su versión inicial data del año 1951. Revisada y corregida, aparece en forma definitiva en 1959. Es ignorada en Chile, pero no así en el extranjero. Ray Bradbury -uno que transitó desde el relato negro hacia el científico- la reconoce en altos términos y se la entrega a un tal Isaac Asimov, quien por entonces edita The Magazine of Science Fiction. Las alabanzas hacia la novela se disparan y, en pleno auge del género, cuando aún no están definidas sus propias corrientes internas, Correa da el salto y se anticipa a la Anticipación como tal, logrando, entre otros méritos, ser traducido a diez idiomas.

Los Altísimos ha sido interpretada de diversas formas: como alegoría del mito platónico de la caverna, antecediendo por décadas a películas como Matrix, o Dark City. Como relectura utópica de Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley, en su crítica a las sociedades totalitarias. Como profecía arquitectónica de las ciudades del futuro, debido a su enorme poder descriptivo, por la académica de la Universidad de Ginebra, Valeria Wagner (3). Como llamado de alerta ante el incontrolado avance tecnológico, temprana preocupación por lo humano y por el medio ambiente en años en donde el progreso científico no se cuestionaba. Y en fin; Cedomil Goic la calificó, también, como una de las mejores novelas escritas en Chile.

Pero Hugo Correa nunca cayó bien en el mundo político. La crítica al totalitarismo que se desprende de la lectura de Los Altísimos no le hizo mucha gracia al Partido Comunista chileno. A pocos meses del Golpe, con fecha 28 de junio de 1973 (4), la revista Qué Pasa le dedica una entrevista en extenso al autor de la provincia de Talca, que por esos años se desempeña en la oficina gubernamental de la Consejería de Desarrollo Social. Vale la pena rescatar lo que nuestro autor piensa respecto al mundo político y su relación con la literatura: “En general mi obra ha sido recibida fríamente, tanto por gente de derecha como de izquierda. Después de Los Altísimos los comunistas no me pueden ver. Y los de derecha… bueno, pienso que no están muy al tanto de la literatura moderna.».

A juicio de quien escribe esta nota, más allá de los méritos propios de la anticipación, algo que distingue la primera novela de Correa es conseguir una síntesis de una visión histórica del mundo. El avance de lo técnico y lo científico, en los albores de la guerra fría, no se entiende si no se apoya en una lucha ideológica expresada en la polaridad entre capitalismo y comunismo. Es otra versión del “duelo» que tuvieran Aldous Huxley y George Orwell en sus respectivas anti-utopías totalitarias: el Mundo Feliz y 1984 (5). Recordemos que es la época de Brezhnev, de Eisenhower, de la división mundial en dos corrientes que tienen su principal signo y referente en el muro de Berlín. Citando una fórmula de Max Weber, podríamos sostener que en la fantasía de Correa se observa esa correspondencia estructural entre la imagen metafísica que se forja una época determinada, y la forma de la organización política que dicho mundo tiene por evidente (6). Leído en ese sentido, Correa podría ser, al mismo tiempo, un escritor romántico y un esteta contrarrevolucionario.

Para Aldo Astete, autor de Mente Suicida y Otras Muertes, Los Altísimos: “es una obra alucinante, de lo mejor en ciencia ficción que he leído, y no precisamente porque el protagonista sea chileno, pues podría ser de otra nacionalidad y no cambiaría en nada. Incluso no tiene nada que envidiar a lo escrito por cualquiera de las cumbres de la ciencia ficción». Aunque advierte: “Para la Literatura Nacional creo que su importancia no es demasiada, pues nuestros géneros fantásticos aún no son -y probablemente nunca serán- parte del canon literario nacional que se esfuerza en obras realistas y grises, historias de decepción contadas una y otra vez, algunas de manera magistral, pero que le rehúyen a la fantasía«.

Por su parte, Jorge Baradit, autor de Yggdrasill y Synco, nos aporta un matiz crítico: “No creo que haya un aporte literario en sí de Hugo Correa a la literatura chilena. Su aporte está en haberle dado al género de la ciencia ficción chilena una primera piedra notoria sobre la cual medirse. Ciertamente Los Altísimos, no es la primera obra de género de nuestro país, pero sí la primera en merecer la atención general, por las razones que sean. Tampoco en él hay mérito al momento de fundar una literatura cifi propia; una de sus gracias consistió efectivamente en haber conseguido mimetizarse con los modelos norteamericanos y lograr un reconocimiento relativo en ese sentido. Tampoco hay aportes literarios concretos, experimentación o lenguaje propio. Quizá puede sonar duro, pero a veces me da la impresión que su mérito consistió en haber escrito un libro decente, lo suficiente como para ser publicado, cosa no menor en un tiempo donde el género era prácticamente inexistente en Chile. Su valor es el valor del pionero, el primero en llegar, quizá no tan bien, pero lo suficiente.».

El Hiato de la Dictadura.

Uno de los fenómenos curiosos que sucede con la obra de Hugo Correa es que, en cierto momento, parece como si su publicación en Chile se disparara. Una supernova que lanza un brillante destello de reconocimiento editorial, para luego desaparecer. En 1972, las Ediciones Universitarias de Valparaíso preparan un tiraje de 5.000 ejemplares para su novela Los Ojos del Diablo, una cifra que también alcanzan Los Altísimos a través de sucesivas reediciones (7). ¿Cómo es que hoy resulta tan difícil dar con esos libros?

Según todos los indicios, el oscurantismo cultural, que sigue al 11 de septiembre de 1973, lo impacta al igual que a muchos otros; eclipsando lo que pudo haber sido una carrera más reconocida o, al menos, con mayor difusión dentro de Chile. A las obras ya citadas se suman la novela breve Alguien Mora en el Viento (1959); El que Merodea en la Lluvia (1961), deudora del relato El Color que Cayó del Cielo, de H. P. Lovecraft; La Corriente Sumergida (1969); los volúmenes de cuentos Los Títeres (1969) y Cuando Pilato se Opuso (1971); la ya mencionada Los Ojos del Diablo (1972), y luego viene un paréntesis que se prolonga hasta 1988, cuando publica Donde Acecha la Serpiente, novela que ha sido leída en clave gótica y que mereció una tesis para un seminario de título, en la Universidad de Magallanes (8).

Ser Universal, Jugando de Local.          

No podemos dejar de mencionar a su novela La Corriente Sumergida, que es una excepción al género fantástico. Rareza arqueológica, sabemos que apareció en 1969 y luego fue reeditada en 1993, rastro que se pierde entre librerías de viejo y rumores de enterados. Una ficción desarrollada en un arco que va desde 1958 -época de la elección presidencial de Jorge Alessandri-, hasta el triunfo y ascenso de la Unidad Popular, en marzo de 1970. Realista, ambiciosa, con múltiples personajes que desfilan en distintos estratos sociales, políticos y empresariales, la voz omnisciente de Correa nos traslada desde Santiago hasta la provincia, pasando por saltos a un Oriente idealizado, en un intento de describir y explicar la sociología inherente al ser chileno, su comportamiento político, demográfico, y también sus miserias psicológicas: el arribismo, el clasismo, el ninguneo, fenómenos nada nuevos en nuestra idiosincrasia. Una novela coral de escasos precedentes en Chile, donde el lector encontrará un guiño a Los Altísimos en la empresa Acomsa, la misma donde es empleado el viajero Hernán Varela.

Poco antes de su muerte, este escritor -que a fines de los ‘90 no trabajaba en computador y admitía tener una deuda pendiente con Internet-, gozó de un merecido homenaje en el lanzamiento de la Antología de Ciencia Ficción Chilena: Años Luz, preparado por la editorial Puerto de Escape el año 2006. En esa ocasión, ante una multitud de nuevos seguidores, el extraterrestre de Curepto fue el invitado de honor a la mesa, recibiendo una ovación generalizada por parte del público. Quizás entonces pudo sentirse, por un momento, como uno de sus héroes de infancia, Fiodor Dostoievski, cuando el ruso pronunció en Moscú su célebre discurso en honor a Pushkin, en junio de 1880.

 Y es que las condiciones para la escritura de ciencia ficción parecen estar cambiando en el Chile actual. Aldo Astete opina al respecto que: “se está produciendo un espacio en la crítica y la academia debido al boom de literaturas fantásticas que se vive hoy. Cada vez más tesis de grado y postgrado giran en torno a ellas; las ferias del libro le están dando mayor protagonismo, el cómic se está percibiendo como una obra mayor, no sólo como historietas, y eso es demasiado importante. Esperemos que no sea una ilusión».

En la entrevista de Qué Pasa mencionada más arriba, se incluye un apartado en donde el propio Correa define, según sus términos, en qué consiste la ciencia ficción. Citaremos un párrafo: “la fuente de inspiración del escritor ha sido siempre el mundo que lo rodea. ¿Y hay algo más impactante en la actualidad que el auge tecnológico? Los escritores y artistas en general no podían permanecer indiferentes ante este fenómeno. De ahí entonces que la ciencia-ficción y los temas abordados por sus autores sean siempre universales. Siempre serán los grandes conflictos que aquejan al hombre de nuestros días, apartándose así definitivamente del provincianismo. Porque las comunicaciones permiten al artista actual vibrar con todo cuanto acontece en el mundo, siempre que tenga sus antenas bien dirigidas. O sea, su vivencia será universal antes que local, sin que por esto descuide lo que ocurre en “su aldea”.» (9)

  Notas.

(1) Titulada Chileno de Otros Mundos, en Zona de Contacto de El Mercurio, 13 de noviembre de 1998.

(2) La historia se cuenta en una célebre entrevista que dio a revista Qué Pasa, con fecha 28 de junio de 1973.

(3) De la conferencia Los Altísimos de Hugo Correa y las ciudades del porvenir.

(4) De la citada entrevista en Qué Pasa, 28-06-73.

(5) En Nueva Visita a un Mundo Feliz, Huxley expone y defiende en detalle los argumentos que oponen su visión con la de Orwell.

 (6) En Economía y Sociedad; Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1993.

(7) La última corresponde a la hecha por Editorial Alfaguara, el año 2010.

(8) De parte de Macarena Navarrete Calisto, Donde Acecha la Serpiente de Hugo Correa, un Abordaje Contemporáneo a la Novela Gótica Chilena, dirigido por Oscar Barrientos Bradasic; Punta Arenas, 2010.

(9) De la citada entrevista en Qué Pasa, 28-06-73.

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