Destacados, Entrevistas, Portada — 9 octubre, 2022 at 11:57 am

BLANCA ZUÑIGA: «Me parece que esa vitalidad es lo que tenemos en común en estos entornos, en donde la obsolescencia no es tan castigada como en las grandes ciudades»

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por Cristián Rau

 

Tres señores de edad, uno con chupalla y dos con jockey, todos con sus buenas parkas, miran a la cámara y medio que sonríen. Están sentados en un paradero, de esos con tejas de arcilla, la estructura hecha en rollizos impregna- dos y los muros de cemento, generalmente pintados en colores crema-chillones, típicos de las zonas rurales maulinas. Da la impresión de que no esperan a ninguna micro ni bus, más bien parece que están matando la jornada. En la foto anterior, una pareja de viejitos aparecen sentados —a una distancia prudente- mente pudorosa—; él de som- brero y bastón, ella con un delantalcito coquetón y medias tejidas. No sonríen, pero pa- recen a gusto. La banca y ellos están apoyados en un muro de ladrillos; se deja ver una calle de cemento; unos yuyos que despuntan en la sombra y, más atrás, unas casas con rejas de malla de gallinero y cubiertas de zinc. Ambas fotos, la primera tomada en Casas Viejas y la otra en Chanco, están impresas en un sobrio blanco y negro, sin gran saturación de contrastes; sin ampulosidades estéticas.

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El libro Espacio público rural (Sa Cabana, 2021), de la arquitecta y profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca Blanca Zúñiga, muestra a través de una serie de fotografías (tomadas en su mayoría por sus alumnas y alumnos), acompañadas de algunas sucintas reflexiones, cómo los habitantes de los sectores periféricos de las ciudades y de las zonas rurales de la región del Maule transforman ciertos escenarios en espacios públicos «no oficiales». El frontis de un almacén de barrio, las graderías de una cancha de fútbol, el refugio de un arriero arriba en la cordillera o un puesto con sombra, pasan a ser utilizados como lugares donde las per- sonas, sin pensarlo demasiado, confluyen y comparten. Crean communitas, postula Zúñiga en el epílogo, proponiendo que en este tipo de resignificación de escenarios por parte de los habitantes de un sector, las fronteras que separan a los miembros desaparecen, la identidad se cede para asegurar la supervivencia común.

Estas reflexiones sobre la apropiación de ciertos espacios que no fueron pensados ni propuestos por el aparataje estatal ―o por la arquitectura—, sirvió además para establecer cierto punto de contacto entre varias publicaciones recientes y más o menos locales que han sis- tematizado dudas, cavilaciones similares y que tienden a especular sobre las formas de construir/habitar espacios que, por estar situados en lugares alejados de las ciudades y sus posibilidades, han internalizado en sus soluciones pragmáticas ―constructivas o de habitabilidad— sus rutinas, oficios y prácticas vitales. Pensamos, por ejemplo, en Ruina (Bifurcaciones, 2021), de Jonnhatan Opazo, Del territorio al detalle (Bifuraciones, 2021), editado por Germán Valenzuela, Vivienda rural en el Valle Central (arq Ediciones, 2017), de Felipe Alarcón, y Donde la arquitectura no llegó: conversaciones abiertas con Grupo Talca (A2, 2021).

HAY UN ASUNTO QUE ME PARECE INTERESANTE COMO PUNTO DE PARTIDA. PESE A QUE EL LIBRO SE LLAMA ESPACIO PÚBLICO RURAL VARIOS DE ESTOS LUGARES, O ESCENARIOS, ESTÁN EMPLAZADOS EN SECTORES QUE PODRÍAMOS DEFINIR COMO URBANOS (O URBANIZADOS). ¿CÓMO DELIMITAS ESA LÍNEA ENTRE LO URBANO Y LO RURAL?

Hay una definición de urbano en nuestro país, que está operativa desde el 2010, momento en que Chile pasa a ser miembro de la ocde, y dice que para ser considerados urbanos, el sector debe contener un centro poblado de más de 200 000 habitantes. Si lo vemos desde esa perspectiva incluso algunas ciudades de la región, tales como Curicó o Linares, debieran ser consideradas rurales. Pero si nos vamos a lo más esencial, son lugares que aún conservan una manera de habitar que se cocina a fuego lento. Pueden tener ya ―y al fin— calles asfaltadas, pero tienen un transitar pausado… Desde mi manera de ver contienen un reloj biológico interno como grupos humanos, que habilita a sus habitantes a generar estas instancias que fueron retratadas en el libro.

MÁS ALLÁ DE LOS ESTÁNDARES INTERNACIONALES, EN ESTAS «CIUDADES INTERMEDIAS» HAY UN TRÁNSITO MUY FLUIDO ENTRE AMBAS ALMAS QUE LA COMPONEN (RURAL Y URBANA; MODERNA Y ARCAICA) Y POR ENDE ENTRE RELOJES BIOLÓGICOS DISTINTOS. ¿QUÉ RESCATAS DE ESTE MOVIMIENTO OSCILANTE ENTRE AMBOS LUGARES?

Creo que a ratos esos relojes biológicos se contraponen. Para nosotros, los citadinos, el tiempo es un recurso escaso, por lo tanto, un bien valioso. Me parece que en lo rural funciona distinto, por eso para nosotros esa manera de relacionarse entre sus habitantes se cubre de extrañeza hacia nuestros ojos. Sería maravilloso que esa lentitud fuese una condición que permeara a nuestra existencia cotidiana.

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GIULIANO PASTORELLI, EN EL PRÓLOGO A DONDE LA ARQUITECTURA NO LLEGÓ: CONVERSACIONES CON GRUPO TALCA, SE CUESTIONA EN TORNO A «SI TIENE O NO SENTIDO CENTRAR LA PRODUCCIÓN DE PENSAMIENTO DENTRO DE LOS LÍMITES URBANOS EN UN PAÍS CON TANTA RURALIDAD» Y «CUÁLES SERÍAN LOS APORTES DESDE NUESTROS CONOCIMIENTOS SI DICHA DESURBANIZACIÓN INTELECTUAL SE LLEVARA A CABO» ME PARECE QUE ESTE TRABAJO CLARAMENTE BUSCA ESE FIN. ¿QUE PIENSAS EN ESE SENTIDO?

Me parece que tanto Martín del Solar como Rodrigo Sheward, los miembros de Grupo Talca, lograron empaparse y cristalizar de manera maravillosa lo que ha sido esencial para nosotros como Escuela en la formación de arquitectos desde sus inicios: el territorio. Eso, en el entendido de que la potencialidad de lo que tenemos no está necesariamente en las ciudades de la región, sino que en todo aquel saber hacer que está en lo no-oficial, en los márgenes de lo reconocido. Aquello que se hace sin un afán estético, sino que nace desde su íntima verdad.

EN LA VISIÓN DE GRUPO TALCA HAY UNA GRAN PREPONDERANCIA Y RESPETO POR LOS SABERES Y LOS OFICIOS. ¿CÓMO SE APLICA EN LOS ESPACIOS QUE TRABAJASTE?

En esos espacios los saberes u oficios son clave, pues no son un asunto de opción. Se construye con lo que se tiene y cómo se sabe construir. El saber hacer muchas veces viene fuertemente relacionado a los oficios. Nosotros como arquitectos aprendemos de esa relación y la tratamos de trasladar a nuevos lugares, pero es sin duda en estos espacios en donde ese saber hacer tiene origen. Como decía antes, no es una opción.

PERMÍTEME VOLVER SOBRE UNA PARADOJA QUE MENCIONASTE: ESTÉTICA VERSUS VERDAD. ¿PODRÍAS PROFUNDIZARLA?

Me refiero a que hay una influencia muy potente desde la cultura de masas que dicta el cómo deben lucir las cosas. De alguna manera, estos lugares mantienen su verdad interior. Quizás me apoyo en el concepto griego de la alétheia que trabaja Heidegger, en donde la verdad nace desde el desocultamiento, desde cuando la verdad en realidad es una revelación de la existencia en sí misma. En la manera y el modo en el que los usuarios se presentan a sí mismos frente a los otros, en lo público, pareciera haber una verdad que les es propia. Atalpuntoqueelmodoyla manera de estar en lo público, entre un poblado y otro, no revisten necesariamente las mismas características. Claro que estas maneras, en sí mismas, seguramente siguen una estética que les es propia, pero pareciera no estar tan a merced de una cultura de masas que es incapaz de ver, y por lo tanto reconocer, estas excepcionalidades.

PARADEROS, VEREDAS, CANCHAS DE TIERRA, EL FRONTIS DE UN BAZAR DE BARRIO O LA LOMA DE UN CERRO SON ALGUNOS DE LOS ESPACIOS QUE SE RETRATAN EN ESTE LIBRO. ¿QUÉ ES LO VALIOSO DE ESTOS LUGARES?

Nada y todo. Los espacios que ahí se consolidan no son en sí mismos. La tienda de variedades es solo una excusa que atrae a sus fieles día a día y desde ahí se generan las instancias de reconocimiento, de encuentro, de consolidación de lo público; como aquella instancia en la que todos tenemos algo valioso que compartir. Es desde ahí que también uno puede comprender que desde esa empatía entre aquellos que se encuentran frecuentemente, esté la capacidad de ellos de organizarse, construirse como comunidad, en el sentido del communitas de Esposito, en donde cada uno se debe al otro, en donde el yo es menos prioritario, quizás, que el nosotros. Es de ahí que el lugar en sí mismo no es lo importante, sino que lo que es capaz de albergar.

Captura de Pantalla 2022-10-09 a la(s) 08.51.50LA ELECCIÓN DE ESTOS ESPACIOS POR PARTE DE SUS USUARIOS PARECE SER AZAROSA, EN TANTO QUE SON REFUGIOS PASAJEROS, A VECES SIMPLES TECHOS PARA VER PASAR EL TIEMPO. ¿CUÁL ES EL VALOR DE ELLOS EN TÉRMINOS ARQUITECTÓNICOS? TE LO PREGUNTO PORQUE PARECEN NO SEGUIR NINGÚN «PROGRAMA» DADO.

¡Exacto!, y ahí reside su belleza. No son objetos repetibles infinita cantidad de veces. No porque sean muy exitosos como espacios públicos, en una ocasión lo serán en otra locación, pues no son en sí mismos. Como sociedad nos debemos muchas veces a la producción en serie. Nuestro legado fordista ha traído como consecuencia la necesidad de que una vez conseguido un éxito, hay que repetirlo una innumerable cantidad de veces, y con ello hemos perdido la capacidad de observar con detención y desde ahí operar. Estos lugares van en el sentido absolutamente opuesto a los procesos de seriación.

¿PARECE, ENTONCES, QUE SON MÁS IMPORTANTES LAS FORMAS DE HABITAR ESTOS ESPACIOS QUE LOS PROCESOS CONSTRUCTIVOS?

Me parece muy interesante tu ángulo, pues desde tu mirada son dos asuntos, el habitar el espacio y el proceso constructivo. Cuando en el libro se identifica un lugar, ese lugar está compuesto del cobijo y de lo cobijado, son una sola cosa. No existe el espacio público sin sus bordes, y no existe el espacio habitado sin sus formas de ser habitado. Es una simbiosis que, al menos para mí, es indivisible.

En ese sentido creo que el español nos hace separar conceptos. El idioma inglés hace una linda síntesis que nos sirve para este caso, en donde el verbo «to be» engloba en un vocablo dos definiciones que son pertinentes a esta conversación: ser y estar. Me parece que estos lugares tienen esas dos condiciones en un solo lugar. El ser en su condición abstracta y el estar en una condición más concreta. Estos son los lugares del «to be».

ME GUSTÓ MUCHO QUE LAS FOTOS TENGAN UN SENTIDO DESCRIPTIVO, QUE SIMPLEMENTE NOS MUESTREN LOS ESCENARIOS, Y QUE NO HAYA UN AFÁN POR ESTETIZAR LO SIMPLE Y A VECES PRECARIO.

Quizás ahí difiero, pues si bien los escenarios están simplemente mostrados ―y no pretendo romantizar en lo absoluto la pobreza rural, pues sigue siendo pobreza― creo que ahí hay una distinción que hacer. En estos lugares hay una pobreza de medios económicos, que les dan más autonomía sobre sus opciones a los propios habitantes, pero hay un asunto central. Estos lugares guardan una riqueza enorme. En el solo acto de tener la oportunidad de sentarse en una sencilla banca de madera a ver el tiempo pasar, y desde ahí esperar a un potencial (o no) encuentro. Ahí, justo ahí, estamos frente a algo que para nosotros es un lujo. Yo diría que el bien más escaso de todos, el tiempo, y eso es algo que hay que reconocer. La pobreza no está necesariamente en no tener bienes materiales. Creo que un ejemplo de ello es que uno pudiese decir que la cabaña de Heidegger en la Selva Negra era tremendamente pobre por lo sencillo de su materialización, pero creo que es innegable la riqueza que ella contenía en tanto fue capaz de albergar todas las ideas que para nosotros aún son claves como sociedad.

ESTOY DE ACUERDO. EN ESE MISMO SENTIDO, ¿CÓMO CREES TÚ QUE SE DEBIESEN PENSAR ESTOS LUGARES PARA EL FUTURO COMPRENDIENDO QUE LO IDEAL NO SERÍA TRANSFORMARLOS EN CIUDADES Y MANTENER SUS CARACTERÍSTICAS, SUS RIQUEZAS?

Ahí creo que no tengo una respuesta concreta para entregarte, pues, para comenzar, antes de saber el cómo se deben pensar también lo que está relacionado a quienes lo debiesen pensar, entonces es difícil definir en términos metodológicos cómo se pensarán si no se sabe quiénes lo pensarán. En lo concreto, es diferente el escenario de pensarlos desde un gobierno regional (top down) a pensarlo desde las comunidades (bottom up). Creo que la clave está en lograr vincular ambas miradas para definir el devenir de estas lugaridades, y eso como figura hoy no existe.

GERMÁN VALENZUELA PROPONE QUE UNA DE LAS CARACTERÍSTICAS COMUNES EN LA PRODUCCIÓN ARQUITECTÓNICA LATINOAMERICANA RECIENTE CONSISTE EN «LA INTELIGENCIA CON QUE SE CONSIGUE MUCHO CON POCO». ME PARECE QUE ESTE ES UNO DE LOS ASUNTOS FUNDAMENTALES DE TU LIBRO, ¿NO? CELEBRAR LA CREATIVIDAD EN TORNO A CÓMO SE SOLUCIONA CON LOS ELEMENTOS QUE SE TIENEN A LA MANO LOS PROBLEMAS URGENTES. CIERTA CHISPEZA DEL CHILENO.

Es que creo que en los últimos cien años, al menos en Chile, ha ocurrido un fenómeno bastante característico en nuestras sociedades: pasamos de ser gestores y constructores de nuestros entornos domésticos y productivos a ser consumidores de ellos; tercerizamos el «saber hacer» que nos hacía capaces de autogestionar nuestros espacios. Y con eso, como sociedad, nos hemos sumido en una pobreza enorme, pues dependemos siempre de otros (maestros, Homecenter, etcétera) y estamos también a su merced al momento de hacernos cargo de nuestros hábitats.
En estos lugares rurales aún se conservan algunas de estas lógicas de la autogestión del hábitat cotidiano, esa chispeza a la que tú aludes, no es más que ver lo que hay alrededor y saber operar con eso como materia de base. Parece sencillo, pero no lo es tanto para alguien que nunca ha vivido en ese estado de las cosas. Al parecer esa capacidad de reaccionar y salir ganando con lo que tengo a mano se acerca bastante a lo que cotidianamente se denomina innovación, solo que aquí no hay patentes de por medio.

PODEMOS PERCIBIR CIERTO HILO CONDUCTOR EN ALGUNAS IDEAS PUBLICADAS RECIENTEMENTE Y EN CIERTA FASCINACIÓN POR LO PEQUEÑO, POR LO DESPRECIABLE —SE AVENTURA A DECIR GREGORY COHEN EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO—. «ARQUITECTURA DE ESCASEZ» LO LLAMA GERMÁN VALENZUELA O «ESTACIÓN TERMINAL» —EL USO ÚLTIMO E IMPENSADO QUE SE LE DA A ALGUNOS OBJETOS EN EL MUNDO RURAL— QUE SOSTIENE TOMÁS ERRAZURIZ. ¿COMPARTES ESTA IMPRESIÓN?

Interesante, yo creo que con lo que describes, más que una estación terminal es la estación germinal, pues es desde esa mirada creativa sobre las cosas del entorno que soy capaz de arribar a sistemas de innovación incluso; es desde donde los hábitats nacen y, con ello, las comunidades ahí albergadas.

LA ÚLTIMA. MÁS ALLÁ DE ESTAS CARACTERÍSTICAS SOBRE LAS QUE HEMOS ESTADO CONVERSANDO —NECESIDAD, INGENIO, OFICIO, ETCÉTERA—, ¿PODRÍAMOS RECONOCER CIERTAS FÓRMULAS COMUNES EN LA FORMA DE CONSTRUIR PRIMERO Y DE HABITAR LUEGO, EN ESTAS ZONAS RURALES? («CULTURA Y PAISAJE SE VINCULAN COMO EXPRESIÓN CONSTRUIDA» PROPONE FELIPE ALARCÓN).

Entre el construir y el habitar me parece que hay una relación dialéctica, en donde hay siempre una que informa a la otra, en un loop que es tan continuo como la vida misma. Habitamos y desde ahí construimos lo que luego habitaremos, etcétera. Esta lógica, yo creo, que hace que lo construido se encuentre siempre en medio de un proceso de cambio, pues lo entiendo como una extensión de la vida de quienes lo habitan, y esta rara vez se mantendrá en una constante invariable, sino que todo lo contrario. Los ciclos vitales nos cambian, y con ello nuestros requerimientos con el entorno construido. Me parece que esa vitalidad es lo que tenemos en común en estos entornos, en donde la obsolescencia no es tan castigada como en los entornos de las grandes ciudades.

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